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Atención al correveidile

UNO de los efectos secundarios que produjo la primera expulsión de los judíos de España,la de los Reyes Católicos,fue el impulso de la figura del correveidile,un despreciable tipo humano que,desde entonces,resulta insustituible en el catálogo de las miserias nacionales. Expulsar a los judíos era entonces una costumbre generalizada en Europa. Lo habían hecho,antes que Isabel y Fernando,Eduardo I en Inglaterra o Felipe IV en Francia y la práctica era considerada como avanzada y conveniente. Lo genuinamente nuestro fue que a la expulsión siguió una nueva industria,la de la delación. El señalamiento ante la Inquisición de falsos conversos,génesis del chismorreo nacional,dio paso a prestigios de hojalata e,incluso,a retribuciones por la ignominia que entroncan con los modos de corrupción que hoy unen lo peor de la iniciativa privada con lo más abyecto del poder político.
Una vez creado ese cuerpo virtual de cuentistas y difamadores se ha perpetuado su presencia. Ya no son los judíos su objetivo. Han ampliado su campo de actuación y,del Rey abajo,nadie está a salvo de tan perversa y destructora actuación. Muchos de ellos,los que no han encontrado acomodo en los repugnantes programas de la televisión en los que se despelleja al prójimo,trabajan en los partidos políticos. Son los intrigantes al uso. Los hay de izquierdas y derechas,incluso nacionalistas. Prosperan en sus respectivos escalafones de influencia en proporción directa a su capacidad de invención y rapidez en la propagación de insidias. A muchos nos parecen tan repugnantes como prescindibles; pero a la debilidad de sus jefes de fila les fortalece y convierte en necesarios.
El PP es víctima propiciatoria del correveidile. Sus intrigas enzarzan a los líderes hasta anularse entre sí y frente a la opinión pública. Les esterilizan sin que nadie,quizá por temor a los mismos zascandiles,corte por lo sano y ponga a cada cual en su sitio. Detrás de cada uno de los protagonistas del escándalo coral que vive el gran partido del centro derecha,hay un enjambre de personajillos de este corte. Unos a comisión y otros gratis. Lo grave es que empieza a ser difícil distinguir a estos trajinantes en dimes y diretes de quienes constituyen el objetivo de sus afanes. Algo que sólo beneficia al PSOE,donde el sentido jerárquico mantiene y engorda a los intrigantes,pero en el lugar que les corresponde.
M. MARTÍN FERRAND

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