Las elecciones autonómicas en Galicia y en el País Vasco, que los principales partidos situaron en el horizonte como el acontecimiento que ayudaría a desencallar el bloqueo político, no han supuesto un gran vuelco. El PP reafirma su dominio absoluto en Galicia y su candidato, Alberto Núñez Feijóo, se convierte en la figura más relevante del futuro de este partido. Iñigo Urkullu, el candidato del PNV, revalida con facilidad su primera posición, y mirará hacia los socialistas en busca de un pacto que le dé estabilidad. El PSOE sufre en las dos comunidades un duro retroceso y Pedro Sánchez resulta más debilitado en la guerra interna de su partido.
El Partido Popular ha logrado nuevamente la mayoría absoluta en un territorio históricamente favorable, como Galicia. Por muy previsible que fuera esta victoria, sin embargo, adquiere especial relevancia por un doble motivo. Mariano Rajoy se ve reforzado en su reivindicación para formar un Gobierno con unos resultados especialmente buenos para el PP en un momento en que los casos de corrupción asedian al partido. Y sobre todo, Alberto Núñez Feijóo, que había apostado su continuidad a obtener de nuevo suficientes votos como para poder gobernar en solitario, emerge como un político clave cuando llegue el momento de plantear la sucesión en la formación conservadora.
Núñez Feijóo ha obtenido más del 48% de los votos y 41 escaños, 3 más de los necesarios para la mayoría absoluta.
Los socialistas no han logrado frenar el avance de En Marea, la coalición en la que se integra Podemos, aunque la distancia entre ambas fuerzas no ha sido tan amplia como anticipaban algunos sondeos al principio de la campaña. Aún así, el retroceso socialista es considerable: pasan de los 18 escaños que obtuvieron en 2012 a 14 escaños. El candidato del PSdeG, Xoaquín Fernández Leiceaga, fue una apuesta directa de la actual dirección del PSOE, que se volcó en apoyarle en el proceso de primarias y durante toda la campaña. Sus opciones de gobernar una amplia coalición de izquierdas, consolidada la mayoría absoluta del PP, son inexistentes.
La victoria del PP en Galicia, con una mayoría absoluta que se ha convertido casi en un fenómeno único en la fragmentación actual de la política española, no contribuirá a desbloquear la situación política en el escenario nacional, pero será utilizada por Mariano Rajoy para airear la fortaleza del Partido Popular y acrecentará la sensación de que, en unas hipotéticas terceras elecciones generales, los resultados de este partido podrían ser incluso mejores que los del 26-J.
En el País Vasco, Iñigo Urkullu, con una campaña templada y alejada de posiciones independentistas radicales, mantiene al PNV como la fuerza indispensable para gobernar el País Vasco. No logra la comodidad que proporciona la mayoría absoluta, pero con 29 escaños -dos más que hace cuatro años- dispone de la proporción suficiente para facilitar su investidura. Mirará, en busca de un Gobierno estable durante la nueva legislatura, hacia su socio tradicional en muchas instituciones de esa comunidad autónoma: El Partido Socialista de Euskadi. Ese es el único argumento -el de convertirse en una fuerza necesaria- que podrá esgrimir la candidata del PSE, Idoia Mendia, para justificar un resultado que es muy malo en términos absolutos. Los socialistas son la cuarta fuerza en el País Vasco, con 9 escaños (7 menos que en 2012) y se han visto superados con creces no solo por la izquierda abertzale de EH Bildu sino por Podemos.
El País Vasco vuelve a demostrar que es un ecosistema en sí mismo, ajeno a las claves de la política nacional. A pesar de que la justicia prohibiera finalmente la candidatura de Arnaldo Otegi, la gran esperanza de EH Bildu, la izquierda abertzale ha obtenido 17 escaños y resiste como segunda fuerza política.
El Partido Popular ha retrocedido un escaño respecto a los 10 que obtuvo en 2012. Su candidato, Alfonso Alonso, incorporado a última hora a la competición y a regañadientes, ha intentado aguantar el tipo con un discurso frentista similar al que protagonizó históricamente Jaime Mayor Oreja, en el que se presentaba como la única fuerza constitucionalista en el País Vasco.
En cualquier caso, el PP nacional daba por descontado este retroceso. Su victoria, la que ondeará a partir de hoy mismo y en los próximos días, será la de Galicia. Y el PSOE, constante en su deterioro electoral, procurará pasar página inmediatamente ante estos resultados. Pedro Sánchez emprenderá de inmediato su intento por construir una alternativa de Gobierno a la del PP, en la que muy pocos creen, mientras hace frente a la oposición interna a tumba abierta que los dirigentes territoriales críticos del partido han puesto en marcha.