Desde LaGomeraSeMueve queremos recordar a los valientes que,tal día como hoy,perdieron su vida luchando contra el fuego,así como a aquellos otros valientes que lo sobrevivieron. En estos días emocionalmente duros,son muchos los recuerdos que han rebrotado en nuestras memorias. Algun@s éramos tan sólo niños,pero recordamos aquel silencio que envolvía el más profundo sentimiento de desolación,el enorme esfuerzo reflejado en caras de madres,hermanos y amigos por aceptar una temprana e inesperada despedida y confiar en que ello sirviera para que nunca más…
Las que a continuación siguen,son las palabras de un hombre que retrocede a sus 17 años para recordar a un amigo:
«La noche del 10 de septiembre de 1984,era un plácida noche de un verano que tocaba a su fin,y en la que como en tanta y tantas noches,sentados cerca de mi casa,hablaba con un amigo lleno de vida e ilusiones como no podía ser menos dada nuestra edad. Eran los momemtos de hablar de las chicas,de baloncesto,de estudios…e intercalar algún chiste o anécdota (era muy bueno en ello) que nos hacia reprimir las risas para no molestar a los vecinos.
Ignorante era en aquella noche de que,salvo un breve saludo que intercambiamos cuando él ya estaba a lomos de aquel camión que lo llevaría a su destino final,aquella iba a ser nuestra última conversación.
Al día siguiente,cuando estaba en la cabezera del Barranco de la Laja,ayudando a los servicios de extinción de ICONA,junto a dos chicos más conocidos mios a los que la vida se les iba a escapar en menos de una hora,decidí,dado que el incendio parecía controlado y muy poco activo,bajarme a San Sebastián a descansar y ver a la chica con la que salí,ya que llevaba desde las tres de la mañana despierto.
Cuando llegué a la plaza de Las Américas ( por aquel entonces redonda y humana),el fuego volvía revolverse indómito entre los brezos como si despertara de un breve receso en un su ansia destructora. Fue en ese momento cuando lo vi por última vez,sonriente como siempre,lleno de vida y fuerza. Teniamos la edad que teniamos y eso de la muerte nos quedaba muy lejos cuando acabas de nacer a la juventud.
Cuando llegué arriba nuevamente unos quince minutos más tarde,el fuego y el humo lo envolvían todo,y lo peor: que envolvió la joven vida de muchos de aquellos chicos. Los primeros momentos de confusión no reparamos nadie en la magnitud de la tragédia. Al menos yo. Minutos despúes comencé a caer en la cuenta de la suerte que habían podido correr aquellos que,hacía poco más de una hora,habian montado en aquel maldito camión.
Los recuerdos de escenas difíciles y dramáticas que se vivieron aquel día se nos quedaron grabadas para siempre. Y pasado el tiempo,muy de cuando en cuando,vienen a la mente. Pero hay algo que si se me tatuó en el espiritú. Nos dimos cuanta tod@s l@s amig@s de aquell@ pandilla,que aunque si bien nos sabiamos jóvenes y fuertes,eramos vulnerables y la muerte nos podía tocar,si bien nos conjuramos a vivir por nuestro amigo la vida que él no pudo vivir.
Si bien lo anterior es una vivencia personal,si creo que al igual que nosotr@s hicimos con nuestro amigo,vosotr@s que hoy habeís dado una lección de ciudadanía y responsabilidad,debeís vivir la vida de aquellos hij@s de esta isla que no la han podidio vivir,durante muchos siglos,desde la libertad. No va a ser fácil. Pero creo modestamente que en los cambios de comunidad no hay con obsesionar con ver lo que uno quiere de ella de un día para otro. Hay que luchar con el convencimiento de que lo poco o mucho que hagamos trascienda,sino por nuestro bienestar inmediato,por el de nuestros hij@s y los de estos».