Hace algunas fechas ha visto la luz la tercera edición de un libro que se ha convertido en una especie de biblia para los expertos en romances de todo el mundo. Se trata de la obra del catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Premio Canarias de Patrimonio histórico, Maximiano Trapero, titulada, Romancero General de La Gomera, financiada por el Cabildo de esta Isla.
El presidente de la institución insular, Casimiro Curbelo Curbelo, indica que esta reedición se enmarca en la línea seguida desde hace años para reconocer a un bien patrimonial de incalculable valor que ha podido conservarse en la Isla gracias al interés de los propios amantes de las tradiciones. Curbelo apunta que en este mismo sentido se pretende la declaración del romancero y del baile del tambor como Bien de Interés Cultural (BIC) y señala que no se descarta hacer lo propio para obtener el título de bien inmaterial Patrimonio de la Humanidad. No obstante, el presidente, subraya que son procesos que requieren el apoyo de más instituciones y por lo tanto los pasos se deben ir dando en los momentos oportunos.
En el caso del publicación que ahora acaba de ver la luz más que una simple reedición en realidad se está ante un libro muy ampliado y revisado de aquella primera versión que salió a la luz a principios de la década de los años ochenta y supuso toda una revelación en este campo. El libro editado por Ediciones Idea dentro de la colección Biblioteca del Romancero, vuelve a retomar la apuesta lanzada en su momento para que esta manifestación cultural aspire a un reconocimiento como el de Patrimonio de la Humanidad que concede la Unesco, tal y como ya ocurrió en su momento con el Silbo.
Como prueba de la riqueza de esta tradición el nuevo libro contiene cien versiones nuevas de antiguos romances y 25 nuevos que hasta ahora permanecían inéditos. Un aspecto que resulta extraño si se tiene en cuenta las reducidas dimensiones geográficas de La Gomera y la exhaustiva labor de investigación que se ha llevado a cabo a lo largo de los años. Pues, al parecer aún queda mucho por descubrir sobre el mundo del romancero en La Gomera, lo que bien podría deberse a que afortunadamente, se trata de una tradición viva. Los romances aún se siguen cantando en las fiestas y por lo tanto el repertorio se va continuamente ampliando.
Trapero indica que “por supuesto” el romancero de La Gomera tiene méritos de sobra para promover la declaración de Patrimonio de la Humanidad, aunque no sólo de la Isla sino de todo el territorio español. Aunque eso sí, resaltando que La Gomera supone un auténtico caso único y un santuario en el que esta forma de expresión ha quedado sorprendentemente bien conservada. En ello ha tenido mucho que ver el aislamiento intrínseco de la insularidad, lo que permitió que sobreviviera a lo largo de los siglos con una pureza y riqueza aún sorprendente. Trapero por lo menos tiene claro que en la Isla se puede encontrar el romancero vivo más importante del mundo hispánico.
Entre los nuevos hallazgos el investigador cita un relato sobre las mocedades del Cid en la que éste reta a duelo y acaba con la vida del conde Lozano, padre de Doña Ximena, que sería luego su esposa. De este romance se han descubierto dos nuevas versiones y el profesor califica de “extraordinarios” los versos y su composición.
“El Cid es representado como un muchacho joven que está triste y enfadado consigo mismo porque ha visto como han abofeteado a su padre. Entonces se le aparece una espada que estaba enterrada, lo que constituye un recurrente episodio mítico en los relatos épicos. Tras limpiarla queda deslumbrado de su brillo, despierta en él un brío impropio de su edad y entonces armado reta al conde que al principio se burla de él pero dada su insistencia acaban saliendo al campo donde morirá a manos del joven Cid”.
De este relato hay dos versiones, una de ellas apareció recitada por un hombre de La Palmita, Julio Brito Barrera, un romanceador calificado de “extraordinario” por Trapero. La otra había sido descubierta por el profesor de la Universidad de La Laguna (ULL), Benigno León, quien junto con sus alumnos llevó a cabo en su momento una labor investigadora en la Isla.
Los auténticos santuarios del romancero gomero se sitúan en el centro y norte de este territorio y más concretamente en enclaves como Chipude, Los Aceviños, El Cedro, La Palmita, Arure, Hermigua o Agulo, lugares en los que ha sobrevivido esta tradición con enorme y sorprendente pureza. Desde que Trapero comenzó su investigación a principios de los años ochenta ha llegado a recopilar ya 610 versiones de 176 temas romancísticos independientes. “Si tenemos en cuenta las dimensiones de La Gomera estamos hablando de algo casi inconcebible”.
El profesor atribuye la supervivencia de esta tradición a que sigue formando parte de los festejos o reuniones familiares en las que los mayores instruyen a los más pequeños sobre este particular arte. Sin embargo, recientemente se ha dado un fenómeno como es la incorporación de coplas o creaciones nuevas que no tienen nada que ver con el patrimonio romanceril. “Muchos se quejan, y así lo hemos podido comprobar, de la proliferación de creaciones individuales sobre asuntos intrascendentes”. Aunque esta tendencia no implica un riesgo cierto e inminente de que desaparezca el romancero, sí puede traer consigo una cierta adulteración, “y a mí particularmente me da pena que un patrimonio que se ha conservado de forma tan extraordinaria durante cinco siglos se pierda de esta manera”. Pero el paso del tiempo es inevitable y los jóvenes se están decantando por coplas que les otorga más protagonismo a quienes las entonan que a las tradicionales.
