El entusiasmo que durante los últimos años han demostrado los habitantes de La Gomera por su folclore no siempre ha ido acompañado de la correspondiente necesidad de preservar su pureza. Por ello, el Cabildo ha puesto en marcha desde hace dos años el Aula Insular de Folclore desde donde se imparten a lo largo y ancho de la Isla cursos cuyo objetivo es doble: por un lado conseguir que los vecinos aprendan a tocar las chácaras y el tambor o cantar el romancero pero que además lo hagan de la manera más pura y fiel a la tradición posible.
El presidente del Cabildo, Casimiro Curbelo Curbelo, considera que esta iniciativa demuestra el compromiso de la Institución insular por preservar e impulsar los valores patrimoniales de enorme riqueza que se concentran en La Gomera. Para ello, también cada año se destinan partidas para colaborar con los grupos folclóricos. “La puesta en marcha de estos cursos supone una experiencia pionera que nos permite llegar a la práctica totalidad de los rincones de la Isla para formar a nuestros vecinos sobre la manera más pura y tradicional de tocar las chácaras o el tambor, entre otras manifestaciones culturales”.
De forma paralela se ha propiciado la creación de grupos y colectivos que ya están participando en las fiestas y procesiones, tal y como se debe hacer desde el punto de vista de la tradición. “Ya contamos con gente joven que sabe valorar la riqueza de la herencia que han recibido”, indica el presidente. Los cursos son impartidos por reconocidos especialistas en la materia, avalados por su trayectoria y formación. Desde el Cabildo se considera que lo adecuado sería que este mismo esfuerzo se impulsara también desde otras administraciones “y de esta manera se adquieran compromisos de futuro para garantizar la salvaguarda de nuestro incalculable legado”.
Por ahora el recibimiento de la iniciativa ha superado las previsiones. Desde hace un mes más de doscientas personas se han inscrito en estos cursos y están comenzando a recibir lecciones de afamados folcloristas como Eduardo Duque, Diego Chinea y Guadalupe Torres. Con lo que la garantía de que la experiencia llegará a buen puerto está asegurada.
En concreto, Duque indica que la idea final no es otra que “facilitar y despertar el interés” de los alumnos para aprender todo lo referente al folclore más tradicional de La Gomera en su forma más pura. Especialmente, enseñar a tocar las chácaras y el tambor como los instrumentos que mejor expresan la idiosincrasia de la Isla.
Pero además se dan clases de todos los detalles que conforman este mundo y su expresión, tales como la danza, romancear, responder, interpretar los santos domingos o los años nuevos, que suponen una forma diferente de tocar estos instrumentos. “Nuestro objetivo es que, en la medida de lo posible, seamos capaces de volver a encauzar todo un mundo en el que se ha dado la paradoja de que, por un lado nunca habían existido tantos tocadores, mientras que por otro se ha perdido parte de la esencia de esta tradición”.
Duque subraya que desde 2004 se ha producido un auténtico boom de personas interesadas en tocar las chácaras y el tambor, lo que tiene su vertiente positiva, pero a la vez también ha dado lugar a que se haya perdido la esencia de este arte. El motivo es que antes las enseñanzas se transmitían de padres a hijos y en el entorno familiar, donde era característica una particular forma de interpretar que se concretaba en los dejes y maneras de cantar. “Por ello, para evitar esta pérdida de autenticidad, vamos a volver en la medida de lo posible a darle su carácter original”.
La respuesta, según Duque, ha sido “muy buena” y se han creado en cada municipio grupos importantes de personas deseosas de aprender la herencia de sus antepasados. “No nos podemos quejar en absoluto. Además, se ha dado el caso de que la gente no ha perdido el entusiasmo inicial como suele ocurrir desde que empezamos hace ya un mes. Por el contrario el interés se mantiene y lo cierto es que cada vez se incorporan más personas”. El único punto en el que no se ha podido aún empezar a dar clases es San Sebastián pero se espera poder hacerlo en breve.
En definitiva, este estudioso indica que al final de lo que se trata es de que los jóvenes no sólo aprendan a tocar, sino también transmitirles la necesidad de valorar todo este mundo, el entorno en el que se desarrolló, el contexto o en definitiva lo que él califica como “la liturgia” que lo rodea. Descendiendo a los más concreto, lo que se busca es que los alumnos aprendan todos los palos y manifestaciones que rodean a estos instrumentos como son su particular, toque, cante y danza.
