El Partido Popular entronizó anoche en Infecar a Asier Antona como su tercer presidente en Canarias, tras el mandato de seis años de Bravo de Laguna -hoy en Unidos Gran Canaria- y dieciséis años de José Manuel Soria, retirado a la fuerza del primer plano político y dedicado a asesorar inversiones internacionales. Antona es el primer presidente no grancanario de su partido desde la creación de la gestora del PP en las Islas, en 1990. Más de un cuarto de siglo de mandamases grancanarios han condicionado en el PP un fenómeno similar, pero de menor peso, que el continuado efecto que la influencia tinerfeña de Coalición Canaria ha tenido en la política de las Islas. Enrique Hernández Bento, candidato frustrado a presidir el partido (de profesión actual sus reclamaciones), se opuso a que alguien que no tuviera pedigrí grancanario pudiera dirigir el PP. Eso sí, lo hizo antes de descubrir sus escasas posibilidades y apoyos, y sumarse entonces a la candidatura de la tinerfeña Tavío, lo que demuestra que la coherencia no es imprescindible para jugar a los juegos del poder.
Pero a lo que iba: Antona llega a la presidencia del PP -que anoche revalidó con una mayoría del 98,6 por ciento aún más aplastante que la que le convirtió en único candidato en liza- desde una isla menor, lo que es también una novedad, sobre todo porque Antona no solo es palmero de origen, sino que vive en La Palma, lo que demuestra lo mucho que ha cambiado esta región en los últimos años. Hace dos o tres décadas, la gente de isla menor que quería hacer carrera regional -en la política o cualquier otra actividad- tenía que desplazar su residencia a Tenerife o Gran Canaria. Eso ha cambiado: las Islas están hoy más conectadas -en todos los sentidos- de lo que lo estuvieron nunca antes. Se han regionalizado las comunicaciones, las redes y también los mercados, y la mayoría de los canarios se sienten hoy -además de hijos de su isla- miembros de una única región. Pasa también en los partidos: Antona ha construido el apoyo a su mandato integrando a la guardia grancanaria de Soria -su secretaria general es María Australia Navarro- e incorporando como coordinador regional del PP a un tinerfeño en ascenso, el actual alcalde del Puerto de la Cruz, Lope Afonso. Una y otro constituyen a partir de ahora dos patas del taburete con el que Antona quiere convertir al PP de nuevo en el partido más votado de las Islas. Tiene que encontrar un discurso que entierre sin ajuste de cuentas la autarquía soriana, y cree nuevos hábitos, basados en la participación y la integración de todos los que quieran sumarse. Debe activar al PP canario, sacudirle la caspa, perseguir sin tregua la corrupción, el despilfarro y los malos hábitos en su partido y las instituciones, depurar un censo de afiliados hipertrofiado y tramposo y diseñar una política clara de defensa de los intereses regionales, que sea compatible con los objetivos nacionales del PP, y con el electorado al que el PP representa. Debe centrar un discurso para las mayorías, propio de una derecha europea, abierta, y debe moverse con habilidad en el terreno pantanoso de los acuerdos de gobierno, evitar el bloqueo institucional y la inestabilidad, pero no vender gratis total sus apoyos. Y vigilar con atención lo que ocurre a su izquierda, un espacio donde el populismo galopa y contamina incluso al PSOE.
Es un hombre joven, en su mejor momento personal y político, que ha tenido la suerte de estar en el lugar adecuado en el momento preciso, y ha aterrizado en un partido dispuesto a respaldarle. Antona ha sido durante años, aunque ahora difumine esa pista, el segundo obediente de Soria. Ha llegado la hora de dejar de serlo: tiene que ser él mismo, ponerse los pantalones y ejercer.