Los pescantes de La Gomera suponen un ejemplo sólido y palpable del carácter emprendedor de los habitantes de esta Isla y de su capacidad para prosperar por complicadas que sean las circunstancias a las que deban enfrentarse. En La Gomera llegaron a existir cinco de estas estructuras, de las cuales una estuvo situada en Agulo, dos en Vallehermoso y otras tantas en Hermigua. En este último enclave es donde se encuentran los vestigios más importantes de pescantes.
El presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo Curbelo, considera conveniente que las nuevas generaciones conozcan la evolución de un sector tan sensible para la Isla como es el de las comunicaciones marítimas. Explicar las circunstancias que rodearon el paso de las falúas a las embarcaciones rápidas y de gran capacidad. En este recorrido histórico varios han sido los puntos de inflexión. Uno de ellos, sin duda, fue la construcción de los pescantes y otro la conexión entre La Gomera y Tenerife a través de Los Cristianos por medio de ferries. Ahora el reto inmediato es retomar la línea interior que uniría Valle Gran Rey, Playa de Santiago y San Sebastián. Un paso que Curbelo espera que se dé lo antes posible.
La importancia de los pescantes puede ser calificada de capital en cuanto permitieron dar un significativo espaldarazo a la economía insular y sacar a La Gomera de su aislamiento. Prueba de ello es que antes de su construcción en los embarcaderos de Hermigua apenas se podían cargar unos 400 bultos en dos días, siempre y cuando las condiciones del mar fueran favorables. Sin embargo, desde el mismo momento de su puesta en marcha se llegaron a embarcar hasta seis mil bultos al mes. De forma simultánea la Isla se iba subiendo poco a poco al tren del progreso y de los adelantos técnicos tales como el alumbrado público, telégrafo, teléfonos o barcos a vapor, entre otros milagros de la ingeniería. Desde el punto de vista técnico, y a grandes rasgos, los pescantes consisten en una estructura con varios apoyos que terminan en un gran voladizo que se sitúa sobre el mar.
Hasta el momento de su construcción, a finales del siglo XIX, La Gomera apenas contaba con algunos fondeaderos que permitían el cabotaje insular y el tráfico de mercancías y pasaje entre un pueblo y otro. Hay que tener en cuenta que el puerto de San Sebastián, como tal, no estuvo culminado totalmente hasta mediados del siglo XX. Por lo tanto, los fondeaderos eran el único medio al que se podía recurrir para sacar de la Isla los cultivos de exportación que en aquella época básicamente eran el plátano y tomate. Acababa un ciclo económico dominado por la cochinilla y comenzaba otro nuevo.
Para adaptarse a los importantes retos que traía consigo el progreso se planificó la construcción de los pescantes. Los precedentes más inmediatos eran las estructuras metálicas empleadas en ciertos embarcaderos voladizos situados en el Norte de España, utilizadas para transportar el mineral que se extraía de las explotaciones mineras. Como por ejemplo, el que se construyó en la localidad cántabra de Castro Urdiales para extraer el hierro de las minas de Dicido.
Por aquellos años las compañías inglesas mostraban un significativo interés en comerciar con el plátano y el tomate, una oportunidad que no pasó desapercibida para la pequeña burguesía insular que comienza a invertir y arriesgar su capital en la construcción de los pescantes. El reto era importante. Implicaba un significativo desembolso económico por las dificultades técnicas que traía consigo, acrecentadas aún más por la complicada orografía de la Isla.
La historiadora Gloria Díaz ha estudiado en profundidad todo lo referente a los pescantes y a las circunstancias que rodearon su construcción. Esta profesora universitaria es la autora del libro Pescantes de La Gomera. Testimonios de la Arqueología Industrial de Canarias, considerada la investigación más completa que se ha llevado a cabo sobre este asunto. La estudiosa relata que la principal e inmediata dificultad a la que se tuvieron que enfrentar los constructores fue la manera de transportar los materiales.
Como significativa anécdota, Díaz recuerda que por aquellos años se decía que se tardaba más en llevar a un enfermo desde Vallehermoso hasta San Sebastián por el camino a través de La Cumbre que trasladarlo en barco de San Sebastián a Garachico. Lo que pone de manifiesto la precariedad de las comunicaciones y de la red viaria existente en aquel momento y que no iba a mejorar hasta mitad del pasado siglo.
El transporte de los materiales se tuvo que realizar por mar, caminos y veredas, lo que supuso un esfuerzo sobrehumano. Pero vistos los resultados aquella epopeya valió la pena. Una vez construidos los pescantes, La Gomera dio un paso decisivo en su incorporación a la modernidad y al avance económico. Excepto algún caso puntual, los auténticos artífices y promotores de este logro fueron en su mayoría gomeros que habían emigrado a Cuba donde habían prosperado. A ellos se unieron otros propietarios rurales relacionados con el cultivo y exportación del plátano y el tomate y algunos vecinos con cierta capacidad económica.
La fórmula utilizada fue la constitución de sociedades con nombres como La Unión, El Patriotismo o El Porvenir. Basta mirar estas impresionantes estructuras, o lo que queda de ellas, para percatarse de la enorme dificultad técnica que supuso su culminación y más aún en unos tiempos en los que la ingeniería, tal y como hoy la conocemos, daba sus primeros pasos. Díaz cita anécdotas como que los trabajadores del pescante de Hermigua echaban bicarbonato en grandes cantidades cuando la marea estaba baja para que el fraguado de los cimientos fuese más rápido. De los dos pescantes que hubo en este municipio, el que se ve en la actualidad en realidad nunca llegó a terminarse y el otro, que había sido edificado anteriormente a treinta metros de distancia, logró estar operativo durante décadas.