La solución para luchar contra este fenómeno es conseguir que los propios cantores tomen conciencia de que es mucho más importante el patrimonio tradicional acumulado durante siglos que estas nuevas modas. “Estamos hablando de un bien colectivo que nos pertenece a todos y que todos estamos obligados a conservar”. Trapero no cree que sea necesario poner en marcha una escuela o introducir esta materia en el sistema educativo, tal y como se hizo con estupendos resultados con el Silbo. El investigador más bien se decanta por concienciar a los componentes de los grupos folclóricos sobre la importancia de cuidar el tesoro varias veces centenario y que estas variaciones, “poco o nada tiene que ver con la tradición original y apenas coinciden en la música”.
Recuerda que tanto el Silbo como el romance se aprendían en la calle, en los campos, no en las escuelas y por lo tanto crear una especie de academia sería “traicionar un tanto un sistema de transmisión tradicional de padres a hijos, de mayores a menores, de generación a generación. Los jóvenes aprendían estos relatos y los memorizaban después de escuchárselos a sus abuelos y al final ellos mismos acababan haciendo su propia versión. Y afortunadamente en algunos casos así sigue funcionando aún hoy en día”.
El nuevo libro contiene 700 páginas repletas de romances. Hay que tener en cuenta que la primera edición que vio la luz en 1985 supuso todo un descubrimiento y una revolución. Y ello era así en cuanto que por primera vez se daba a conocer como esta tradición se había conservado de forma viva en la Isla, como una especie de fósil viviente.
El propio profesor universitario organizó en el año 2000 un congreso internacional sobre el Romancero en La Gomera al que asistieron los mayores especialistas de todo el mundo de esta manifestación cultural. “Para los asistentes fue una maravilla conocer que en este lugar la tradición se mantenía viva y coleando. Y así lo pudieron comprobar cuando asistieron a fiestas populares como la del barrio del Carmen en Vallehermoso o en Chipude”. Allí los estudiosos tuvieron la impagable posibilidad de hablar directamente con los romanceadores y en las actas de aquel congreso se reflejó la enorme impresión que produjo en todos ellos este acontecimiento. Fue en ese momento cuando la comunidad hispánica se planteó la iniciativa de declarar al romancero hispánico como Patrimonio de la Humanidad, haciendo una especial reseña a La Gomera como el lugar en que sobrevivía con mayor vitalidad y plenitud. Al igual que ocurrió con el Silbo la propuesta debe ser planteada por una institución como el Cabildo, elevarla al Gobierno de Canarias y de aquí al de España, institución encargada en última instancia de hacer la petición formal ante la Unesco. “Es un proceso que tampoco es tan complicado ni largo y más cuando estamos hablando de una iniciativa que en absoluto y de ninguna manera puede ser calificada de descabellada”.
Trapero recuerda que existe un paralelismo con lo ocurrido recientemente con el punto cubano que obtuvo este título después de promoverlo el Gobierno de Cuba, aunque en Canarias existe una manifestación muy importante de este estilo musical. “Pues bien, podemos decir que el romancero no es en absoluto menos importante que el punto cubano”.
El investigador no puede concretar exactamente cuántos intérpretes de los originales que conoció en su momento están vivos todavía. De los históricos destaca a Isidro Ortiz y de los jóvenes a Eduardo Duque, ambos amantes de la tradición gomera e implicados directamente en su conservación en el estado más puro posible.
Mitología, historia o amores desgraciados
En su día el profesor universitario, Maximiano Trapero llegó a recopilar hasta cuatrocientas versiones de romances que en general giran entorno a alrededor de 180 temas. Un repertorio que califica de “riquísimo” y en el que se pueden encontrar desde romances de temática mitológica a hechos históricos que tuvieron lugar en la España peninsular en la edad media, incluso anteriores a la conquista de Canarias. También los hay sobre mitología griega o romana, de acontecimientos novelescos, de amores desgraciados o felices e incluso de hechos modernos. Entre ellos, cita por ejemplo el romance sobre el hundimiento del Valbanera o unas devastadoras lluvias torrenciales que tuvieron lugar a mitad del pasado siglo en La Gomera.
Recuerda que durante su labor de campo, plasmada en varios libros, han ido apareciendo romances desconocidos, “pero lo más importante fue comprobar la funcionalidad que el canto tenía en La Gomera, al convertirse en el centro y principal motivo del baile del tambor”. Una danza que este catedrático califica de “romancesca y única en el resto de España, incluida Canarias”. Precisamente, esa estrecha relación entre el baile y el romance ha garantizado su supervivencia y que en la actualidad ambos disfruten de una estupenda salud. Al respecto, indica que aún hoy en día, “no hay fiesta en La Gomera en la que no se canten los romances. Seguramente alguno se habrá perdido pero también se han podido salvar muchos de ellos”.