«Es necesario tomar estas medidas debido a que no se está haciendo un ahorro consciente de la energía y hay que preservar los embalses hasta que se llenen por las lluvias. Es un sacrificio, en beneficio y para protección del pueblo», ha asegurado el titular del Poder Popular para la Energía Eléctrica con evidente nerviosismo.
El Gobierno chavista esgrime la sequía que sufre Venezuela como principal causa del racionamiento eléctrico, denominado oficialmente «programa de administración de cargas», en un nuevo ejercicio eufemístico que tanto gusta a la revolución. Motta asegura que se pone en marcha para «parar el descenso del Guri», el gigantesco embalse (11º del mundo) que surte al país caribeño del 70% de su energía.
A estas interrupciones programadas, que serán anunciadas previamente a través de la prensa, se pueden sumar las «fortuitas, las realizadas con malas intenciones, sabotajes de apátridas», ha añadido el ministro para sostener el clásico argumento de la revolución para inculpar a opositores, burguesía, iguanas o las amenazas externas de los apagones.
La realidad es que Venezuela arrastra más de ocho años una grave crisis eléctrica, producto del abandono del sistema eléctrico nacional durante el Gobierno de Hugo Chávez y a la corrupción que ha devorado cerca de 60.000 millones de dólares destinados a paliarla, según cálculos opositores.
La medida afecta a Caracas y a los 10 estados más poblados y más industrializados del país. Pero, ya en la actualidad, en el interior de Venezuela se producenapagones de hasta ocho horas. Sólo en Valencia, tercera ciudad del país, soportan desde hace semanas cuatro horas de recortes eléctricos sin previo aviso.
Todas las iniciativas desesperadas de Maduro para reducir el consumo eléctrico han fracasado hasta el momento. El ‘hijo de Chávez’ ha decretado festivos los viernes para la administración, así como toda la Semana Santa pasada. También ha ordenado a centros comerciales y hoteles la autogeneración eléctrica durante ocho horas al día.