El Tribunal Supremo de Italia condenó este sábado de a 16 años de prisión al excapitán Francesco Schettino por el naufragio del crucero Costa Concordia en 2012, en el que murieron 32 personas, y puso así fin a un proceso que ha durado cuatro años.
La IV Sección Penal del Supremo redujo así en un mes la pena recibida por Schettino en el juicio en primera instancia dictada por el Tribunal de Grosseto en febrero de 2015 y ratificada después en mayo de 2016 por el Tribunal de Apelación de Florencia.
Se le imputaban los delitos de naufragio culposo, homicidio culposo, abandono de la nave y por no haber informado inmediatamente a las autoridades portuarias de la colisión contra el escollo que provocó el accidente, la noche del 13 de enero de 2012.
De este modo el excapitán ha agotado los tres grados de juicio previstos en la Justicia italiana y la pena de convierte en definitiva, por lo que tras el veredicto ingresó voluntariamente en la penitenciaría romana de Rebibbia, a cuyas puertas esperó la sentencia, pues ha vivido estos años en libertad.
No obstante, el pronunciamiento de la justicia italiana, en su máxima instancia, podría ser solo un punto y aparte en este mediático proceso sobre el mayor accidente marítimo que se recuerda en Italia.
Su abogado, Saverio Senese, dijo a los medios que si ve «márgenes» podría recurrir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos pues, a su juicio, durante el proceso «se han producido una serie de violaciones de los derechos de defensa» del imputado.
Para ello, esperará a leer las motivaciones de la sentencia, que se harán públicas en el plazo de noventa días.
Explicó que Schettino «reconoce que fue el responsable pero no el culpable» del naufragio porque, en el momento del desastre, a bordo había «un equipo de mando, no estaba solo y la nave presentaba muchas deficiencias», apuntó.
El naufragio se produjo en la noche del 13 de enero de 2012 después de que la nave, con 4.229 personas a bordo, entre pasajeros y tripulación, partiera desde el puerto romano de Civitavecchia para emprender un crucero por el Mediterráneo.
A su paso por la isla toscana del Giglio (centro) el barco, capitaneado por Schettino, se aproximó para «saludar» a la costa, siguiendo la tradición marinera, pero en esa ocasión colisionó con los escollos, lo que provocó el naufragio.
Mientras las unidades de la Guardia Costera italiana acudían al lugar del choque, los pasajeros abandonaban la embarcación, ladeada y parcialmente sumergida, para alcanzar tierra firme en medio de gran confusión, en plena noche y en invierno.
Un total de 32 personas murieron tras el incidente y algunas de las víctimas no fueron localizadas hasta que el crucero no fue remolcado en octubre de 2014 al puerto de Génova (noroeste), como el camarero indio Russel Rebello, reconocido con pruebas genéticas.
En los angustiosos momentos en los que los pasajeros y la tripulación salían de la nave, Schettino ya se encontraba a salvo en tierra, adonde había llegado a bordo de un bote tras la colisión.
Seguramente se recordarán las palabras del jefe de la sala operativa de la Guardia Costera italiana en Livorno, el comandante Gregorio de Falco, que por teléfono le instaba desesperadamente a regresar a la nave: «Vuelva a bordo, cojones», clamaba.
El proceso contra el excapitán se abrió oficialmente en julio de 2013 y, durante todas las audiencias que se sucedieron, ha sostenido siempre que logró reducir los daños con una maniobra que acercó la embarcación, de enormes dimensiones, a pocos metros de la costa.
Y que su intención no fue la de abandonar el crucero sino que se vio a bordo de un bote salvavidas que le llevó a tierra al tratar de desatascarlo, «salvando la vida de quienes estaban dentro», tal y como explicó nuevamente en marzo en un vídeo publicado en Youtube.
Desde que naufragara, los restos del crucero permanecieron encallados durante dos años, permanentemente, en el horizonte de la turística isla toscana de Giglio y para sacarlo a flote fue precisa una faraónica operación de ingeniería.
Las obras de reflotamiento, en las que falleció un submarinista español en febrero de 2014, derivaron en el que fue el último viaje del Costa Concordia, en julio de ese mismo año, hacia el puerto de Génova, donde fue desguazado.