“Cuentan de un sabio que un día, tan pobre y mísero estaba, que solo se sustentaba de unas hierbas que cogía . ¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo? Y cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó”.
La filosofía de este viejo poema de Calderón de la Barca, que estudiamos de niños en las escuelas, se podía aplicar perfectamente a Canarias. A las dos Canarias que existen bajo la apariencia de una. Hemos vivido, hace pocos días, la indignación de los ciudadanos por el incumplimiento del Estado del acuerdo para aumentar la subvención del 75% en los precios de los billetes aéreos a los residentes. Un territorio alejado, fragmentado, ultraperiférico, sometido a costos desproporcionados en su conectividad, se puso en pie de guerra porque se estaba incumpliendo con una herramienta de solidaridad que nos acercaba a la calidad de vida de la que disfrutan nuestros conciudadanos en el continente.
¿Pero qué pasa con los costos de la doble insularidad dentro de Canarias? Porque no es lo mismo, ni cuesta igual, vivir en una de las dos grandes islas que en una de las no capitalinas. En estos días hemos denunciado —una vez más— que el precio de la gasolina en La Gomera es unos veinte céntimos por litro más caro que en Tenerife. Dos precios distintos para los mismos canarios. Dos condiciones de vida diferentes que se perciben en el precio de los combustibles, en la cesta de la compra, en la adquisición de bienes y servicios y, en general, en todo lo que tiene que ver con la vida cotidiana.
De igual forma que existe un centralismo estatal que desconoce o ignora a veces los problemas de nuestra comunidad, existe un centralismo canario que sigue sin dar una solución integral a los problemas que padecen los ciudadanos que viven en las islas menos comunicadas, con un mercado más reducido y menor población. Es un hecho que venimos denunciando y contra el que estamos luchando semana tras semana en las instituciones de nuestra Comunidad. Porque no se puede hablar de una ciudadanía canaria si sus ciudadanos no disfrutan de los mismos derechos y las mismas oportunidades.
Existe una tendencia a que todos los debates que se producen en nuestra tierra giran en torno a los intereses de una situación de hecho: la concentración de población, recursos económicos e infraestructuras, en las dos grandes islas. El perverso modelo de desarrollo de Canarias produce que siempre haya más para los que son más. Más representación política, más poder, más inversiones y más recursos. Y de esta manera no hace más que perpetuarse una injusticia que necesita de políticas de solidaridad para corregirse. Las mismas políticas que los canarios pedimos a Madrid con respecto al territorio peninsular.
Hemos pedido en numerosas ocasiones un estudio en el que se calculen los costos de la doble insularidad, para que se convierta en una herramienta transversal de las políticas del Gobierno canario. Porque no existe peor injusticia que tratar igualmente a los desiguales. Hace falta discriminar a favor de los menos favorecidos, en la sociedad y en el territorio. En la Agrupación Socialista Gomera (ASG) lo hemos dicho por activa y por pasiva, porque somos un partido de izquierdas que cree en la justicia social y porque somos canarios que deseamos construir una comunidad de ciudadanos iguales. No pedimos privilegios, sino igualdad. Porque es necesario romper el corsé de los sobrecostos que condenan a algunas islas a que su desarrollo esté limitado por unas fronteras invisibles.
La Gomera ha mejorado su conectividad interior y con el resto de las islas. Pero seguimos esperando el establecimiento de un vuelo directo a Gran Canaria que no llega, pese a que la obligación de servicio público había prometido establecerlo. Como siempre ocurre, el pez grande se come al chico. Los grandes debates se centran en los intereses de las dos grandes islas, en las medidas de solidaridad que nos afectan a todos —y a todos nos benefician— pero con especial incidencia en aquellas islas donde reside la gran masa de población. Las islas no capitalinas seguimos luchando en una batalla interminable por hacernos oír. Por trasladar a los responsables políticos y empresariales de Canarias que existe otra realidad incluso más sangrante y desigual que la que padecen los canarios de las islas capitalinas. Como diría Calderón de la Barca, nosotros vamos recogiendo las hierbas que ellos tiran. A ver si un día se dan cuenta.