Yo estaba allí. Como tantas otras personas que se habían dado cita en la iglesia,a última hora de la tarde del pasado jueves veintiuno de noviembre,con motivo de un concierto-reflexión por parte del Coro Parroquial del pueblo. En un momento determinado,el director del coro,Antonio Claret,detuvo unos instantes el acto y se dirigió al público para rogarles,de forma educada y correcta,“por favor,un mínimo de silencio y así poder continuar”. Pasados unos breves minutos se pudo llegar al final previsto.
En ningún momento pude imaginar que aquella corta alusión por parte del director del coro,solicitando silencio,tuviese tanta repercusión. Sin embargo aquella simple e insignificante anécdota,en el contexto de un bello,didáctico y reflexivo concierto,fue utilizada por parte de unas personas como detonante de una serie de acontecimientos preocupantes que se iniciaron en el mismo instante en que se dio por finalizado el acto y se han venido reproduciendo en los días sucesivos.
Podría entender que quienes se reconocieron como aludidos se sintieran molestos,ofendidos o dolidos. Lo inadmisible,intolerable e indignante es el grado de agresión verbal y la amenaza personal que se sucedieron hacia la persona de Antonio Claret. Hay determinadas líneas,límites o puntos que no debemos cruzar,tanto en el sentido físico como en el moral. En este caso concreto “se han pasado tres pueblos”. Ojalá sepan enmendar este error y remendar el descosido causado.
Sabedores que somos seres imperfectos debemos resolver nuestros conflictos,discrepancias o malentendidos con unas elementales reglas sociales de convivencia,especialmente una de ellas: “hablar y razonar es mejor que injuriar y amenazar”. Cuando se renuncia a pensar y razonar es imposible ofrecer argumentos y entonces se recurre a desprestigiar y descalificar mediante la mentira.
Antonio Claret ha sido y es una persona recta,íntegra,noble,honesta,comprometida,honrada,amigable,solidaria y servicial,fuera y dentro del ámbito de nuestra parroquia y municipio,ejemplo de saber ser y estar,en continua disposición a servir en cuantas ocasiones se le ha demandado. No es perfecto pero es capaz de reconocer sus errores y pedir disculpas cuando percibe o constata que pudo haber molestado u ofendido a alguien,demostrando lo que significa la verdadera valentía.
Yo estaba allí. Pude ver y escuchar,como tantas otras personas. Asumo en su totalidad el comportamiento del director del Coro Parroquial,en la convicción de que,en su lugar,hubiese hecho y dicho exactamente lo mismo. Asumo,igualmente,los posibles improperios o amenazas que se dirijan a mi persona pero sabe Dios que sólo me mueve el deseo que la luz se haga y que impere la verdad y la justicia. No hay ningún rencor,odio o animadversión hacia nadie. Ni juzgo,ni acuso ni amenazo. Simplemente me niego a ser cómplice silencioso ante tanta calumnia e infamia. Por eso alzo la voz para que se sepa,aquí y allá,que “Yo también soy Antonio Claret”.
Yo estaba allí. Pude ver y escuchar,como también lo hicieron dos personalidades del municipio. En sus manos ha estado y está la posibilidad de actuar,con discreción,tacto y sensibilidad,en sus respectivos ámbitos,para contribuir a que triunfe la verdad y la justicia. Es en este tipo de circunstancias cuando se echa en falta las auténticas “autoridades” morales e intelectuales.
No quiero finalizar sin antes aprovechar la ocasión para enviarle y desearle a Antonio Claret sosiego,paz interior y ánimo. Que conserve la calma sin desesperarse ni desanimarse y que se mantenga sereno,en estos momentos difíciles,porque la verdad triunfará. Le ruego que no pierda el optimismo ni el equilibrio aun sabiendo que algunos prefieren que caiga. Le deseo que conserve la luz y el brillo de su mirada porque es un ser humano especial y tiene mil y una razones por las que alegrarse. Le pido que no permita que nada ni nadie pueda quitarle jamás todo esto.
Agulo,a 27 de noviembre de 2013. Sebastián Hernández Vera.