«¡Parad el ‘Brexidio’!», podía leerse en una de las pancartas más sonadas. «Pienso, luego ‘brexisto'», ponía en otra. «No somos monedas de cambio», fue la consigna entre los inmigrantes europeos. «Los relojes se adelantan una hora, nosotros damos un paso atrás de 40 años», proclamaba el cartel más celebrado. En Madrid, británicos residentes en España y españoles replicaban la protesta, aunque en número mucho más reducido.
La comitiva española se congregó en la retaguardia. Entre ellos, Aratxu Blanco, 53 años, 27 de ellos en Londres, donde trabaja como conductora del metro, en la Northern line. «El país del que me enamoré ya no lo reconozco», admite Aratxu. «Hasta los que votaron por la permanencia se han plegado y dicen que hay que acatar la voluntad de la mayoría… El ambiente ha cambiado en muy poco tiempo para los que vinimos de fuera y nos sentíamos totalmente integrados. Ahora tengo que aguantar las bromitas, que si el tren para en Barcelona, que si tienes hechas las maletas, y en esta plan».
Aratxu es de las que se plantean si merece la pena quedarse, aunque quiere ser optimista y pensar que «todos los que estábamos ya aquí antes del miércoles no tendemos que irnos». Mariel Vilella, 37 años, tres años y medio trabajando en la ONG Zero Waste Europe, tiene la esperanza de que el ‘corte’ lo den en el 2019 y que se pueda finalmente quedar: «Ahora me siento como encarcelada, midiendo los días que paso en España, porque todo eso puede pesar en mi contra si pido la residencia».
Españoles en Reino Unido – Surviving Brexit da nombre al nutrido grupo de más de tres mil seguidores en Facebook. «La cifra que se baraja son 200.000, pero para mí que somos bastantes más», advierte Nacho Romero, cofundador del grupo junto a María Luisa Llorente y Luz Villarrubia. Los tres confían en una solución rápida, que tenga en cuenta «nuestra condición de ciudadanos y no de mercancías», pero expresan sus temores por ese 30% que no cumplen los requisitos de residencia y que pueden quedar marginados en el «trato» con la UE.
Expatriados, los nuevos indignados
La otra cara de la moneda son los expatriados, y hasta Londres -en la antesala del ‘MayDay’- han venido grupos de toda Europa, incluido Bremain in Spain, con la combativa Sue Wilson a la cabeza. «El Gobierno no está defendiendo nuestros intereses y ni siquiera quiere escucharnos», se lamenta Sue, que tomó el micrófono en la recta final de la manifestación masiva. «Imaginemos que tenemos que dejar un país por un voto del que fuimos excluidos, y que tenemos que volver a un país que no reconocemos, donde la esperanza de vida es menor y donde no podemos permitirnos alquilar o comprar una casa… Esa es es la perspectiva de miles de pensionistas británicos en Europa».
Los expatriados se trajeron al menos el sol. Por un día, y en una semana especialmente luctuosa, el cielo de Londres se tiñó del azul europeo y las estrellas amarillas volvieron a ondear ante el Big Ben, rodeado de decenas de miles de británicos y europeos en son de paz.
La consternación tras el atentado terrorista dejó paso este estallido postrero de solidaridad europea, a falta de cuatro días para el pistoletazo de salida del Brexit. Ante el enorme vacío dejado por los laboristas y por Jeremy Corbyn, la voz cantante la llevó el liberal-demócrata Tim Farron, que disparó a discreción contra la primera ministra…
«Theresa May ha dejado a Nigel Farage como un moderado con su viraje hacia el Brexit extremo… Pero no nos vamos a rendir. Algunos caerán en la desesperación cuando se active el artículo 50, pero el futuro aún no está escrito. Podemos darle la vuelta a esta oleada de populismo que nos están llevando en la dirección equivocada».
«Sí a Europa, no a Trump», podía leerse en la pancarta que llevaba Colleen Blackwell, funcionaria del Servicio Nacional de Salud (NHS), que vino desde Liverpool con una camisa mitad roya y mitad azul: «Estamos en una terrible encrucijada. Hemos decidido alejarnos del continente en el peor momento posible. Están desmantelando el estado del bienestar y virando hacia un modelo que deja desamparada a gran parte de la población. El Brexit es ahora la excusa para seguir avanzando hacia el «¡Sálvese quien pueda!»»
Abélard Dumont, francés de 42 años e ingeniero informático, acudió a la cita de Unidos por Europa con sus hijos gemelos y británicos de tres años -uno en cada hombro- unidos como hermanos siameses por la misma pancarta: «Queremos quedarnos»… «Ellos no entienden lo que está pasando y dudo mucho que algún día lo lleguen a aceptar. No somos conscientes de las barreras que se van a empezar a crear a partir de esta semana. Peor aún que el divorcio económico con Europa, va a ser el divorcio emocional«.