Otro profesor es Diego Chinea, quien da estos cursos por segundo año consecutivo. La experiencia no puede ser calificada sino de “muy enriquecedora”, tanto para los maestros como para los alumnos. Y todo ello, en cuanto que estos últimos pueden ver de cerca y de forma directa lo que es un tambor, manera de tocarlo e incluso cómo es posible afinarlo. Otro tanto ocurre con las lecciones para cantar los romances o tocar las chácaras. En estos momentos, Chinea tiene alrededor de veinte alumnos tanto en Hermigua como en Alojera y unos quince en Agulo. Aunque no siempre el número de matriculados se corresponde con el de asistentes.
Aún así detecta que este curso existe un mayor interés y que el anterior sirvió como reclamo y para despertar la curiosidad, “tuvo un claro efecto llamada”, indica. Para este profesor este tipo de iniciativas se hacen especialmente necesarias cuando se da la circunstancia de que el folclore gomero pierde su pureza original, que precisamente, “era el motor que lo movía”.
Cree que existe algún caso de maestros que no han sabido o podido transmitir esta esencia que viene de los mayores. Las edades de sus alumnos son de todo tipo desde los más pequeños a los de más edad. Pero precisamente, contar con niños es considerado todo un lujo por este profesor en cuanto ha permitido crear ya una cantera. “En Hermigua hemos formado un grupo bueno que este año continúa y en Alojera también tenemos a unos niños que se han convertido en la semilla de la tradición. Porque al fin y al cabo son ellos los que van a heredar y mantener vivo este mundo”.
El año pasado para finalizar el curso se llevó a cabo un encuentro en Chipude en el que se pudo comprobar lo que cada uno había aprendido. Pero Chinea cree que un año no es suficiente para poder transmitir esta tradición de la forma correcta. La auténtica prueba de fuego es participar en las procesiones, un paso que no se puede dar hasta que el profesor considere que el alumno está preparado y que en cualquier caso se llevará a cabo “con todo el respeto del mundo, porque algunos piensan que con participar en unos pequeños cursos ya tienen derecho a todo”.
Coincide en que estas manifestaciones se enfrentan a un riesgo cierto de desvirtuarse, lo que se concreta en dar los golpes de cualquier manera sin ser conscientes de que el tambor es un instrumento muy delicado que debe estar en perfectas condiciones. Otro tanto ocurre con la forma de cantar, de romancear y especialmente con las chácaras, con las que hay que aprender hasta como amarrarlas. “Lo cierto es que nos hemos encontrado con que ha faltado una base sólida para mantener el folclore”.
Maisu Negrín Trujillo, es una feliz jubilada de Hermigua que toda su vida ha permanecido vinculada a las tradiciones pero especialmente al baile. Asegura estar encantada con la experiencia y ya es el segundo año que participa en los cursos. Hasta entonces cargaba con la frustración de no haber aprendido nunca a tocar el tambor ni las chácaras pese a que siempre tuvo interés en hacerlo. Ahora ha surgido la oportunidad y no la ha desperdiciado. Incluso ya ha participado en alguna procesión pero eso sí, al lado del profesor y siguiendo de forma escrupulosa sus pautas. “Estoy muy contenta, esta era una asignatura que tenía pendiente y que ahora he podido cumplir. Para mi todo esto es un mundo mágico y además tengo la suerte de contar con un profesor como es Diego que es una maravilla como enseña y vive su folclore”. También está aprendiendo a romancear y considera que ya ha avanzado bastante en este delicado campo. “Ahora voy cogiendo ese deje fuerte para cantar estas pequeñas historias que son increíbles”.
La convivencia con los más pequeños la considera también muy enriquecedora. En definitiva, le ha gustado tanto la experiencia y lo transmite de tal manera que ya ha conseguido que se apunten tres amigas suyas igualmente jubiladas. Ahora el resultado es que “vuelvo loco a todo el mundo practicando con las chácaras en el patio de casa”. Maisu quiere hacer hincapié en que la gente participe en estas iniciativas en vez de quedarse en casa lamentándose de que no se hace nada en el pueblo.