Diciembre de 1935. César Rodríguez, un asturiano emigrado a Cuba que ha vuelto enriquecido a Madrid, compra una sastrería denominada El Corte Inglés en la calle Rompelanzas. El indiano encarga la gestión del establecimiento de la diminuta calle, que corta las alargadas Preciados y Carmen, a su sobrino Ramón Areces Rodríguez (en realidad hijo de una prima carnal) al que su primo José Pepín Fernández había rechazado para trabajar en Sederías Carretas, unos grandes almacenes que había abierto un año antes al estilo de El Encanto de La Habana donde ambos habían hecho los cuartos con que regresaron a España.
La tienda en la que empezó su aventura Ramón Areces, que también había trabajado en El Encanto con sus parientes, había sido fundada en 1890. Pero el recorrido de El Corte Inglés actual comenzó en plena postguerra, a caballo entre 1940 y 1941. De Rompelanzas se trasladó a Preciados 3 y se convirtió en sociedad limitada bajo la presidencia de César Rodríguez, que también participaba en el capital de Sederías Carretas.
Rodríguez y Fernández, que rechazó la invitación de entrar en El Corte Inglés, estuvieron juntos hasta 1946. Ese año, El Corte Inglés, dio su primer gran paso al adquirir el edificio de cinco pisos donde se ubicaba y comenzar la venta por departamentos. Al mismo tiempo, inició una encarnizada rivalidad con la vecina Sederías Carretas, que en 1955 se convertiría en Galerías Preciados. La competencia de los dos grandes de la distribución duró todas sus vidas. Y fue Galerías la que se despegó en las primeras de cambio, llegando a contar con 22 establecimientos en España.
Se hizo en 1994 con Galerías Preciados por 180 millones de euros
Ni Pepín Fernández (fallecido en 1982) ni Ramón Areces (en 1989) vivían cuando se produjo la operación que permitía a El Corte Inglés colocar su bandera en las tiendas del rival. Su política de crecimiento había resultado más acertada. Si en las etapas de Rodríguez y Areces había creado satélites (Induyco, Investrónica, Hipercor…) y divisiones (viajes, informática, seguros…), en la de Álvarez dio un gran avance y el primer salto fuera de España, con la implantación en Portugal, tras el fracaso de The Harris Company en California.
En todo ese tiempo la pelea entre los dos gigantes de la distribución impuso nuevos hábitos de consumo. De los almacenes cubanos habían importado, tanto Galerías como El Corte Inglés, las tarjetas de pago, con lo que se anticipaban a la banca, y la celebración de los días del padre y de la madre o San Valentín. El Corte Inglés implantó campañas sonadas como “Ya es primavera en El Corte Inglés”, tomado del “Ya es primavera en El Encanto”, o la devolución del dinero (“si no queda satisfecho le devolvemos su dinero”) inspirados todos en ultramar.
Pero la crisis también pudo con El Corte Inglés, lo que llevó a Álvarez a plantearse la salida a Bolsa y otras fórmulas para superarla. La primera decisión, que sonó traumática en la casa, fue la venta del 51% de la financiera al Banco Santander por 140 millones. Álvarez no pudo acabar la tarea. Murió en septiembre de 2014 a los 79 años y tras 25 al frente de El Corte Inglés dejando 88 grandes almacenes y 43 hipermercados, además de tiendas de proximidad, agencias de viaje, una cadena de ópticas, seguros, informática y tecnología. Pero sin haber resuelto el problema de la deuda y de la modernización del grupo.
La compra de Galerías
Sin embargo, El Corte Inglés, en la que Ramón Areces había sustituido a su tío en la presidencia tras su muerte en 1966, marcó en esa década un ritmo que dejó con la lengua fuera a Galerías, hasta el punto de que acabó en manos de su principal acreedor, el Banco Urquijo, en 1979. Después la deriva fue imparable: Rumasa; el magnate venezolano Gustavo Cisneros; la firma británica Mountleigh; los empresarios españoles Justo López Tello y Fernando Sada, hasta que en 1994 acabó en suspensión de pagos y el Gobierno socialista la vendió al mejor postor que resultó ser El Corte Inglés. La empresa, ya presidida por Isidoro Álvarez, sobrino de Areces, pagó 30.000 millones de pesetas (180 millones de euros).
