Carlos Sosa.- El PSOE canario ha pasado de ser la víctima a ser el verdugo. Los desprecios y las deslealtades que ha venido sufriendo estos dieciséis meses se han ido transformando milagrosamente en una de las armas con las que desnudar a Coalición Canaria en la plaza pública y en los foros políticos, sociales, económicos y mediáticos. Ese socio débil y sumiso que todo lo soportaba para mantenerse al calorcito del poder está activando con sus propias manos la bomba que le terminará estallando debajo de la poltrona a Fernando Clavijo en cuestión de semanas. O días. El tiempo justo que tarde en fraguar una alternativa política solvente (aunque compleja) que destrone al presidente de Canarias y lo tueste en su propio caldo. El tiempo necesario para que en Madrid le cuajen a Rajoy dos o tres acuerdos más con el PSOE (e incluso con Nueva Canarias) que le permitan sacar adelante unos presupuestos decentes para garantizarse un primer año de legislatura moderadamente tranquilo.
El espectáculo de este lunes de los dos socios mirándose a la cara durante tres horas en la mesa de seguimiento del pacto para no llegar a ninguna parte, como si de una mala partida de póker mentiroso se tratara, no es más que el reflejo de lo que ambos necesitan: ganar un poco de tiempo.
Pero son dos lapsos muy dispares, dos jugadas bien distintas. Clavijo creía hasta ahora que el PP (con Casimiro Curbelo guardando el flanco gomero) no la iba a fallar, que era cuestión de tiempo desalojar al PSOE con la traición a la Ley del Suelo. Pero las tornas han cambiado en cuestión de días. Ahora es el presidente el que necesita más tiempo, llegar en el machito hasta marzo, a su congreso nacional de CC, para tratar de saltar del liderazgo tinerfeño al liderazgo regional (nacional en su argot). Y hacerlo con esa tropa de estómagos calentitos jaleando a las masas desde sus puestos en la Administración autonómica. Y con los medios de la Administración autonómica trabajando a su favor, como hizo siempre con el Ayuntamiento de La Laguna mientras fue su alcalde.
Ya no es Patricia Hernández, la vicepresidenta, la que tiene prisa. Habiéndose congelado gran parte de sus críticos dentro del partido y controlando la gestora regional impuesta coyunturalmente, ahora puede apostar fuerte por ser ella quien desaloje al socio desleal. No puede esperar al congreso regional del PSOE que, como muy pronto, se celebrará el próximo verano. Tiene que mover ficha ahora si no quiere pasar a la oposición. Su única opción es liderar un acuerdo tripartito. Una moción de censura como la que Manuel Hermoso le plantó en toda la cara a Jerónimo Saavedra. La venganza 23 años después.
Para el PP es muy tentador entrar a gobernar con CC y sacar adelante proyectos como la Ley del Suelo, tan aclamado por un sector del empresariado ávido de devorar más territorio y tener manga ancha para los “grandes proyectos estratégicos que esta tierra necesita”. Fue siempre la opción favorita de Asier Antona, su presidente regional, un frente de centro derecha que le permitiera recuperar aquellos años de gloria soriana que los nostálgicos ya echan de menos. Pero Clavijo no puede echar al PSOE sin tener un problema con su ala progresista y Antona depende de lo que le diga Génova, que no está para experimentos regionales que puedan incomodar al PSOE, incluso a Nueva Canarias. El voto de Pedro Quevedo y los 85 votos del Grupo Socialista frente al voto de Ana Oramas. No hay color.
La otra oferta que Antona tiene sobre la mesa, cada vez más consolidada, de alcanzar un acuerdo a tres bandas con el PSOE y Nueva Canarias, con al menos la abstención de Podemos, no sólo tiene buenos números parlamentarios, sino que además es la que más sintoniza ahora mismo con la sociedad canaria.
El espectáculo que están dando los de CC, asaltando ayuntamientos como si fueran bancos del lejano Oeste; engañando a su socio en cada consejo de gobierno, cambiando decretos y acuerdos como si fueran vulgares trileros; montando guerras políticas infames con las carreteras, la sanidad o los fondos de empleo; desvencijando la radiotelevisión pública; incendiando los cabildos propios y ajenos; repartiendo fondos autonómicos (los de IGTE) con criterios puramente partidistas en vez de aliviar los efectos de los recortes del último quinquenio, e imponiendo una nueva ley del suelo que solo gusta a un sector muy concreto del empresariado canario, han dado lugar a la unanimidad: Fernando Clavijo y los suyos tienen que marcharse. Y a ser posible, antes de fin de año.
El presidente ha logrado lo que parecía imposible: hacer buenos a todos sus antecesores y poner de acuerdo a oposición, sindicatos, Universidades, un amplio sector de los empresarios, gran parte de los medios informativos y, lo que es más significativo, a un buen puñado de sus socios (palmeros, herreños, majoreros y conejeros) en que ha llegado el momento oportuno de mandar a Coalición Canaria a la oposición. Este presidente ha conseguido en poco menos de año y medio, con el insularismo más recalcitrante por bandera, cargarse todo el trabajo cohesionador que hizo su antecesor, Paulino Rivero y, a su modo, Adán Martín con aquel sueño del eje transinsular de infraestructuras, por mencionar solamente el trabajo de los dos últimos presidentes, ambos de su partido. Tras su breve paso por el Gobierno, Clavijo dejará a Coalición Canaria sin poder y con una seria amenaza de desintegración. El momento es muy tentador para sus adversarios y muy delicado para él.
*Director del periódico digital Canariasahora.com