Nunca es buena idea malgastar tiempo y energías con polémicas o discusiones que no nos acercan a las soluciones que nos demandan los ciudadanos. Ahora menos que nunca. Ahora que los problemas en Cataluña o que la creciente tensión política en las Cortes están complicando los consensos y el diálogo que necesita una legislatura, precisamente ahora que en Madrid los principales partidos incrementan su distanciamiento, en Canarias no podemos caer en el error de dividir, enfrentar y envenenar la escena pública. Muy al contrario, ahora es cuando en las Islas debemos poner todos los sentidos en la búsqueda de acuerdos, así como poner de nuestra parte para allanar el camino a la colaboración de las diferentes instituciones y formaciones políticas.
Sin embargo, en los últimos días se han sucedido algunos acontecimientos que, avanzando en la dirección contraria a lo que este Archipiélago necesita: la unidad de su pueblo. Hay políticos que reinciden en el error de avivar los pleitos, las divisiones y los recelos que tanto daño han hecho históricamente a nuestra región y a nuestra voluntad de dejar atrás los fantasmas del pasado.
Hay instituciones que han decidido hacer una política de rancio insularismo, acusando a las restantes islas de los males de la suya. Y ese no es el camino. No lo es porque así no se construye Canarias. No lo es porque así perdemos la fuerza en inútiles divisiones internas. Porque así se destruye la confianza de los ciudadanos y se envenena la solidaridad necesaria en un territorio donde persisten desigualdades sociales, paro y pobreza.
No estoy diciendo que sea un error defender a nuestra isla. Esa es la obligación de quienes la representamos. Lo que digo es que esta defensa debe realizarse desde la idea de construir un sólo pueblo canario. Desde la reclamación de nuestros derechos también en el respeto al derecho que tienen los demás. Nada se construye destruyendo con acusaciones, sean falsas o ciertas y regresando a la época de los fielatos, de las fronteras entre unas islas y otras.
Así lo entendemos y así cumplimos con las gomeras y gomeros en Agrupación Socialista Gomera (ASG), siendo absolutamente firmes en la defensa de la Isla pero siendo conscientes -y actuando en consecuencia- de que debemos respetar, entender y ser sensibles a las necesidades de las otras islas, sintiéndonos en nuestro caso especialmente cerca de las demandas y reivindicaciones de las islas no capitalinas, de La Palma, El Hierro, Fuerteventura y Lanzarote.
En idéntica medida, desde ASG creemos necesario rebajar el tono que ha inundado la escena política en las últimas semanas. No es bueno para Canarias, como ya he dicho. Pero sobre todo no es bueno ahora. Porque casualmente —o no— este debate interno y fratricida se produce cuando estamos llegando al fin del camino de la tramitación de nuestra ley fundamental, de nuestro REF.
En este sentido, cabe agradecer que después de días en los que hemos asistido a una confrontación pública en modo alguno deseable, algunas voces, entre otras las del presidente del Gobierno de Canarias, hayan animado a que las aguas vuelvan a su cauce y los negociadores a las mesas de trabajo.
Que el presidente haya dado por casi hecho el acuerdo y que agradezca la contribución de todas las fuerzas políticas debe ayudar a pasar página respecto a la confrontación, para recuperar el objetivo compartido de rematar el trabajo que se ha hecho, de forma que podamos contar cuanto antes con el ansiado nuevo REF económico.
Todas las partes implicadas deben coincidir en que las diferencias que se han suscitado en el último momento no deben estancar la tramitación de un REF que está consensuado en más del 90%, entre otras cosas porque, sin lugar a dudas, su aprobación es completamente esencial para Canarias.
Bienvenido sea que las formaciones que protagonizaron el distanciamiento compartan el convencimiento de que la reforma de los aspectos económicos del REF debe aprobarse antes del verano. Nunca son buenos tiempos para avivar enfrentamientos, divisiones o crispación. Ese no es el camino ni en las Islas ni en la defensa de los asuntos canarios ante Madrid o Bruselas.