Este estudio, encargado por la Administración del Parque Nacional de Garajonay a la Sociedad Española de Ornitología, se inició en el último trimestre de 2015 y finalizó en el tercer trimestre de 2016 en su fase de campo, cubriendo las 4 estaciones del año. Fue realizado por dos ornitólogos con experiencia que habían participado en otros estudios previos en la Isla y por tanto estaban familiarizados con el área de estudio y su avifauna. En 96 jornadas de campo se dedicaron a la obtención de datos de alimentación y nidificación, así como a la realización de recuentos en 50 puestos fijos de escucha y recorriendo 8 itinerarios o transectos, en una longitud total de más de 11 kms. Estos puntos y transectos fueron realizados tanto en zonas quemadas como en áreas forestales no afectadas por el incendio, a fin de poder comparar los efectos del fuego sobre las comunidades de aves.
Las áreas de bosque intacto no quemado presentaron 10 especies, siendo las más abundantes por este orden el mosquitero (Phylloscopus canariensis), el reyezuelo canario (Regulus teneriffae), el mirlo (Turdus merula cabrerae), el herrerillo canario (Cyanistes teneriffae), el pinzón (Fringilla coelebs canariensis), y la paloma turqué (Columba bollii). Por contra las áreas quemadas presentaron 23 especies, siendo las más abundantes por este orden el mosquitero que sigue manteniendo su primera posición, el canario (Serinus canarius) que aumenta su presencia significativamente, el mirlo, que mantiene su tercera posición, el vencejo (Apus unicolor), ausente también en el interior de las zonas forestales, el petirrojo (Erithacus rubecola), la curruca cabecinegra (Sylvia menlanocephala), ausente anteriormente en zonas forestales y el herrerillo que baja su densidad.
Muy significativa es la desaparición total de la paloma turque en las zonas quemadas. Cabe también destacar la entrada en las zonas de bosques quemadas de una larga lista de especies propias de áreas abiertas como el jilguero, el pardillo común, la perdiz moruna, otras currucas, el bisbita caminero y el cernícalo, aunque con abundancias más reducidas que las especies anteriores.
Respecto al incremento, antes señalado, de especies en las zonas quemadas, cabe matizar que esta se produce fundamentalmente en las zonas correspondientes a matorrales o bosques muy poco desarrollados quemados por el incendio. Por el contrario, en las zonas de fayalbrezal desarrollado quemados de copa o soflamados los incrementos se limitan a apenas 2-4 especies.
Si profundizamos en más detalles sobre los cambios producidos en la abundancia de las especies, cabe destacar que en el caso del mosquitero canario y el reyezuelo, que partían con abundancias de en torno al 20-25% de todos los individuos de aves presentes, el reyezuelo reduce fuertemente su presencia hasta bajar a apenas un 1%, mientras que, por el contrario, el mosquitero mantiene su abundancia. Destaca, asimismo, la abundancia con que se presenta en las zonas quemadas el canario y el vencejo, ausentes en el interior de bosques no quemados.
En cuanto a la abundancia total de aves ésta no cambia sustancialmente entre zonas quemadas y zonas no quemadas, salvo nuevamente en las localizadas correspondientes a matorral o bosques poco desarrollados calcinados que presentan abundancias totales superiores con un incremento de un 80%. Asimismo, una vez más en lo que respecta a las especies más querenciosas por un hábitats forestal no perturbado, tanto la paloma turqué como el reyezuelo muestran una apreciable reducción a medida que la intensidad de impacto del incendio aumenta. Por su parte, la paloma turqué, que en los bosques intactos presenta valores entre el 1 y el 5% de la abundancia total, desaparece completamente, como habíamos dicho, en los bosques quemados.
Respecto a la nidificación en las áreas quemadas destaca el papel del arbolado procedente de rebrote como lugar preferente de emplazamiento de nidos, junto con el codeso (Adenocarpus foliolosus) surgido masivamente después del incendio, siendo este matorral utilizado principalmente por el mirlo, el mosquitero y en menor medida por la curruca capirotada. En consecuencia se recomienda que las operaciones de control necesarias de estos matorrales para la realización de actuaciones de restauración y repoblaciones de arbolado, o para la prevención de incendios, éstas deben tener en cuenta la importante contribución de esta especie arbustiva propia de las fases pioneras de colonización postincendios como hábitat de nidificación de aves.
El estudio también detectó que el herrerillo necesita del mantenimiento de madera quemada en pie para anidar en zonas afectadas por el incendio. Aquí lo hace exclusivamente en huecos de árboles quemados, circunstancia que debe ser valorada en la gestión de estas áreas quemadas. Cabe destacar también que especies como el pinzón o incluso el mirlo bajan su nidificación en zonas quemadas.
En cuanto a las especies que actúan como probables dispersores de semillas en las áreas quemadas, parecen limitarse al mirlo, que actuaría como el gran dispersor en las zonas quemadas, el herrerillo y en menor medida el reyezuelo.