Este último estaba conformado por una estructura metálica, tipo mecano, cuyas piezas llegaron desde Inglaterra y fueron luego ensambladas sobre el terreno. Para la construcción de las pilas o prismas se contó con el apoyo económico de las casas exportadoras inglesas Wolfson y Fyffes. La influencia británica en aquellos tiempos y en este sector era tal, que por ejemplo, los trabajadores vestían como los operarios de los trenes ingleses.
Pero hubo más pescantes. En Vallehermoso todavía se pueden observar los vestigios del más antiguo de los que existieron en la Isla. Hasta nuestros días ha sobrevivido una parte de la edificación que rehabilitada sirvió durante un tiempo como centro de ocio y cultura, con restaurante incluido. Esta pionera infraestructura fue construida por Domingo García, un indiano retornado que invirtió sus ahorros en esta obra. En principio la estructura era de madera, motivo por el cual apenas duró dos años y acabó siendo arrasada por la fuerza del mar.
En vez de tirar la toalla este emprendedor optó por construir otro de mayor resistencia. García fue jefe del partido conservador en la Isla y un defensor a ultranza de la propiedad privada. Por ello, limitaba el uso del pescante exclusivamente a sus familiares, amigos y simpatizantes, lo que dio lugar a que el partido liberal, liderados por Antonio Fernández Armas constituyera una sociedad anónima llamada El Porvenir que se encargó de construir otro a 70 metros del anterior y del que también queda aún algunos restos.
En la construcción del pescante de Agulo jugó un papel destacado, Leoncio Bento Casanova, que entre otros cargos fue diputado nacional y consejero del Cabildo. A su labor política se le atribuye haber implantado el servicio de agua potable en el pueblo de Agulo, combatir la práctica indiscriminada del carboneo con el fin de proteger los montes y la fundación de la sociedad El Patriotismo que permitió la construcción del pescante en Piedra Rosa, del que aún quedan restos.
Su inauguración supuso todo un hito social del que se hizo eco la prensa provincial. Igualmente, se llevó a cabo en este pueblo un transportador, obra de ingeniería complementaria al pescante a estilo de un teleférico, con el fin de salvar los tres kilómetros de distancia que había desde La Erita hasta el punto en el que se tenía que llevar la fruta y otras mercancías para su embarque. En Hermigua existió igualmente otro transportador acometido por la exportadora británica Fyffes Limited que también se había encargado de construir el de Agulo.
En la segunda mitad de la década de los años veinte del pasado siglo, los exportadores hermigüenses, llevados por la euforia reinante, apostaron por un proyecto más ambicioso: hacer otro pescante mayor de 150 metros de largo que en teoría iba a permitir operar a más distancia de la costa y así garantizar un mejor rendimiento.
Sin embargo, factores externos como la caída de los cultivos y el cierre de los mercados receptores debido al desplome económico del 29, la guerra civil española y la competencia de otros países, frenaron esta importante obra, de la que sólo se logró ejecutar cuatro prismas de los seis proyectados.
El declive de estos gigantes de hierro, madera y argamasa, se verá acelerado aún más por la terminación de la carretera del norte, y la consiguiente mejora en las comunicaciones, y la finalización del puerto de San Sebastián. El mantenimiento se hace gravoso y se van deteriorando con el tiempo. El pescante de Agulo es destruido por un temporal en abril de 1954 y ocho meses más tarde, el 13 de diciembre del mismo año, sucumbe el de la sociedad El Porvenir, de Vallehermoso por idénticos motivos. En el caso del pescante de Hermigua, no fueron las causas naturales las que sentenciaron su desaparición sino que fue la propia empresa la que determinó su desguace por falta de operatividad y por el coste de mantenimiento.
Así finaliza el ciclo de los pescantes gomeros que contribuyeron de forma importante al desarrollo económico del norte de la Isla en la primera mitad del siglo XX. Desde entonces la imagen de estas monumentales columnas emergiendo desde un mar enfurecido, se ha convertido en una de las principales postales turísticas de la Isla.
La profesora considera que estas piezas constituyen “vestigios importantes del patrimonio industrial, que hablan del talante emprendedor y del afán de superación del gomero para salir adelante. Buena prueba de ello son también los miles de bancales construidos piedra a piedra desde los fondos de los barrancos hasta las medianías altas para cultivar la tierra de su difícil orografía”.
Sobre el futuro uso que se les debe otorgar a estas estructuras, Díaz “propone su puesta en valor”, de manera que se podría diseñar una ruta de pescantes para dar a conocer a las nuevas generaciones todo el mundo que rodeó su construcción, funcionamiento e importancia, tanto desde el punto de vista histórico como económico. En la medida que sea posible a los lugares de sus emplazamientos de paneles, mesas explicativas u otros recursos expositivos con textos e imágenes.
Apunta la idea de realizar algún centro de interpretación, próximo a los entornos de los pescantes, aprovechando algunos de los talleres de empaquetados cercanos o el edificio de salida de uno de los transportadores, que pueda servir a la vez de recurso turístico y cultural. Para este fin existen numerosos objetos que aún se conservan y se dispone de un importante fondo fotográfico que podría ser utilizado.
La formación política Agrupación Socialista Gomera (ASG) que conforma el grupo mixto en el Parlamento canario ha presentado enmiendas a los presupuestos con el fin de poder contar con fondos para rehabilitar los pescantes de Hermigua. Además, el convenio de Estrategia de Mejora de Espacios Turísticos suscrito en su día entre diversas administraciones, entre las que está el Cabildo, contempla un millón de euros destinados a las medidas de seguridad y zona dotacional de esta estructura.
Reportaje remitido por el Cabildo Insular de La Gomera