Si hoy se repitieran las elecciones, el empate entre bloques que actualmente impide la gobernabilidad del país podría solventarse. La balanza se inclinaría a favor de una fórmula de centroderecha, en torno al núcleo PP–Ciudadanos, que sumaría 169 escaños. Sería por la mínima y gracias al fuerte incremento del voto que experimentaría el partido de Albert Rivera, el más beneficiado, según la encuesta de Sigma Dos para EL MUNDO, si los españoles acuden de nuevo a las urnas.
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En una segunda confrontación, sólo Ciudadanos y PSOE mejorarían losresultados del 20-D. Los primeros, de forma sustancial; los segundos, de manera modesta. El partido naranja vería aumentar su porcentaje de voto en 1,4 puntos -pasaría del 13,9% obtenido en diciembre a un 15,3%- y ello le supondría un rédito de 10 escaños adicionales, saltando de los 40 que ocupa ahora a 50. Los socialistas ganarían un punto -del 22 al 23,1%-, lo que les permitiría pasar de 90 a 93 diputados.
Por el contrario, el PP y Podemos obtendrían un resultado peor que hace dos meses. Los populares perderían cuatro diputados -de 123 a 119-, en tanto que el partido de Pablo Iglesias y sus confluencias se dejarían hasta nueve escaños, pasando de 69 a 60. Al menos uno de ellos se trasladaría a la izquierda clásica deIU, que subiría a tres diputados.
Con estas nuevas cifras, la aritmética parlamentaria ofrecería una oportunidad a la combinación Rajoy-Rivera, que se quedaría a sólo siete puestos de la mayoría absoluta. Una distancia que podría recorrerse a fuerza de negociar el apoyo o la abstención con minorías como el PNV -que volvería a conseguir seis escaños- oCoalición Canaria -que aportaría uno más-. Estas dos formaciones, que ahora parecen ser más proclives al pacto con el PSOE, podrían amoldarse a una oferta ventajosa del PP, a quien en otras ocasiones ya respaldaron. Por el contrario, la combinación «de cambio y progreso» que plantea Podemos junto al PSOE sumaría 153 escaños, seis menos que en la actualidad.
Ni que decir tiene que un fracaso de Pedro Sánchez en la investidura dará paso a una larguísima campaña electoral de cuatro meses en la que los pronósticos podrían variar sustancialmente. Eventuales cambios en los liderazgos -en el PP o el PSOE- o la aparición de nuevos casos de corrupción serían factores clave que podrían trastocar los vaticinios.
Un 14% de los encuestados asegura a estas alturas que, si hubiera podido conocer con antelación el sudoku imposible que arrojaron las urnas el 20-D, habría cambiado el sentido de su voto. Este porcentaje, aunque pequeño, podría bastar en unos segundos comicios para evitar un nuevo empate. Los más jóvenes son los que en mayor medida aseguran que, de saberlo, habrían votado distinto (20,6%).
En cualquier caso, a día de hoy, tras dos meses de bloqueo con ínfimas posibilidades de superarse, los españoles parecen querer premiar a aquellas fuerzas que han mostrado más empeño por desempantanar el terreno: el PSOE, haciendo un esfuerzo por el pacto -con todos salvo el PP- y con su líder ofreciéndose a ser la pieza que permita superar el impasse; y Ciudadanos, que con Albert Rivera al frente ha hecho gala de una posición flexible y abierta a las negociaciones -con todos salvo Podemos-, mostrándose dispuesto a propiciar la gobernabilidad.
Por el contrario, a juzgar por el resultado del sondeo, la ciudadanía se aleja de quienes se han parapetado en la retaguardia -como es el caso de Rajoy- a la espera de la derrota de otros, y de los que se han situado en posiciones doctrinarias adornadas de espectáculo, como ha sucedido con Podemos.
Así se explica por ejemplo que los votantes mayoritariamente desaprueben laespantada de Rajoy ante el Rey. El 61% discrepa de la decisión que tomó el líder del PP al declinar presentarse a la investidura. En este grupo figura incluso un 45% de votantes populares.
Y más aún, a un voluminoso 60% le parece mal o muy mal la actuación del PP tras los comicios. Los votantes de mediana edad, entre 30 y 64 años, son los más críticos. E incluso, un 17% de los que aseguran haber apostado en las urnas por el PP desaprueba la estrategia apática que ha impuesto Mariano Rajoy.
La gestión que ha hecho Podemos de los resultados electorales y de su posición como tercera fuerza en liza tampoco cuenta con el beneplácito de la mayoría. En su caso, un 56,6% de los encuestados cree que el partido morado tras el 20-D ha actuado «mal o muy mal». En este caso, son los votantes de 45 años en adelante los que más reprueban la trayectoria que han seguido los de Pablo Iglesias.
Sin embargo, cabe señalar que la actitud del partido apenas encuentra críticos -sólo un 13%- entre sus propios electores, lo que induce a concluir que buena parte de la tendencia a «dar espectáculo» e incluso la «prepotencia» que se achaca a su líder son fruto de un cálculo para complacer a sus más férreos simpatizantes.
En todo caso, los electores, según se desprende de la encuesta, parecen inclinarse por el flanco derecho encabezado por el PP, que volvería a ser la fuerza más votada, pero imponiéndole la adopción de principios regeneradores y de higiene democrática y una actitud más social propia de Ciudadanos. En este punto cabe reseñar el deseo que se deduce de los resultados del sondeo de aplicar una política estricta, como la que exige la fuerza de Rivera, en los casos de corrupción.
Una fórmula de este tipo evitaría procesos de demolición legales como los que ha planteado el bloque de izquierdas (Lomce, Ley de Seguridad Ciudadana, reforma laboral, artículo 135 de la Constitución) o propuestas de aumento desmesurado del gasto público acompañadas de subidas generalizadas de impuestos, optando más bien por introducir modificaciones y revisiones que suavicen la dureza aplicada por el Gobierno del PP en la pasada legislatura.
También parece indicar este resultado que los españoles apuestan por una defensa clara de la unidad, de la soberanía nacional y, en definitiva, de los pilares básicos de la Constitución. Un planteamiento este que tanto PP como C’s enarbolan sin ningún género de dudas.
El sondeo, en todo caso, señala que PP y PSOE, las dos fuerzas tradicionales, siguen copando el voto del 51% de los españoles, en tanto que las fuerzas de la nueva política suman el 34%. El 16% restante se distribuye entre los partidos nacionalistas y las fuerzas minoritarias.
En el ámbito del nacionalismo se aprecia un descenso de DiL, la antiguaConvergència, que perdería un representante en el Congreso. ERC, por el contrario, se mantendría con nueve escaños. Algo similar sucedería con el PNV, que conservaría seis puestos.