Gobernada casi sesenta años por los históricos de la Revolución, con los hermanos Castro al frente, Cuba se prepara para dejar paso a una nueva generación en el poder, un proceso que despega con las elecciones generales de mañana para escoger a los diputados de la Asamblea Nacional.
Más de ocho millones de cubanos están llamados mañana domingo a las urnas para votar a los 605 diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular en unos comicios que en la práctica suponen la ratificación de los candidatos, ya que concurren 605 aspirantes, el mismo número de escaños que tiene el parlamento unicameral del país.
El parlamento que salga de las elecciones se instaurará formalmente el 19 de abril, fecha en la que los diputados propondrán y elegirán entre ellos a los principales cargos del Consejo de Estado, máximo órgano de gobierno, incluido el presidente.
Todo apunta a que el elegido ese día para suceder a Raúl Castro en la presidenciaserá su «número dos» en el Gobierno desde 2013, el primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel, de 57 años, nacido después del triunfo de la Revolución y formado en las bases del Partido Comunista de Cuba (PCC), único legal en la isla.
«Es de esperar que su estilo sea más moderno y cercano a los códigos políticos y lingüísticos generacionales de la mayoría de la población cubana», señaló el catedrático de la Universidad de Texas, Arturo López-Levy.
Sin embargo, este experto en política cubana señaló que más allá del cambio simbólico de poner fin a seis décadas de castrismo y de elegir un presidente que no sale de las Fuerzas Armadas, «la sustancia de sus políticas no será muy diferente de lo que haría Raúl Castro en un tercer mandato».
De hecho, el menor de los Castro, con 86 años, seguirá hasta 2021 como primer secretario del PCC, puesto desde el que tendrá «un papel estabilizador y mediador en el afianzamiento de nuevos líderes y sus coaliciones políticas al interior del sistema», indicó López-Levy.
Desde la vicepresidencia, Díaz-Canel ha mantenido un discreto segundo plano, aunque en el último año ha cobrado protagonismo con más intervenciones públicas, en las que ha defendido el continuismo del modelo socialista y ha arremetido contra opositores, medios críticos e incluso los emprendedores del incipiente sector privado.
Antes de ser designado por Raúl Castro como vicepresidente, Díaz-Canel fue ministro de Educación Superior y primer secretario del partido en las provincias de Villa Clara y Holguín, además de haber integrado las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas, cantera de futuros dirigentes.
«Logró llegar a la sucesión paso por paso, bajo los controles del sistema y las suspicacias de los líderes históricos. Díaz-Canel es la más prominente cabeza de una generación de líderes provinciales del PCC que demostró obediencia, lealtad y capacidad de gestión», apuntó el analista.
En la calle pocos dudan de que Díaz-Canel heredará el mando, un cambio que la mayoría cree que se producirá sin sobresaltos, bajo la tutela del PCC, aunque algunos no ocultan su deseo de tener un mandatario más joven, tras la rigidez militar que ha gobernado el país desde el triunfo de la Revolución en 1959.
Más cerca de la juventud
«Me parece una persona muy capaz, que conoce bien los problemas del país y ya trabajó en diferentes provincias. Pero además es una persona más joven, que hace falta también, con nuevas ideas», señala la profesora Aleida Rodríguez, de 52 años.
Alejandro Guerra, de 34 años, recuerda que Díaz-Canel «no se convirtió en vicepresidente de la noche a la mañana» y que ya ocupó varios cargos intermedios, «donde hizo un buen trabajo», hasta llegar a lo alto de la jerarquía de gobierno.
Aunque no se esperan de él grandes cambios en la política de la isla comunista, los más jóvenes sí ven en Díaz-Canel una figura más cercana a sus intereses y preocupaciones.
«Creo que puede ser un buen gobernante», apuntó Camila, de 18 años, que figura entre los 38.400 jóvenes cubanos, mayores de 16 años, llamados por primera vez a las urnas en este proceso electoral, que arrancó en noviembre con los comicios municipales.
En esas elecciones la participación fue del 85,9%, la más baja en la Revolución -donde votar no es obligatorio pero sí está mal visto no hacerlo-, debido en gran medida a la creciente abstención entre los más jóvenes, desencantados con un sistema en el que los cambios vienen desde arriba.
Entre los nuevos votantes también está Lázaro, un universitario de 19 años, que opina que un nuevo presidente «necesariamente traerá algún cambio», que «ojalá sea para mejor».
«Voy a votar en las elecciones del domingo porque son históricas. Debemos votar para que se mantengan los principios de la Revolución y siguiendo el legado de nuestro Comandante Fidel Castro», indicó Harold, un cadete uniformado del Ministerio del Interior.