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«Preferíamos dar al niño siempre recién nacido. Ninguno se nos hacía mayor»

«Mientras estuve en Tenerife di a muchos niños en adopción,con todas las de la ley y todo el cariño que Dios nos ha puesto en el alma. ¿Está claro?». Antes de que se le pregunte por el supuesto robo de niños que algunos de los acogidos en aquella casa cuna han denunciado,sor Juana responde: «¿Que vendíamos niños? Allí no cobrábamos nada. Yo pagaba hasta las partidas de nacimiento que había que sacarles luego. Pero de vender o traficar con niños nada de nada. No cobrábamos nada,si acaso nos daban unos pastelitos de regalo. ¡Lo demás son cuentos!».
Sor Juana,hermana de la Caridad,admite que tenía un acuerdo con la vasca Mercedes Herrán de Gras,fallecida en 2002,a la que varias mujeres acusan del robo de sus hijos. «Lo teníamos muy bien organizado. Yo he ido más de una vez a Bilbao -donde Herrán de Gras tenía lo que las afectadas llaman pisos patera para madres solteras- a recoger a algún niño. Ella tenía madres que iban a dar a luz y de vez en cuando nos llamaba y nos decía ‘id preparando a los padres para que vayan a verlo’. Yo iba a Bilbao,los metía en el capazo y los traía a Tenerife,de avión en avión. ¡Qué trajín! Doña Mercedes también me llamaba cuando tenía algún compromiso y nos pedía un niño,y a veces también le decíamos: ‘Mujer,déjanos alguno’,porque nosotras teníamos también otra petición. Era una gran señora,muy buena cristiana,que trabajaba en la casa cuna de Bilbao. Ella misma había adoptado a su hijo. Lo había cogido de una mujer que le abandonó. Bueno,abandonar no se puede decir,pero mejor que abortarlo… Pero vamos,una gran señora. Los Herrán de Gras son muy famosos en Bilbao,en España y en todas partes».
En un momento de la conversación,sor Juana asegura que no daban en adopción a niños menores de tres años. «Por ley no podíamos,porque la madre podía reclamarlo. Tenían derecho a tenerlos tres años abandonados,que ya es decir,¿eh?,pero lo respetábamos. Desde que yo estuve allí fue así la ley». Sin embargo,luego habla de recién nacidos. «Preferíamos dar al niño siempre recién nacido. Si las madres no venían,como mucho a los pocos meses se daba el niño. Y como teníamos fama de darlos bien,ningún niño se hacía mayor en nuestro centro. Se lo llevaban antes».
Sor Juana explica entusiasmada el proceso. «Llamábamos a los padres adoptivos y les decíamos: ‘Miren,tenemos un recién nacido,si os interesa podéis venir a verlo’. Y ellos venían con los brazos abiertos y el capazo… Podían escoger niño o niña. Generalmente eran personas muy educadas y muy buenas,y decían: ‘Nos da igual que sea niño o niña,porque si a mí me lo diera Dios,yo aceptaría lo que fuera’. Solo recuerdo a un matrimonio que cuando le saqué a una niña de mesecitos,que era bastante morenita,el marido me dijo: ‘Yo la quería rubia’. Y le respondí: ‘¡Pues váyase a un bazar y cómprese una muñeca!».
Sor Juana asegura que las religiosas examinaban a conciencia a los padres adoptivos. «Les exigíamos muchos requisitos. Mirábamos que lo pudieran educar bien,que fueran buenos cristianos… Nos lo pedía nuestra conciencia. Y cuando un niño no estaba en condiciones,tampoco lo dábamos. Recuerdo una mongólica que no la queríamos dar a nadie. Había una señora de Las Palmas,solterona,que la quería y nosotras le decíamos: ‘No se la lleve,no se la lleve,que no es normal’. Pero al final se empeñó tanto que se la dimos. La cría la llevó por la calle de la amargura,pero ella quería a su niña que daba gloria».
Preguntada por si avisaban a las madres biológicas antes de entregar a los niños,sor Juana responde: «¡Pero si no las conocíamos! No se daban a conocer. Recuerdo una noche que yo estaba velando y sonó el timbre del torno de la puerta. Cuando salí,vi que me habían puesto un niño con un papelito que decía que su madre no podía tenerlo. Yo lo recogí con el papelito,que está guardado en su expediente. Lo recogimos y ya era nuestro».
La exsuperiora de la casa cuna de Tenerife durante 19 años niega la mayor cuando le mencionan el nombre de Liberia Hernández,que asegura que fue robada en esa institución cuando tenía ocho años y ha relatado terribles malos tratos a las niñas por parte de las monjas. «No me suena de nada. ¡Eso es un cuento!»
Eso sí,sor Juana no pone la mano en el fuego por lo que pasó tras su marcha. «Yo respondo por el tiempo que estuve allí. Pero recuerdo perfectamente que doña Mercedes comentó una vez: ‘El jardín [de infancia,la casa cuna de Tenerife] no es el mismo desde que sor Juana y Don Bernardo [Acuña,el administrador del centro] se han marchado’. Y sé que ella se despidió de allí porque aquello no le convencía. Eso hay que hacerlo con mucho cariño ¿sabe? Y así lo hicimos,sino yo hoy no estaría tranquila».

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