La celebración del día internacional de la mujer rural tiene un especial significado en islas como La Gomera, seguramente por ser un lugar en el que esta figura ha ocupado un puesto destacado en la vida económica, social y familiar. Históricamente, la mujer gomera ejerce de trabajadora y madre a la vez en un ámbito tan duro como el mundo rural o el pesquero, sin esperar demasiado a cambio.
El presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo Curbelo, dice que nunca serán suficientes los homenajes que se hagan a las mujeres de La Gomera, a las que considera los auténticos pilares de la sociedad insular. “En ellas se da la doble vertiente de garantizar el cariño y la educación a los hijos y además trabajar para sacar a la familia adelante”. Esta celebración apenas tiene lugar desde hace nueve años y en su edición de 2013, el Gobierno de Canarias, eligió el municipio de Vallehermoso para llevarla a cabo.
En los últimos años se han dado pasos decisivos como fue la aprobación de la ley de registro de titularidad compartida de propiedad agraria. La importancia de esta norma es que otorga los mismos derechos y deberes a mujeres y hombres y permite que ambos aparezcan como propietarios conjuntos de las explotaciones. Hasta ese momento las mujeres tenían que aparecer como “cónyuges” en la categoría de ayuda familiar.
Como ejemplo, aquí están dos historias de gomeras unidas por el hilo umbilical de haber luchado con valentía para hacer frente a unas vidas que no han sido precisamente fáciles. Una de ellas procede del mundo rural y la otra del pesquero. Aunque haciendo una pirueta al diccionario ambas se consideran rurales.
De Milagros Santos Negrín se puede decir que es una de esas emprendedoras que tiene la suficiente experiencia a sus espaldas como para saber disfrutar del lugar que ha elegido para vivir; su Isla natal y más concretamente Arure. El día internacional contó diversos aspectos de su vida en un sencillo acto celebrado por el colectivo Gara. Recordó como en 1964 partió para Venezuela reclamada por su madre que había emigrado unos años antes. Su periplo de ida y vuelta lo resume de una forma expresiva: “me fui en barco y volví en avión”. Elocuente manera de dejar claro el progreso de aquellos tiempos.
En la década de los años setenta del pasado siglo retornó a La Gomera con sus hijos. Aquí montó una empresa de transporte en la que ocupaba un segundo lugar tras su marido, porque según dice “en aquellos tiempos yo casi no tenía nombre”. Cuando cumplió el medio siglo decidió cambiar de actividad y tomarse la vida con más tranquilidad. Pero en todo este tiempo nunca dejó la agricultura con la que ha estado vinculada por tradición familiar. Tal vez por ello al final eligió poner una tienda de productos típicos y propios de La Gomera, sobre todo el vino con denominación de origen. El nombre que primero eligieron para este producto fue El Tambor y el motivo porque según dice esta palabra era fácil de pronunciar para los extranjeros.
Como suele ocurrir cuando el esfuerzo es sincero y continuo, poco a poco su nueva empresa empezó a obtener reconocimiento. Curiosamente, entonces las tornas dieron la vuelta; ahora era ella la que aparecía en primer lugar y su marido en segundo. Desde 2009 han ganado diversos premios tanto con esta clase de vino como con otro que llaman Viñacheo, en referencia al nombre de su marido: Cheo, de quien dice que le apoya y ayuda en todo lo posible. Santos Negrín asegura que defiende a capa y espada los productos de la tierra y no entiende que la gente pregunte por los de otros lugares. “Todos tenemos que darnos cuenta de que estamos obligados a apoyar nuestros vinos, mieles… eso es lo que vendo en mi tienda que está hecha a la vieja usanza”, indica.
Esta mujer se considera muy orgullosa de sus orígenes rurales, de tener iniciativa y ser emprendedora. “En realidad lo único que soy es una mujer inquieta a la que le gusta hacer muchas cosas”. Aunque no cualquiera. Indica que si quisiera podría ganar más dinero pero que prefiere apoyar a La Gomera y a sus productos. No alberga duda alguna de que efectivamente la mujer del campo de la Isla se merece todos los homenajes habidos y por haber, “porque nuestra vida ha sido muy dura”.
Su inquietud le lleva también a otros terrenos que no son sólo la agricultura o la venta de productos. Dice que es raro el día en el que no encuentran un huequito para leer un libro. “Así estoy al tanto de lo que ocurre y puedo participar en cualquier conversación sin meter la pata”. De su madre y abuela recuerda que llevaron una vida muy dura y totalmente diferente a la que existe hoy en día.
