Tras saltar el escándalo, el primer ministro británico Cameron admitió que se lucró con una empresa «off-shore» de su padre. Lo dijo a sus ciudadanos y votantes, y punto pelota. Serán ellos los que decidan en las próximas elecciones si se debe perdonar a un primer ministro que -con artimañas legales- se las apañó para pagar menos impuestos. Cameron, por lo menos, dijo la verdad. Y esa es la clave de este asunto sobre la empresa en Bahamas de nuestro ministro «off-shore»: que lo importante no es la presunta responsabilidad del señor Soria, por entonces técnico comercial del Estado, por participar junto a su hermano Luis en una empresa «off-shore», creada siguiendo instrucciones de la filial especializada en servicios fiscales de un banco español. Lo importante es si Soria ha dicho o no la verdad.
Lamento tener que confesar que yo no le creo. Hay demasiadas contradicciones en ese discurso suyo que cambia de hora en hora, y además no suelo creer en las teorías conspiranoicas, las invente quien las invente. En política, como en física o biología, la explicación más sencilla suele ser la que responde a la verdad: y la explicación más sencilla en este caso es la de que el padre de los hermanos Soria tenía una empresa en Reino Unido. Y que sus hijos crearon otra con el mismo nombre, UK Lines Limited, en Bahamas. Luego el hoy ministro se dio cuenta de que su participación requería de una autorización o comunicación al Gobierno de España, porque Soria es técnico comercial del estado, y no parece muy lógico que tengan empresas opacas. Entonces Soria cambió su nombre por el de su hermano Luis para evitarse problemas, y usó su «off-shore» para operaciones de movimiento de capital de las otras empresas familiares, y cerró la «off-shore» cuando el PP le propuso ser candidato a la Alcaldía de la capital grancanaria en 1995. La otra empresa con igual nombre la mantuvo hasta su cierre 1997. Esa es la verdad que yo me creo. La verdad en la que encajan las piezas que poco a poco se van sabiendo. El ministro Soria siempre ha sido un tipo listo, con conocimientos y experiencia para sacar partido de lo que hace. Ahora, está colocando la carga de la prueba de su participación en la UK Lines Ltd. en los demás. Le asiste ese derecho, pero un político debería (se supone) decir la verdad. Ha optado por no hacerlo porque pensaba que más allá de esta filtración, destripar el funcionamiento y la propiedad de una sociedad «off-shore» es muy complicado: se crean precisamente para no dejar rastro de sus dueños, que solo conocen las empresas interpuestas. Pero ya hay más informaciones, más empresas que aparecen y desaparecen, más mentiras que se enredan con medias verdades… ayer Soria empezó a perder el control de su historia y ofreció la tercera versión en dos días.
Puede seguir recitando su misa solemne una y otra vez, como ha hecho hasta ahora en cada uno de los asuntos turbios en los que -de una forma u otra- se han visto involucrados él y/o su partido durante su mando: el ‘caso Góndola’ en Mogán, el ‘caso Faycán’ en Telde, el ‘caso Brisán’ en Santa Brígida, el ‘caso Eolo’ -siendo su hermano Luis consejero de Industria del Gobierno regional-, el ‘caso del chalet’ propiedad de Javier Esquivel, el ‘caso Isolán’, el ‘caso salmón’, las relaciones de su hermano Luis con el negocio petrolero durante su polémica gestión como ‘Ministro del petróleo’, o el reciente ‘caso Rosell’, en el que Soria toma la iniciativa y se convierte en denunciante. En todos ellos, Soria ha acusado a otros: es la marca de la casa, y Soria sabe hacerlo mejor que nadie. Pero cuando una constante -la proximidad de Soria a asuntos oscuros- se repite con los mismos perfiles tantas veces, es que el río lleva agua.
Los estadounidenses atribuyen a Lincoln una frase apócrifa que asegura que «se puede engañar a todo el mundo alguna vez, y a alguna persona todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo». Hace tiempo que Soria ya no logra engañar a todo el mundo. Puede, eso sí, seguir intentándolo…