Gran Bretaña está abocada a vivir tres meses de psicosis económica y política alrededor de las especulaciones de si el conocido como Brexit, la salida de la Unión Europea del Reino Unido, se produce en el ya programado referéndum del 23 de junio. En dicha consulta, los británicos están llamados a votar a favor o en contra de la salida de su país del organismo europeo y la victoria del Brexit provocaría todo un terremoto económico que sería muy difícil de sortear para el sistema financiero británico.
El último en sumarse a la campaña de razones, especulaciones y miedos que desde ambos bandos se intentan inyectar ha sido el canadiense Mark Carney, director del Banco de Inglaterra. Aunque, en teoría, el ejecutivo del máximo organismo público bancario de Gran Bretaña partía desde una posición neutral, Carney avisó de todos los problemas que el Brexit conllevaría para la economía británica y avisó de que la permanencia en la UE inyectaría “dinamismo en la economía británica y permitirá seguir creciendo sin generar riesgos a la estabilidad monetaria y financiera del Reino Unido”. Dichas afirmaciones fueron realizadas, además, en el anuncio de un plan de contigencia ante el previsible derrumbe de la libra esterlina (que llegaría casi a ponerse a niveles del euro) en caso de llevarse a cabo el mentado Brexit. Este plan, de hecho, guarda grandes similitudes con el anunciado por el mismo organismo antes de la celebración del referéndum de independencia escocés y refleja el creciente miedo en las filas del gobierno británico respecto a la consulta sobre la salida de la UE.
Por su parte, en el otro lado del río, la cara más visible sigue siendo la de Boris Johnson, alcalde de Londres y amigo del presidente británico David Cameron, y que con su posicionamiento a favor del sí a la salida, ya provocó un terremoto en la bolsa, en la valoración de la divisa británica y en las estadísticas y valoraciones que compañías como IG Markets le otorgaban al sistema financiero del Reino Unido. Y es que el movimiento de Johnson es de una importancia supina, ya que se trata de un personaje con un gran tirón a través de toda Gran Bretaña y supone la primera escisión de nivel en el Partido Conservador, que liderado por el presidente Cameron reza porque la salida de la Unión Europea no se acabe por consumar.
Antes del anuncio de Johnson, los tories vivían más o menos tranquilos, casi seguros de que las concesiones conseguidas por Cameron en Bruselas, que implicaban mayor libertad para el Reino Unido respecto de las políticas comunitarias europeas, allanarían el camino hacia una victoria de la permanencia en la Unión Europea. Y sin embargo, la postura del alcalde de Londres lo ha cambiado todo. Tras el anuncio de Johnson, la libra esterlina sufrió una devaluación notable de su valor respecto al euro y al dólar y los mercados comenzaron a mostrar signos de nerviosismo respecto al creciente respaldo a la salida de la Unión Europea.
En gran parte debido al movimiento de Johnson, ya no está tan claro si a partir del referéndum de junio el futuro de Gran Bretaña seguirá estando ligado al de la Unión Europea o si, por el contrario, pasará a ser una nación totalmente independiente (y aislada) del resto del Viejo Continente. Lo que sí es seguro es que la psicosis, las especulaciones y los nervios han llegado a los mercados británicos y ahí se van a quedar hasta el 23 de junio.