Una campaña electoral que ya se divisa -con el sustancioso aperitivo de los comicios andaluces-,si bien los partidos políticos tienen aún que completar el proceso de confección de candidaturas y elaboración de sus respectivas ofertas programáticas. Quien más quien menos ya está impuesto de que se avecina un nuevo tiempo político,con hechos y fenómenos que,a la espera de resultados y decisiones ulteriores,hacen intuir escenarios diferentes y ya se verá si otras formas de hacer política que superen concepciones convencionales y arquetipos o esquemas tradicionales.
Los modelos y soportes de campaña también han cambiado,especialmente con el desarrollo de nuevas tecnologías y el creciente uso de las redes sociales. De hecho,ya se ha hablado del cibermitin,como fórmula sustitutiva del mitin de toda la vida,del acto político que se convocaba con varias intenciones pero,básicamente,las de movilizar y enardecer a los propios,tener próximo y dar a conocer al líder o candidatos,criticar a los adversarios e informar,supuestamente,de contenidos de la oferta electoral.
El caso es que la pregunta ‘si sirven para algo las campañas electorales’ continúa latente. Y con difusa respuesta. Recientemente,el doctor por la Universidad de Oxford y profesor de Ciencia Política de la Universidad de Girona,Lluis Orriols,reavivó el debate al señalar que aquéllas “solo cambian a un 8% de los votantes el sentido de su voto”. Pero se cuidaba de advertir que “el principal efecto de las campañas electorales es reforzar las convicciones propias”.
Con el paso de los años y de las campañas,con la repetición y el cansancio,con adelantos audiovisuales más o menos accesibles y,sobre todo,con el temor a no llenar el recinto o a que algunos ‘colados’ actuaran premeditadamente con intención de reventar,se hizo cada vez más perezoso organizar un acto de este tipo. Se optó,en general,con arreglo a los factores que manejaba cada partido,por convocatorias menos masificadas,por lugares u auditorios más acogedores y hasta por estilos o tonos menos mitineros,menos soflamas y más mensajes políticos,siquiera frases hechas,fácilmente memorizables,sobre todo,pensando en quienes,por las razones que sea,no acudieron al acto. El secreto está en saber administrar la información y proyectarla adecuadamente desde los medios de comunicación. Es el post-mitin,no menos importante,tal como ha evolucionado el género y tal como evolucionan las tendencias sociales más recientes.
Esta es la tónica de los últimos tiempos. Supuestamente,se repetirá en alguna medida en la próxima convocatoria,con la introducción de variables de distinto tipo que tienen que ver,más bien,con recursos de ambientación o animación (saludos,invitados,presentaciones audiovisuales,grafismos,música…). Volveremos a ver candidatos y candidatas solventes o experimentados,como también aquéllos y aquéllas a los que resultará muy difícil superar la bisoñez. Habrá aplausos convencidos y silencios elocuentes. Habrá quien salga persuadido y quien se marche desencantado. La disparidad de las intervenciones reflejará los discursos,unos sustanciosos,otros plagados de ocurrencias,unos rayando la brillantez y otros insulsos y cargados de lugares comunes.
El caso es que,pese a los disgustos o los imponderables,habrá quien los eche de menos. Y es que una campaña electoral sin mítines o actos públicos no parece una campaña.