Sophie M. está terminando de hacer las maletas a toda prisa, su tren sale en una hora. Se marcha de París con sus dos hijos a la pequeña casa en Bretaña de sus padres. Su marido se quedará en la ciudad, pero ella no aguanta más. “He empezado tener paranoias con gente por la calle y yo no soy así. Me paso el tiempo pensando en si mis hijos estarán bien en la guardería y en su seguridad. Lo he decidido, me marcho”, explica en su apartamento junto al Louvre. Muchas de sus amigas se encuentran en la misma situación, pero no pueden hacer las maletas tan fácilmente como ella.
El sentimiento de amenaza y la psicosis provocada por la posibilidad de un nuevo atentado recorre París. Las declaraciones del primer ministro, Manuel Valls esta mañana, no ayudan a mitigarla. «No podemos excluir nada. Lo digo con las precauciones que se imponen, pero hay riesgo de armas químicas y bacteriológicas», ha dicho Valls a primera hora de la mañana. «Estamos ante una nueva guerra -exterior e interior- en la que el terror es el primer objetivo y la primera arma”. Esta mañana también se ha autorizado que los policías vayan armados cuando no estén de servicio. No saben cuándo ni cómo, pero todo el mundo acepta que volverá a suceder. De hecho, quizá por eso el ejército francés desde el pasado viernes recibe unas 1.500 peticiones de jóvenes que quieren unirse a sus filas. «Un fenómeno completamente inédito», según señaló el jefe de comunicación del Ejército a Le Monde.
Sophie M. se marcha de París. «Empiezo a tener paranoias con la gente por la calle, y yo no soy así», explica haciendo las maletas
Al entrar al H&M de la Rue de Rivoli, Marcel debe esperar dos minutos a que la pequeña cola avance, abrir su mochila y desabrocharse la chaqueta. Ni se impacienta ni pone mala cara. “Estamos en estado de emergencia. Faltaría más que no me revisaran, aquí dentro podría llevar una bomba”, dice de sí mismo mientras el guardia de seguridad revisa un tupper con una ensalada de tofu. Eso es lo más sorprendente, la tolerancia de los ciudadanos a las extremas medidas de seguridad que poco a poco irán “limitando” algunas de sus libertades, como también ha admitido Valls. Para ello, entre otras cosas, su Gobierno ha desplegado 60.000 policías y 50.000 gendarmes por todo el país.
El ejército patrulla por la calle (dentro de las nuevas medidas aprobadas también tendrá la potestad de hacer controles) y la policía vigila muchas de las entradas al metro. Es fácil encontrar también a parejas de CRS (guardia de asalto) armados con subfusiles paseando por los andenes. Algo que se multiplica a la salida de metro de Campos Elíseos, donde se encuentra la residencia del presidente, François Hollande, y el ministerio del Interior. Ahí las calles adyacentes se encontraban cortadas esta mañana y el número de efectivos policiales que controlaba el perímetro era desorbitado. Sacar una libreta y un bolígrafo es motivo de inmediato control por parte de alguno de los gendarmes que controlan la zona: “¿Quién es usted y qué está haciendo aquí”?. En la calle Bassy d’Anglais que rodea la embajada de EE UU, mientras suena a todo volumen I ve got you under my skin de Frank Sinatra en los grandes almacenes, los gendarmes patrullan con ametralladoras de un metro de largo con cargadores de repuesto. «Estamos en guerra», opina el portero del edificio del que sale la música.
Los museos están fortificados también. Para entrar en el Louvre o elPompidou hay que pasar las mismas medidas de seguridad que para embarcar un avión, escáner de objetos incluido. Lucy, una mujer británica que viaja con su marido, aguarda pacientemente. “Estuvimos a punto de anular el viaje. Mi hermana vive en París y el otro día vivió una situación de pánico en el metro solo por un ruido extraño que se oyó. Todos se echaron a correr en masa por los andenes. Creo el miedo está empezando a calar en los parisinos”, señala. Anoche el hotel du Louvre fue desalojado durante tres horas por una amenaza de bomba, un bulto sospechoso. La policía acordonó toda la manzana impidiendo el paso de los transeúntes. Simplemente, un cliente había dejado un paquete olvidado en en el hall. Al cabo de un rato volvió a buscarlo sin entender todavía qué había pasado.