Victoriano Ríos murió ayer a los 87 años. Fue uno de los hombres decisivos en la construcción de las Agrupaciones Independientes y su reinvención nacionalista como Coalición Canaria. Ríos siempre se definió a sí mismo como nacionalista, y si ser algo es creer que uno es algo, sin duda lo era. Médico y profesor, había militado en uno de esos partidos que surgieron en la Transición como setas tras la lluvia, el Partido Popular Canario, del que fue uno de sus dirigentes. Bajo ese paraguas participó en la refundación del Partido Nacionalista Canario, que celebró su congreso constituyente en 1982. Aquel PNC de entonces se reclamaba heredero y albacea del ideario político de Secundino Delgado, pero Ríos no se hizo nacionalista por convicciones ideológicas, lo suyo fue una reacción de rechazo al abandono español del Sahara: «Desde el año 1975, los canarios nos seguimos preguntando si será el Archipiélago el siguiente territorio en ser abandonado por el Estado español».
Desde el PNC se opuso a la autodeterminación y acabó abandonándolo después de algunas broncas por el control del partido, coincidiendo con la mayor permeabilidad del PNC al radicalismo de Unión del Pueblo Canario. Se fue bastante enfadado, instalándose en un ostracismo autoimpuesto del que fue rescatado para la política por Manuel Hermoso. Se afilió a ATI, se recicló en un tinerfeñismo patriótico y peleón y Hermoso le premió convirtiéndolo en presidente de las Agrupaciones Independientes de Canarias, desde las que definió el concepto del «moderno nacionalismo canario», un nacionalismo constitucional, de origen insularista y basado más en la reivindicación de mayor atención a Canarias por parte del Estado, que en la defensa de mayor autogobierno. En 1987 se convirtió en el segundo presidente del Parlamento de Canarias, cargo que desempeñó hasta 1995, y desde el que tuvo una participación realmente decisiva en el nacimiento de Coalición Canaria. No sólo en el diseño de su ideario inicial, más deudor de una idea de canariedad que del nacionalismo. También en el trabajo de fontanería que permitió la moción de censura contra Saavedra, que dio lugar al parto de Coalición. El PSOE -que intentó evitar el voto de algún diputado venal del PIL, mandándolo a Madrid- había solicitado que en la votación de la censura no pudiera participar Dimas Martín, a la espera de ser inhabilitado por el Supremo por una de sus causas. El PSOE solicitó al Supremo el envío de ese documento de inhabilitación, que nunca llegó a la secretaría del Parlamento.
Se dijo de Ríos que fue «el hombre que desenchufó el fax» y logró hacer prosperar la censura. Él lo negaba siempre, con una sonrisa entre pícara y traicionera. Yo creo que se habría dejado cortar los dedos de una mano por lograr su objetivo: una fuerza política de obediencia canaria, con mayoría en las islas y fuerte representación en Madrid. Ese fuerza -Coalición- no nació en unas elecciones, sino en una votación parlamentaria, y acabó por integrar de nuevo al PNC, partidete de ubicación intermitente. Ríos despreciaba a algunos de sus miembros, pero acabó por convertirse en el nacionalista más conocido de Canarias. Quizá en el único que no renegaba de esa condición en el inicio del vuelo de Coalición. Veinticinco años después, Coalición es una fuerza política en claro declive, pero sigue gobernando la región, instalada en el mismo nacionalismo moderado, negociador y pactista, que Ríos definió como «moderno». Una licencia poética suya: el mercadeo es casi tan antiguo como la propia Humanidad…