El PSOE de facto, el de toda la etapa democrática, rendirá ese domingo pleitesía a quien, para los dirigentes socialistas de las últimas décadas, se ha convertido en la esperanza blanca para que el principal partido de la oposición supere una de sus mayores crisis en casi 140 años historia: la presidenta de Andalucía, Susana Díaz.
Tres exsecretarios generales (Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba), dos exvicesecretarios (Alfonso Guerra y José Blanco) o dirigentes tan significativos y diferentes como Carme Chacón o José Bono acudirán juntos al acto para evitar más veleidades de la militancia socialista y dejar claro que su solución a los males del partido pasan por la dirigente andaluza.
al potencial político para respaldar a Díaz no se preveía en un principio, dándose por hecho que las ambiciones de la presidenta andaluza de liderar el partido iban a encontrar una alfombra roja al asumir Pedro Sánchez la Secretaría General. Pero Sánchez gustó muy poco tiempo al establishment del PSOE, aunque al principio, en sus primarias contra Eduardo Madina, lo consideraron el “mal menor” y, en todo caso, un líder reconducible.
Aquello duró poco y, por muy diferentes causas, Sánchez dejó pronto de gustar al eterno socialismo. Las diferencias con Díaz surgieron en meses y su liderazgo no iba a ser moldeable ni colegiado como algunos pretendían cuando le “prestaron” su voto frente al quien, en otra hora, se consideró el “izquierdista Madina”.
Sánchez, con muchos errores y algunos aciertos, empezó a hacer las cosas por su cuenta; y la operación se empezó a forjar contra él. Los barones sólo ponían palos en las ruedas y los esfuerzos del secretario general chocaban con la nueva coyuntura política y un partido que no lo quería al frente. El fracaso a las primeras generales como cabeza de cartel auguraban un final rápido de Sánchez, pero nadie contó con su resistencia numantina. La gota que colmó el vaso fue cuando, tras un nuevo mal resultado electoral en las segunda elecciones -aunque evitara el sorpasso a Podemos-, quiso intentar formar Gobierno con los de Pablo Iglesias y con fuerzas independistas. Díaz y los barones le cerraron el paso, y daban por hecho el fin de su liderazgo.
«No es no» y el final
Entonces, la cúpula del PSOE quiso quitar las riendas de inmediato a Sánchez pero se encontraron que el todavía secretario general tenía otros planes: decir “no” a facilitar el Gobierno de Mariano Rajoy –lo que aplaude la inmensa mayoría de las bases del partido-, y volver a presentarse a unas terceras elecciones.
Entonces, saltaron todas las alarmas, porque el “sentido de Estado” de los históricos socialistas se había instalado ya y había que permitir el Gobierno del PP. Entonces, se tuvo que fraguar el golpe orgánico del 1 de octubre para que, por “lo civil o por lo criminal”, Sánchez dejara el partido. De nuevo, se dio por hecho el fin de su liderazgo.
Lo que menos se esperaba aún es que el incombustible Sánchez siguiera sin rendirse. Dejó el escaño, se escondió deprimido durante unas semanas tras la traición de los pocos que le quedaban en las federaciones regionales, pero volvió sorprendiendo a todos como “el candidato de la militancia” y su intención de enfrentarse por una vez al poder fáctico del partido tirando de las bases.
Hasta los que más odian y desprecian a Sánchez –así están los sentimientos entre el PSOE- admiten que la unión de todo el PSOE histórico en torno a Díaz en el acto de este domingo se debe a que no saben cómo frenar al ex secretario general, y son conscientes de que su discurso de rechazar al PP, cumplir la palabra dada y consultar a las bases ha calado hasta en el más aletargado de los militantes de base.
En buena lógica, Díaz tiene todas las de ganar el envite: los históricos, el aparato, todas las federaciones y un partido compuesto fundamentalmente por cargos orgánicos y públicos que comen de esto. Sin embargo, hay gran desconfianza ante unas primarias con voto secreto. Por ello, todo vale, y hasta Eduardo Madina intervendrá en la presentación de la candidatura de Díaz, olvidando ya que fue la presidenta andaluza quien le impidió hace tres años hacerse con las riendas del partido. Ahora, hay un enemigo común y se llama Pedro Sánchez.