El Día del Trabajador se celebra el 1 de mayo. Tan señalada fecha, considerada festivo nacional y por lo tanto no laborable ni lectiva en todo el país, no solo se conmemora en España: también en el resto del mundo el primer día del quinto mes del año se festeja de una manera especial por la historia que arrastra el origen de este acontecimiento. Como curiosidad, a pesar de que la iniciativa surgió en Estados Unidos, en este país y en Canadá el Día del Trabajo se decidió celebrar el 1 de septiembre por miedo a que el comunismo arraigara en la nación.
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Para remontarse a los orígenes del Día del Trabajador y conocer por qué se celebra el 1 de mayo hay que trasladarse hasta el año 1886 de Estados Unidos. Aquella época estaba marcada por la lucha que habían empezado los trabajadores para conseguir una jornada laboral de 8 horas y echar por tierra la norma que establecía la única limitación de no poder trabajar más de 18 horas seguidas sin causa justificada. En caso de incumplimiento de esta ley, la sanción a las empresas era de 25 dólares –unos 670 dólares actuales–.
Puesto que el día tiene 24 horas, los sindicatos consideraban justo que solo un tercio de la jornada se empleara en el trabajo. Los otros dos tercios corresponderían al tiempo dedicado a la familia y otros quehaceres y a las correspondientes 8 horas de sueño. Si los patronos no respondían a la petición, los trabajadores amenazaron con empezar una huelga que comenzó el 1 de mayo.
En Chicago, una de las ciudades con peores condiciones laborales del país, la huelga se prolongó durante tres días más y se registraron violentos enfrentamientos entre la policía y los manifestantes que acabaron con casi una decena de muertos y múltiples heridos.
En la plaza de Haymarket, la tensión entre las autoridades y los trabajadores alcanzó su punto máximo: explotó un artefacto que terminó con la vida de un policía. Tras el estallido, las fuerzas de seguridad responsabilizaron a los manifestantes de la muerte y se detuvo a más de 30 personas.
De ellas, tres fueron condenadas a prisión y otras cinco fueron sentenciadas a pena de muerte en la horca –entre ellos, el periodista Adolf Fischer, autor de una proclama revolucionaria publicada en su periódico–. Su asesinato les encumbró con el nombre de ‘mártires de Chicago’, y en 1889 se declaró el 1 de mayo como el Día del Trabajador. La lucha obrera había conseguido que los sectores patronales accedieran a implementar la jornada de ocho horas.