POR RAFAEL PINEDA.- Tan emotivo como justo,tan heroico como valioso,el triunfo de España ante la República Checa en la final del Europeo sub 19 tiene un valor añadido,el de un grupo que supo sobreponerse a la buena actuación de los checos para acabar venciendo con unas armas que constituyen ya un patrón en todos los equipos que representan a España: toque,calidad,verticalidad y gol. Además,fe,mucha fe para perseguir el empate a seis minutos del final del tiempo reglamentario,donde la suerte echó un cable con el rebote en la rodilla de Aurtenetxe. Fe para remontar en la prórroga un 1-2 en contra,donde emergió la figura de Alcácer,delantero del Valencia,para dar a España su quinto Europeo en esta categoría. Definitivamente,son tiempos gloriosos para un fútbol español que no encuentra límites,campeón de Europa y del mundo en categoría absoluta,campeón europeo sub 21 y,ahora,campeón continental sub 19. El relevo parece asegurado en el fútbol español.
No todo iba a ser,no obstante,un camino de rosas para el conjunto español. La República Checa,un equipo de una excelente condición física y rapidez,supo cómo jugarle a España y ahogarle sus vías de pase. A diferencia de Irlanda,en la semifinal,que se limitó a amontonar hombres en su defensa,la presión de los checos a la salida de balón del equipo español fue eficaz y continua. Bloqueados Álex y Rubén,la pelota casi nunca llegaba a la línea de mediapuntas,donde España genera su verdadero peligro. Sin espacio y muy agobiados,resultaba extraño contemplar la falta de claridad en el juego de los españoles,acostumbrados siempre a llevar el protagonismo de los partidos. La República Checa anuló a España y se permitió,además,alguna que otra contra con peligro. A los ocho minutos,Krejci lanzó algo desviado,mientras que Hala,el lateral derecho,se metió en el área con peligro ocho minutos después. España solo inquietó en un jugadón de Sarabia,quien,bien tapado por el centro,buscó aire en la banda izquierda. Su jugada,con caño incluido a Jelecek,fue un oasis en un partido espeso,de mucho más contacto que toque,adverso para España.
La táctica de la República Checa acabó por encontrar frutos. Cada vez que un medio centro español cogía el balón,un enjambre de checos se lanzaba al robo del mismo,como en la jugada del gol checo. Krejci se encontró con un balón al borde del área y le pegó con el alma.
El gol de los checos despertó al decaído equipo español. Heridos en su orgullo,los españoles se soltaron y se lanzaron a por el empate. La entrada de Alcácer dinamizó el ataque de España,que tiró de orgullo para buscar por todos los medios el empate. Alcácer,a centro de Sarabia y de un renacido Deulofeu,gozó de dos claras ocasiones,pero el empate no llegó. Sí lo hizo la ansiedad y el atropello,los nervios ante un rival bien plantado,a años luz en calidad técnica. El empate llegó con España jugando a la desesperada. A falta de seis minutos para el final,Rubén Pardo,en un rechace y con la ayuda de Aurtenetxe,hizo la igualada. Justo premio para dos equipos con propuestas muy distintas. Un rebote de oro daba la prórroga,pero España quería más. Muñiz y Campaña estuvieron a punto de hacer el segundo. La República Checa mostraba la bandera blanca,asfixiada,loca por llegar al tiempo suplementario. Lo logró. Encontró aire e hirió a España en una gran jugada a los seis minutos de la prórroga. La enorme fe del equipo de Meléndez provocó que se rehiciera hasta lograr un nuevo empate. Pero,una vez más,los españoles querían más. Y llegó el tercero,la remontada plasmada en un excelente pase de Rubén Pardo que Alcácer,control y remate de ensueño,no desaprovechó. Otra vez campeones.