Isidoro Álvarez, sobrino de Areces, dio el testigo a Dimas Gimeno en 2014
La patata caliente la recibió Dimas Gimeno, que había hecho el desarrollo en Portugal y que con 39 años asumió la presidencia; pero, al contrario de lo que pasó con su tío, no la de la fundación, que se quedó en posesión de Florencio Lasaga, brazo derecho de Álvarez desde la Universidad, tras siete meses desierta. El nombramiento estuvo precedido por una larga lucha interna entre Gimeno y sus primas Cristina y Marta Álvarez Guil (hijas del primer matrimonio de su mujer) por el control de la fundación. Esta, que posee el 37,39% del grupo, Gimeno y sus primas, con el 7,5% cada uno, forman el núcleo duro de la compañía. Otros accionistas son la familia García Miranda, que se acerca al 7%, la familia Areces Galán (Ceslar), con un 9%. El resto se reparte entre altos ejecutivos y empleados.
Una vez asentado, el joven ejecutivo se ha hecho fuerte y ha roto la dinámica histórica de la casa. Después de abordar el saneamiento (refinanciación de la deuda, de unos 3.700 millones, y emisión de bonos por 600) incorporó al capital del jeque catarí Hamad bin Jassim (venta por 1.000 millones del 10% procedente de la autocartera, que puede elevar al 12,25% en tres años).
Luego se planteó los retos: generar beneficios, combinar las ventas tradicionales con las online y la internacionalización. En el primer punto, la empresa se encuentra en una fase de recuperación (en el último ejercicio obtuvo casi 15.000 millones de ventas y 120 de beneficios). El segundo consiste en aplicar un cambio de estilo respetando la tradición. Y el tercero fija un reto mucho más revolucionario, la instalación fuera de la península. Tras abortar el proyecto de Milán, las preferencias se centran en Latinoamérica. El objetivo se plantea a medio plazo y las prioridades son México, Colombia y Perú. Esta misión deja en segundo plano la salida a Bolsa, que no está descartada.
También ha demostrado que no le tiembla el pulso, como ocurrió al expulsar del consejo a Carlota Areces Galán, representante de la parte díscola de la familia y contraria a la valoración realizada para la venta al jeque. A su juicio, el valor de la empresa era, al menos, el doble de lo acordado.
Otro de sus movimientos innovadores ha sido el ajuste de plantilla, algo nunca visto. Ha anunciado un plan de prejubilaciones que afecta a 1.400 trabajadores de los casi 91.500 con que cuenta.
Las relaciones laborales es una de las asignaturas pendientes del grupo, que precisamente fue capital en el nacimiento de la patronal CEOE. Tradicionalmente se ha significado por su alejamiento de los sindicatos y la escasez de mujeres en puestos directivos. Fuentes consultadas subrayan que Gimeno ha ejercido el mando con cintura y flexibilidad, lo que ha contribuido a mejorar el clima.
SUCESIÓN DE TÍO A SOBRINO
En la historia de El Corte Inglés ha habido cuatro presidentes y la sucesión ha sido de tío a sobrino. De César Rodríguez a Ramón Areces, de Areces a Isidoro Álvarez y de Álvarez a Dimas Gimeno. Una tradición, probablemente fruto de carecer de descendencia directa. Rodríguez importó la fórmula de Cuba y Areces la desarrolló. Aquel hombre enjuto, locuaz, de costumbres austeras y una gran seguridad implantó la filosofía de destinar los recursos obtenidos al crecimiento. Desarrolló una forma de dirigir muy presidencialista que se mantuvo con Álvarez, a quien era habitual encontrarle en los almacenes controlando, como buen tendero, elnegocio.
Álvarez también heredó la presidencia de la Fundación Ramón Areces, que este había constituido en 1976 para controlar los grandes almacenes y evitar mayores gravámenes. Sobre la sucesión dijo: “Lo hubiese hecho igual aunque hubiese tenido hijos, porque no creo en la herencia, me parece inmoral, injusta y un criadero de señoritos”.
Isidoro también preparó la sucesión. Aupó a su sobrino Dimás Gimeno Álvarez, al que incorporó al consejo junto a sus fieles (Florencio Lasaga, Carlos Martínez Echevarría y Juan Hermoso) y el expresidente de Endesa y exdiputado del PP Manuel Pizarro.