Después de pasarme unas horas ayer oyendo y viendo por la TV3 catalana la toma de posesión del Consell Executiu del nuevo gobierno de Quim Torra, en verdad que tengo envidia de Catalunya. Un pueblo que levanta de esa forma la cabeza contra la opresión que el 155 significó y lo hace con la solemnidad, el simbolismo y la emotividad de ese acto tiene, por fuerza, que despertar la envidia de alguien como yo que lo observa desde la lejanía de esta colonia africana, huérfana de personal político capaz de enfrentar dignamente a la omnipresente y denigrante dominación española.
Tuvimos presos políticos abundantes, exiliados numerosos, familias que sufrían la represión policial española, asesinados… y NUNCA un servil ejecutivo regional elevó una sola voz en su defensa, nunca hubo un recuerdo emocionado a los que faltaban y nunca se reivindicó la dignidad y reclamó la libertad de este pueblo.
Ayer, en el Saló Sant Jordi del Palau de la Generalitat, con la silla del President ocupada por un lazo amarillo, todos los familiares de los presos y exiliados, al inicio del acto, ocuparon el lugar de honor de la ceremonia sentados en el espacio reservado al gobierno delante de los consellers que iban a tomar posesión de sus cargos. Fueron recibidos al entrar por una tremenda ovación de todos los ocupantes del salón puestos en pie, incluyendo a los expresidentes del PSC, Pasqual Maragall -que levantó su puño cuando, al inicio, la Coral Cantiga entonó el Cant de la Senyera– y José Montilla y con la lógica ausencia de PP, C’s y representantes del gobierno español.
Por los familiares se leyeron cartas de los consellers electos, presos “preventivos” rechazados por el gobierno español violando sus derechos civiles, reivindicando la legitimidad de su cargo y renunciando al mismo ante el Honorable President, antes de la toma de posesión de los nuevos. Comenzó la hija de Lluís Puig, siguió la esposa de Josep Rull, luego la hermana de Toni Comín y la esposa de Jordi Turull –que comenzó la lectura con un “Seguramente esta es la carta más difícil que nunca he escrito”- y finalizó el marido de Carme Forcadell, Bernat Pegueroles, que, en su nombre, recalcó “Pido que no nos olviden”.
Tras la promesa de los consellers de cumplir las obligaciones de su cargo “al servei de Catalunya i amb lleialtat al president de la Generalitat” –nada de reyes españoles ni Constituciones- un solista de xeremía (la chirimía medieval), en medio del silencio de la sala, entonó una melodía con seis siglos de vida, la del “Ball de l’àliga”, el Baile del Águila, que hoy danzó, por el Corpus, en la Plaza San Jaume. Terminó el President Torra con un breve discurso que comenzó leyendo uno a uno, el nombre y los cargos de todos los políticos presos o exiliados para asegurar que «En la cárcel o en el exilio, su ejemplo es nuestra fuerza, y su libertad y el regreso a casa son nuestro objetivo vital». El President anunció que su gobierno asume la labor que comenzó con el referéndum del 1-O, que reivindicó como “un acto de compromiso cívico y generosidad que nos llena de orgullo”, para luego garantizar que el nuevo gobierno trabajará para “lograr un estado independiente en forma de República” aunque, aseguró también, que saben perfectamente que “no será un camino fácil”.
Al terminar el acto con “Els Segadors” entonado por todos los presentes, tras la foto de rigor y mientras el nuevo Govern se reunía en el Salón Dorado o “de Miró” por el mural del fondo, se colgó en el balcón de la Plaza de Sant Jaume una gran pancarta con lazo amarillo exigiendo libertad para los presos políticos y los exiliados.
Cuando contrasto la digna emotividad del acto y la posición seria y combativa de los miembros del Govern Catalá, con la babosería ramplona y palanganera de personajillos como Clavijo, Barragán o Ana Oramas, con las expresiones más rastreras de españolerismo servil, no puedo menos que exclamar ¡Carajo, que envidia tengo de Cataluña!
Francisco Javier González.
Gomera, noroeste de África, a 3 de junio de 2018.