VICENTE PÉREZ
VALLE GRAN REY
Es un viejo lobo de mar,pero nunca había pasado una experiencia tan amarga. Pablo Jiménez Barrera,el pescador gomero de 84 años que estuvo dos días y medio a la deriva en alta mar hasta que fue rescatado el jueves,aún tenía ayer las manos doloridas de remar. En el cuerpo,el frío de dos noches desamparado en su barca de seis metros de eslora,sin más compañía que los peces,las olas y el viento.
La avería del motor de su barca y el olvido de su teléfono móvil en casa fueron los detonantes de una amarga experiencia para un marino curtido en mil mareas que,pese a su edad,sale a pescar en su barca casi todos los días.
«En esas dos noches pensé en todo,no quedó cosa que no pasó por mi mente. Pensé: soy un náufrago,estoy perdido,no sé que solución tendré»,comenta ahora,mientras pasea por el puerto de Valle Gran Rey,al que volvió apenas un día después de su tragedia para ver la mar,su compañera de ausencias,por la que siente una atracción fatal. «Nunca perdí la calma»,relata,»aunque la segunda noche fue la más peluda que he pasado en mi vida; sentí que no era una persona humana,estaba en un tiritiri,congelado y sin comida ni agua,pero sacaba fuerzas de flaqueza para coger los remos a ver si me calentaba».
Pablo ha vivido siempre en Valle Gran Rey,llegó a poseer un barco atunero de 80 toneladas,con el que faenaba por el banco pesquero canario sahariano. Aunque «malamente» sabe leer y escribir «y las cuatro reglas»,logró sacar el título de patrón por pura práctica,pues aprendió a leer las cartas náuticas y a fijar el rumbo. Ayer,todos en Valle Gran Rey lo saludaban,emocionados,congratulándose de que el suceso tuviera un final feliz,a lo que este veterano marinero respondía siempre recitando una décima cubana,de las que se sabe miles. Pablo había salido como todos los días al amanecer,a las siete de la mañana,pero esta vez no regresó,como era costumbre,a las cinco para comer en la tasca El Puerto. Eso alertó a Juan Pablo,camarero de este establecimiento,quien,al ver que llegaba la noche,avisó a la familia del pescador (que está divorciado y vive solo) y se activó la búsqueda.
La primera noche el helicóptero de Salvamento llegó a avistarle,pero se pensó que era un pescador que faenaba sin problemas. «No podía volver hacia atrás,y remaba y remaba con la intención de llegar al Sur de la Isla,donde hay algún soco protegido; remé yo creo que más de 11 millas en un día»,evoca. Las horas,los minutos,los segundos…,eran infinitos,una tortura interminable,pero él mantenía la esperanza de que lo rescataran mientras tenía la referencia de los perfiles de Tenerife,La Gomera,La Palma yEl Hierro. «Me encomendé a la virgen de Candelaria»,confiesa. Hasta que al amanecer del segundo día de su drama vio acercarse un barco de gran tonelaje,que se quedó parado cerca de él,y pronto llegaría el helicóptero y una embarcación de Salvamar. Fue en este punto de la narración cuando Pablo estuvo al borde de llorar,pero tragó nudos y contuvo las lágrimas,que en sus ojos se asomaban como un poco de mar atrapado entre los párpados.
Luego fue evacuado al hospital de La Gomera. «Allí me esperaban 30 personas,que me aplaudieron y todo,y me fueron a ver mis hijos»,relata el veterano pescador a quien este suceso no le matará su pasión . «Cuando me encuentre mejor,volveré a salir a pescar con mi barca; ¿por qué no? El mar es mi vida,y cuando me salvaron yo no quería abandonar mi barca»,afirma este experto marinero,con una piel morena fruto de 70 años de vida en el océano. Él no sabe quién es Hemingway ni ha leído El Viejo y el Mar,hasta que ayer su nieto le explicó el argumento de ese libro. «Muy bonito»,apostilló.
“Pudieron rescatarme la primera noche”
Pablo Jiménez tiene palabras de agradecimiento para los servicios de emergencia que lo rescataron,en especial Salvamento Marítimo y todo el personal del Servicio de Urgencias Canario (SUC). Sin embargo,no oculta su enfado por el hecho de que la primera noche el helicóptero movilizado para buscarle logró verlo,hasta le iluminó con sus focos,pero nadie vino luego en su búsqueda. “Dicen que pensaron que era un pescador que estaba tranquilamente pescando. ¿Pero es que el piloto no vio que yo era un hombre bogando con remos,lejos de la costa y de noche? ¿Cómo se puede ser tan poco responsable?”,protesta este marinero,quien pronto olvida sus rencores cuando la gente le para a saludar y se siente querido,y sobre todo,renacido.
“Tengo una historia que da temor,de todo lo que he pasado en la mar,pero para mi ahora es un recreo,ya estoy jubilado y sólo puedo pescar 4 kilos al día”,explica,mientras escenifica una pregunta para contar una de sus hazañas: “¿Usted cree que un hombre solo como yo puede atrapar un pez de mil kilos?”. Unos segundos después,se responde: “Pues sí,yo cogí uno,una vez,de mil kilos,un pez aguja; lo traje amarrado a un costado de mi pequeña barca”. Y lo cuenta como si fuera el mismísimo capitán de El Corazón de Las Tinieblas (de Joseph Conrad) relatando sus viajes exóticos.
Durante las dos horas y media que compartió con este diario,Pablo no paró de demostrar su portentosa memoria para las décimas cubanas. Recitó decenas,y como muestra un botón: “Poesía es virtud / un ser que al hombre acompaña; / el pescar es artimaña / soledad y esclavitud,/ aburrimiento,inquietud / en el curso de la vida. / El verso planta folías / y ya en el amanecer / por fin el poeta muere / pero no la poesía”.
Con un nudo en la garganta
«Es un conocedor nato del mar»,reconocen los marinos profesionales consultados sobre este caso. Salvamento Marítimo desplegó todas las unidades para localizar al pescador. Primero,toda la localización tuvo que hacerse a ojo,porque no había radar. Otra,en un vuelo de reconocimiento,el helicóptero localizó la barca; los efectivos saludaron al hombre quien no hizo señales para que lo rescataran,no se detectó ningún problema a bordo. Aún así,un buque salió a su encuentro y ya no lo encontró. Las condiciones meteorológicas empeoraron. Justo en mitad de la búsqueda,se vieron unas maderas que chocaban contra las rocas y se pensó en lo peor; no faltaron algunas lágrimas,hasta que la familia reconoció que esos restos no eran de la barca perdida. Entonces se reanudó el rastreo. A medida que pasan las horas,un rescate se complica,se va ampliando la zona de búsqueda y es más difícil encontrar en un medio tan hostil una barquita de seis metros. Afortunadamente,al amanecer se despejaron las nubes y el pescador fue rescatado por Salvamento Marítimo que lo izó en helicóptero. Por estas buenas noticias vale la pena dedicar la vida a los demás.