Reconozco que soy un tipo raro: no me gusta el fútbol,no me gustan los carnavales,no me gustan las fiestas ni los cumpleaños,no me gusta la tele,no me gusta la play,no me gustan las redes sociales… no me gusta casi nada de lo que le gusta a la gente,especialmente a la gente que mejor me cae. En materia de ocio soy un sieso manío: en cuanto tengo un rato me pongo una peli o me leo un libro,que son formas vicarias de irme de viaje,quitarme de en medio yo mismo. Por eso,no me siento muy capacitado para sentar cátedra sobre lo que debe o no debe hacer la gente en su tiempo libre: si las audiencias de la tele son un medidor de los gustos y aficiones mayoritarios,a los demás lo que más les gusta es ver a otros sacándose las tripas en público. Noah Harari,que ha condensado toda la historia de nuestra especie en un libro en el que afirma que somos animales camino de convertirnos en dioses,dice que si hemos triunfado absolutamente sobre los otros inquilinos de la Tierra,es entre otras cosas por nuestra capacidad innata e inagotable para el chismorreo. Y es cierto que el chismorreo socializa,nos acerca unos a otros,amansa (o desata) nuestros más feroces instintos. En esa capacidad para el chismorreo está -dice Harari- la base de absolutamente todo lo que ha sido capaz de inventar el hombre,desde la religión hasta el nacionalismo,pasando por las comunidades de vecinos,la filosofía kantiana o las ideas de la Ilustración. En fin,que no sé si la alcaldesa de Güímar ha leído a Harari,pero si necesita una excusa intelectual para justificar la excursión de los cincuenta güimareros al plató de «Sálvame»,yo le presto el libro,aunque a lo peor con hacerse una foto con Jorge Javier Vázquez ya tiene más que suficiente…
Pero volviendo al meollo,va a ser que sí,que soy un aburrido,porque siempre que llego a casa y escucho el sonsonete de Tele 5 se me tuerce el gesto. Y si no he logrado ganar esa pelea a un metro de mí mismo,difícilmente voy a ganarla desde mi casa a Güímar,que son más de 30 kilómetros. Perdida la guerra,yo pienso -como un raro- que la función de la política es mejorar las condiciones de vida de las personas,brindar oportunidades para su desarrollo intelectual y cultural,en fin,todo eso que nunca ha estado en la tendencia dominante. Porque la alcaldesa no ha inventado nada nuevo: lo suyo viene de los romanos,entretener al personal con el circo mientras los césares se lo montaban de vicio. No creo que pierda Luisi Castro ni un solo voto por gastar su tiempo en este viaje a las entrañas del chisme catódico y el mal gusto. Por eso podría ahorrarse la versión de que la excursión es buena para Güímar porque va a poner a Güímar en el foco: bueno para Güímar sería tapar los agujeros del barranco,cumplir lo prometido sobre Mililand,entenderse con Arafo y gobernar la ciudad sin sectarismo ni tanto brochazo azul por los suelos y las paredes. Bueno para Güímar es saber dónde se quiere ir,cuál es el destino del municipio: aunque no puede decirse que la alcaldesa no lo tenga claro. Ella cree que su propio destino pasa por «Sálvame» y los museos del jamón de la Gran Vía.