EFE.- En la misma cúspide de la isla de La Gomera, en el mítico y legendario Alto de Garajonay a 1.487 metros de altitud, los primeros gomeros edificaron un doble recinto ritual con aras de sacrificio en los que sacrificaban animales para pedir lluvia a las Pléyades, entre otros ruegos.
El historiador Miguel A. Martín ha indagado en la cosmovisión de los antiguos gomeros en un artículo en el que precisa que estas aras on construcciones muy elementales de piedra seca, cuya parte esencial está constituida por unas pequeñas cavidades donde hay evidencias arqueológicas relacionadas con el fuego y la incineración de animales.
Las del Alto de Garajonay son de una tipología insólita en la isla, con un perímetro de grandes rocas que envuelve otro de menores dimensiones y en cuyo interior se crearon pequeñas estructuras de combustión, mientras que el conjunto inferior es más austero, de piedras más pequeñas y separada de la otra por unos 40 metros de distancia.
En ellas se quemaban como ofrenda animales tipo ovicápridos, cerdos y peces, así como vegetales de granos de cebada, dátiles y gramíneas silvestres, explica Miguel A. Martín, que también es el director de la revista «Iruene».
Alto de Garajonay era un lugar adecuado para construir un puente entre la realidad y la espiritualidad al poner en contacto la tierra con el cielo a través de la orografía y de los cuerpos celestes, pues la vista es imponente, abierta al infinito y con las referencias permanentes de las islas de Tenerife, La Palma y El Hierro.
Pero además, explica el historiador, los antiguos gomeros reconocieron en la posición de determinadas estrellas y su vínculo con la topografía «una doble señal para ajustar el tiempo».
Así, desde Alto de Garajonay la aparición de las Pléyades se producía por detrás del Pico Teide en los primeros siglos antes y después de Cristo, desplazándose por la silueta montañosa del norte de Tenerife con el paso de las centurias.
Su orto helíaco sucedía a mediados de octubre al oscurecer y a mediados de mayo al amanecer, coincidiendo con el período de lluvias y el calendario agrícola del cereal en Canarias, una de las llaves simbólicas de la subsistencia.
El horizonte estaba «lleno de señales reveladoras», pues en la segunda semana de mayo durante el crepúsculo coinciden un muestrario de estrellas significativas: los ortos de Vega y Rigel Kent y los ocasos de Sirio y Capella por las cumbres de La Caldera de Taburiente en La Palma, momento del orto helíaco de Las Pléyades y del inicio de la campaña de la siega del cereal.
Asimismo en el solsticio de invierno el Sol se oculta por detrás de la isla de El Hierro, mientras que el Lunasticio de invierno se produce cuando la Luna llena surge por la base del Teide, hecho que acontece cada 18 años.
«Y ¿qué sucede desde la estructura inferior situada a 40 metros hacia el sur? Se puede observar perfectamente una doble sincronía muy precisa, la Osa Mayor entrando por la esquina de la propia montaña de Garajonay y Las Pléyades despuntando por el Pico Teide a la vez, durante el crepúsculo a mediados de octubre», precisa.
Esta causalidad es lo que explica la presencia de esta segunda estructura en ese lugar tan preciso y a priori desconcertante de la ladera, añade el investigador.
La primera de las fechas expresadas (mediados de octubre) anuncia la pronta llegada de las precipitaciones más abundantes en Canarias que regará los campos y hará brotar la nutritiva hierba alimento del ganado y dará el arranque de la temporada de la sementera y en esos momentos desde el Alto de Garajonay se procedía a la combustión de algún animal o vegetal como parte de un rito con los dioses.
La segunda fecha (mediados de mayo) coincide con el final del período de lluvias en Canarias y el inicio de la recolección del cereal y en esos momentos los indígenas gomeros agradecían la protección de sus pastos y cultivos a los espíritus de las deidades.