Sin embargo, acto seguido añade que muchas veces añora aquellos tiempos por la tranquilidad que había o por hechos como que a la palabra se le daba el mismo valor que a un contrato firmado. “Era una época en la que alguien le podía vender algo a quien fuera que si daba su palabra entonces todo estaba ya decidido porque la palabra valía muchísimo”. También recuerda el concepto del respeto que existía, especialmente a los mayores y añade que “sin respeto no se llega a ninguna parte”.
Patrona mayor
En el caso de Coromoto Ramos se dan varias particularidades a la vez: es una mujer de mar pero se considera rural. Lleva toda la vida relacionada con el mundo de la pesca pero no le gusta comer pescado y además jamás se ha dedicado a capturarlo. Ramos ha pasado toda su vida en Valle Gran Rey y más concretamente en el barrio de Vueltas, lo que inmediatamente crea una relación estrecha e indisoluble con el mar. Ella se siente muy orgullosa de ejercer de patrona mayor de la cofradía de Pescadores de este municipio. Su familia posee dos embarcaciones con las que han logrado salir adelante. Porque al contrario de muchos de sus vecinos no es propietaria de apartamentos para alojar turistas.
Ellos han preferido apostarlo todo a una única carta: el mar. Con la perspectiva que da el tiempo cree que su vida no ha sido fácil, “porque nada es gratis, todo hay que trabajarlo y todo hay que ganárselo a veces con más esfuerzo y a veces con menos”.
Aunque en su momento fue cocinera siempre se ocupó de comercializar el pescado que recogía su familia. Y ahora después de su prejubilación todavía tiene más tiempo para ayudarles. Cree que la pesca en La Gomera cada vez va a peor ¿el motivo? la falta de vigilancia y de control para hacer cumplir las leyes. “Aquí mucha gente hace y deshace lo que le da la gana. No les importa que esté prohibido”, indica en relación a la falta de vigilancia sobre los pescadores furtivos.
Recuerda que desde hace años piden la puesta en marcha de la Reserva Marina, y que incluso hasta el propio Cabildo de La Gomera se ofreció y comprometió a poner el personal necesario y la cofradía a pagar el combustible y de esta manera poder llevar a cabo las labores de vigilancia. Pero el Estado finalmente no ha acabado por ponerla en marcha apelando al tan recurrido argumento de la crisis. Y es todas las aguas que rodean a La Gomera tienen consideración de exteriores, con lo cual están bajo la competencia directa del Gobierno central.
Señala que la diferencia entre la actividad pesquera actual y la de antes es “abismal”. Básicamente porque hace años practicaban la pesca únicamente con un cordel acabado en anzuelo. Más artesanal imposible. Sin embargo, en la actualidad han proliferado las artes expresamente prohibidas como son el trasmallo, palangres o nasas. El resultado es que los recursos pesqueros se han esquilmado y difícilmente se puede atender la creciente oferta turística de Valle Gran Rey.
En este entramado ella se encarga de vender el pescado o como lo define con sus propias palabras, de “darle la vuelta”; que no es otra cosa que llevarlo al punto de primera venta y allí intentar darle salida. Normalmente vende la totalidad de lo capturado. Considera una especie de obligación moral ayudar a su marido y a sus hijos que son los que pasan el día en las embarcaciones. “Lo que no voy a hacer es estar en tierra triste y de brazos cruzados. A mi no me importa hacer lo que hago porque me encanta”. Eso sí, aunque no se considera feminista ni machista, tampoco duda en asegurar que el papel de la mujer es mucho más duro que el del hombre.
“Nosotras tenemos que sacar adelante a una casa y a los hijos. La mar desde luego que es muy fuerte porque allí tienen que aguantar sol, viento y lluvia pero la mujer lo engloba todo: trabajo, ser el pilar de la casa y cuidar a los hijos”. Recuerda con cariño el acto celebrado el otro día en el Club Junonia de San Sebastián. Durante unas horas las mujeres allí presentes se dedicaron a intercambiar experiencias de unas vidas que coinciden en no haber sido precisamente fáciles. La conclusión con la que volvió a su casa es que “para nosotras todo es más complicado que para un hombre. No sé por qué pero siempre nos enfrentamos a todo tipo de trabas”.
Reportaje remitido por el Cabildo Insular de La Gomera