La guerra en Europa está servida. Aunque quizás la terminología bélica sea excesiva, lo cierto es que la eurozona atraviesa a día de hoy un momento crítico de enfrentamiento entre dos corrientes financieras ideológicamente opuestas: la de Mario Draghi, presidente del BCE, por una parte; y la de los principales bancos europeos y su escudero, Wolfang Schauble, el poderoso ministro de finanzas alemán. Entre ambas trincheras, un preciado botín: el manejar los tipos de interés con los que el BCE presta dinero a los bancos de la eurozona. Un botín que, por ahora, el banquero italiano ha sabido resguardar con pericia.
Y es que las políticas de la principal institución financiera europea siguen moviéndose al ritmo que marca Draghi, y este ritmo no es el otro que de la expansión monetaria. Pese a las críticas provenientes de diversos frentes, el italiano se ha mantenido recto frente a su idea de mantener los tipos en los niveles más bajos de la historia de la UE. Desde el 10 de marzo en el que por primera vez el BCE anunció la bajada de los tipos de interés al 0,0%, Mario Draghi no ha hecho siquiera amagos de retractarse en su camino en cada una de sus intervenciones públicas, fiel a buscar la deseada inflación en la eurozona a base de abaratar el dinero. A base, como se suele conocer a las técnicas de expansión monetaria, de imprimir dinero. Y si lo hace, no es en absoluto porque sus medidas estén teniendo un gran recibimiento entre el establishment económico europeo.
Los últimos en subirse al carro de los críticos con Draghi han sido los economistas europeos, entre los que (según una encuesta de la agencia de noticias Reuters) una gran mayoría apuestan a que las políticas expansivas del BCE no deben ni pueden continuar por mucho más tiempo. Casi un 60% de los encuestados afirmó, incluso, que dichas políticas no pasarán de este año. Aunque una gran mayoría no niega que estas medidas tuviese un efecto positivo en su momento, la idea general entre los economistas europeos (entre los economistas europeos encuestados, es necesario recalcar) es que ha llegado el momento de cambiar de rumbo.
Así, este gremio se une a Wolfang Schauble, feroz crítico de Draghi, y a los bancos europeos, que cada vez más aumentan sus quejas por la expansión monetaria europea. De hecho, el último y más vehemente de los banqueros críticos fue el español Francisco González, presidente del BBVA, que afirmó que los tipos negativos de interés estaban “matando a los bancos” y que llegó a incidir en lo “difícil” que estaba siendo “la vida para los bancos en Europa”. Según González y muchos otros banqueros, las soluciones pasan por más reformas, una mayor integración política y un aumento del liderazgo alemán en la Unión. Unas declaraciones que seguramente contentaron, y mucho, a Schauble y a Angela Merkel.
Frente a tanto criticismo, sin embargo, el BCE encontró algunos aliados, algunos tímidos, como el presidente del Banco de España, y otros menos. El presidente de la máxima entidad financiera española, Luis María Linde, partió una lanza en favor del superbanco europeo aunque, eso sí, dejando caer que quizás era momento de volver a la normalidad. Una supuesta normalidad que evitaría que, ante la subida de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal Americana, el dólar comenzase una escalada frente al euro en espacios de intercambio de divisas como Blackwell Global.
El BCE planta cara
Pero desde el ente radicado en Estrasburgo, parece ser, nadie se echa atrás. Primero fue Draghi el que mandó un mensaje a Schauble hace más de un mes, cuando avisó de que el BCE “obedecía a la ley, y no a los gobiernos”. Posteriormente, hace menos de una semana, la responsable del Mecanismo Único de Supervisión Daniéle Nouy tuvo su turno para cargar contra los bancos: “la rentabilidad de los bancos está bajo presión por bajos tipos de interés, algo que preocupa a los supervisores. Pero los tipos también ayudan a los bancos porque la gente paga sus créditos y las entidades se financian a bajos tipos de interés”. La guerra, como decíamos, está servida.