¿Quién decide la política de pactos de los partidos? Pues depende. En el PP, parece que el asunto es competencia directa de la ejecutiva, que responde a Rajoy. En Ciudadanos, Albert Rivera mantiene un control absoluto de su tinglado: no sé cómo deciden, pero nadie le va a chistar a Rivera, porque el que rechista se va a la calle, sin contemplaciones. En el PSOE las decisiones sobre pactos las refrenda el comité federal, al que se informa a toro (con perdón) pasado. Pero la capacidad de Sánchez para actuar autónomamente es limitada: la presión de barones y líderes históricos para evitar concesiones e hipotecas en materia territorial es fortísima, ya se está viendo. Y en Podemos se supone que son los círculos los que deciden. En teoría, el sistema es consultar a las bases, a través de internet. Pablo Iglesias actúa con una enorme autonomía, propone presidentes, se propone como vicepresidente, nombra ministros y le echa piropos al rey por su cuenta y riesgo, pero al final hasta los suyos-suyos (no solo los socios, las mareas o la Colau) se le están poniendo farrucos: los andaluces le han pedido autonomía interna en el grupo, y esos son diez diputados más que se pueden «marear», si no les gusta la película que les ofrezca Iglesias. La izquierda radical es pródiga en escisiones: una visión religiosa de la política suele dar lugar a continuas herejías.
En fin, que esto de quien decide es asunto peliagudo: aquí todo el mundo se ha lanzado a opinar sobre los pactos, pero las decisiones son otra cosa. Entre los que han opinado, Ana Oramas. Su opinión negativa a apoyar un Gobierno con Podemos ha provocado la instantánea reacción del majorero Mario Cabrera -que apostó por la continuidad de Paulino Rivero como presidente-, preguntándose qué órgano ha autorizado a Oramas a decir lo que dijo y recordando que Coalición no está en situación de imponer condiciones en esta negociación. Eso es obvio, pero la diputada tiene derecho a opinar. Es la única diputada de Coalición, un partido que siempre ha dado bastante cuerda a la autonomía de su grupo parlamentario. Un grupo de una sola, dicho sea de paso. Yo no me creo mucho la preocupación por las opiniones de Ana Oramas que manifiesta Mario Cabrera: él mismo ha dicho lo que le ha salido del refajo cada vez que le han preguntado, incluso que votaría contra su partido si en Canarias se decidiera apoyar un gobierno con el PP. Eso no ha ocurrido, pero a Mario Cabrera por decirlo no le ha pasado nada. Y es que hay que acostumbrarse a escuchar las opiniones de los demás, sobre todo aquellas con las que no coincidimos.
En las próximas semanas, meses y quizá años, los partidos van a perder parte de su identidad y vamos a estar escuchando opiniones contradictorias de sus dirigentes. Quizá una parte del PSOE acabe defendiendo que formar Gobierno vale eso que llaman el derecho a decidir, o quizá una parte de Podemos acepte que el derecho a decidir puede ser sacrificado por entrar en el Gobierno… Mientras se hable de ello, serán solo opiniones. Si llegan a convertirse en decisiones, romperían al PSOE y/o a Podemos. Por eso es tan difícil un acuerdo entre el PSOE y Podemos, porque uno de los dos partidos tendría que tragarse sus propias líneas rojas.