EEUU va por mal camino con China. Es el mensaje que Pekín ha enviado este viernes al futuro gobierno del presidente electo Donald Trump, a través de sus medios oficiales. Después de que el candidato a secretario de Estado Rex Tillerson amenazara en su audiencia de confirmación con bloquear el acceso de China a las islas artificiales que este país construye en aguas en disputa en el mar de su sur, la prensa estatal advierte que esa posibilidad desataría una “confrontación”.
“La animosidad de Tillerson contra China pinta mal si se materializa”, advierte el periódico China Daily .“No merece la pena tomar seriamente esos comentarios porque son una mezcolanza de ingenuidad, miopía, prejuicios sobados y fantasías políticas irreales. Sería un desastre si decide aplicarlos en el mundo real”.
El diario acusa al aspirante a jefe de la diplomacia estadounidense de poca profesionalidad y de ignorancia de los principios más básicos de la relación bilateral entre las dos principales potencias del mundo. Si verdaderamente se propone impedir el acceso a las islas artificiales, “abriría el camino a una confrontación devastadora entre China y EE. UU.”.
Más beligerante aún es el diario “Global Times”, que generalmente tiende a posiciones muy nacionalistas en política exterior. Este periódico habla directamente de la posibilidad de una “guerra”.
“Si el equipo diplomático de Trump forja las futuras relaciones chino-estadounidenses como está haciendo ahora, más vale que ambas partes se preparen para un enfrentamiento militar”, sostiene.
En su declaración ante los senadores, Tillerson había comparado la construcción de los siete islotes artificiales chinos en aguas en disputa en el mar del sur de China con “la toma de Crimea por parte de Rusia” en perjuicio de Ucrania.“Vamos a tener que mandar a China una señal clara de que, primero, se ha acabado la construcción de islas y, segundo, tampoco tu acceso a esas islas tampoco se va a permitir”.
Los explosivos comentarios del exejecutivo petrolero marcan una aparente ruptura con la política previa de EE. UU. Hasta ahora, Washington aseguraba que defendía la libertad de navegación -la Administración Obama aprobó varias patrullas en aguas cercanas a los islotes- , pero no se pronunciaba sobre las disputas territoriales que implican a seis países de la zona.
Durante la campaña electoral, Trump nunca llegó a mencionar la posibilidad de un bloqueo. Pero en los tuits que se han convertido en parte de su imagen de marca, el presidente electo -que ha planteado la posibilidad de un acercamiento a Taiwán, ha acusado a Pekín de manipular su divisa y ha amenazado a China con imponerle aranceles del 45%- sí ha criticado la actividad de construcción china en las islas.
Inicialmente la respuesta oficial del Gobierno chino fue diplomática y se limitó a expresar por boca del portavoz del Ministerio de Exteriores, Lu Kang, la necesidad de que los dos países mantengan su cooperación, con la aparente esperanza de que la próxima administración muestre otro parecer tras la investidura.
“El público estadounidense no tiene ningún apetito por ver a sus compatriotas morir en una guerra en el mar del sur de China”, apunta el analista Victor Gao, director de la Asociación Nacional China de Relaciones Internacionales.
Pero no cabe duda de que China se mostrará mucho más firme si la administración entrante mantiene sus posiciones más allá de la toma de posesión el 20 de enero. Para Pekín, la soberanía y el territorio son intereses clave que justifican su defensa por la fuerza.
El presidente Xi Jinping tampoco querrá dar ninguna apariencia de debilidad. 2017 es un año clave para la política china: el próximo otoño se renovarán los principales organismos de poder en la gran reunión quinquenal del Partido Comunista, donde los diferentes grupos de poder aspiran a sacar la mayor tajada posible del pastel y todos están en guardia para aprovechar posibles fallos rivales.
Aunque para ambas partes puede ser complicado hacer cumplir sus advertencias. El bloqueo de siete islotes, siete masas terrestres diferentes, a miles de kilómetros de territorio propio es una tarea complicada. Especialmente toda vez que Filipinas, el país más cercano a las islas y otrora el gran aliado de EE. UU. en la zona, ha decidido bajo el mando de su presidente Rodrigo Duterte acercarse a la órbita china.
Para China tampoco sería el mejor momento para implicarse en un conflicto. Aunque la modernización avanza a marchas forzadas, se encuentra en plena reestructuración de sus fuerzas armadas y sus equipos aún no están a la altura del poderío militar estadounidense. Aunque construye otro, su único portaaviones por el momento, el “Liaoning”, es un buque remozado de propiedad originalmente ucraniana.
Un deterioro de los lazos tendría también consecuencias económicas nefastas. Ya este viernes, Pekín anunciaba la segunda contracción anual consecutiva de sus exportaciones, algo que atribuía a las actuales tendencias proteccionistas de las que Trump es abanderado.
“La tendencia antiglobalización se hace cada vez más evidente y China es su mayor víctima”, declaró el portavoz de las Aduanas chinas Huang Songping, citado por Reuters. “Prestaremos mucha atención a la política de comercio exterior una vez que Trump asuma la presidencia”.
Con todo ello en mente, los medios oficiales chinos también han querido lanzar un mensaje conciliador. En un comentario, la agencia de noticias Xinhua recordaba que el mercado chino está detrás de 2,6 millones de puestos de trabajo en EE. UU., y este país es el tercer comprador de los bienes y servicios estadounidenses.
“Una relación bilateral más fuerte eleva la confianza necesaria para atajar los desafíos globales, incluido el terrorismo y una contumaz ola de antiglobalización, de cuyo surgimiento en parte tiene EE. UU. la culpa”, apunta Xinhua.