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Santamaría o Casado: 3.082 compromisarios deciden el futuro de un PP en guerra

Sáenz de Santamaría y Casado

El PP es unidad y certidumbre. De eso había presumido Mariano Rajoy en cientos de discursos durante los últimos 14 años que pasó al frente del partido. El líder acostumbraba a confrontar esas cualidades a la histórica división de la izquierda que veía siempre «en el lío», como le gustaba repetir. Este viernes leyó su último papel como presidente y dejó a su organización sumida en el caos de no saber qué será este sábado el PP. Su despedida ha puesto también fin al partido unido del que presumieron sus dirigentes prácticamente desde su creación, en 1989 y deja a un PP abierto en dos mitades, la que apoya a Soraya Sáenz de Santamaría y la otra, la de los que respaldan a Pablo Casado. Una situación inédita en una organización acostumbrada a los dedazos, desde Fraga a Aznar, pasando por los candidatos autonómicos y municipales.
Según señala Iñigo Aduriz para el www.eldiario.com , el partido contiene la respiración a la espera de que 3.082 compromisarios sin ninguna atadura derivada de lo que votó la militancia en la primera vuelta el pasado 5 de julio lo decidan todo: el nombre del líder, el giro a la derecha y quién sabe si la refundación del partido.

En el hotel de las afueras de Madrid donde se celebra la convención las dos candidaturas estirarán la encarnizada lucha por cada delegado hasta muy entrada la madrugada. Los aspirantes han cenado con compromisarios, en un último intento de lograr adhesiones de los indecisos. Y los equipos esperan una larga noche de llamadas y ofrecimientos. Que nadie sabe nada lo evidencia la guerra de propaganda de la última semana: las dos listas han presumido de tener el apoyo del 60% de los delegados.

Casado y Santamaría no han logrado evitar que el partido llegue a la votación en medio de un cisma, como pretendía cada vez con menos fe un sector del partido. Al cierre de la sesión del congreso de este viernes, miembros de ambas candidaturas reconocían a eldiario.es que la noche sería intensa porque iban a tratar de convencer a los delegados hasta el último minuto. Raro, si se tiene en cuenta que ambas listas alardean de tenerlo todo atado. De lo que nadie tenía pensado hablar es de una posible integración que tanto Santamaría como Casado han prometido –si bien una la ha ofrecido para antes de la votación y, el otro, para después–.

«No hay ninguna opción», aseguraba una de las colaboradoras del secretario de Comunicación. «Hemos llegado hasta aquí y queremos jugar el partido hasta el final. Después [de la votación] estamos abiertos a que haya una integración total», insistía. También descartaba cualquier posibilidad de acuerdo uno de los miembros de la lista de Santamaría: «Ella lo va a intentar hasta el último momento, pero Pablo se ha negado», apuntaba.

Un resultado «muy ajustado»
Que todo «está muy ajustado» lo admite en privado la fontanería de los dos aspirantes. En las decisiones de los compromisarios pesarán los últimos coletazos de la guerra sucia que han mantenido los populares que apoyan a los distintos candidatos hasta el último minuto de la pugna. Algunos de los incondicionales de Santamaría, como la exvicepresidenta del Congreso de los Diputados, Celia Villalobos, calentaban el ambiente previo a la votación acusando a Casado de estar respaldado por la extrema derecha.

Y desde la candidatura de este difundían, justo cuando la presidenta del Congreso, Ana Pastor, homenajeaba desde el atril a Rajoy, un comunicado de la asociación Dignidad y Justicia en el que se decía que «Soraya favoreció la salida del terrorista Bolinaga con toda la oposición de víctimas y contra la legalidad vigente» o que «nunca se preocupó en sus casi siete años de gobierno de resolver los crímenes de ETA». Fue el colofón a mes y medio de pelea encarnizada. Un dirigente del PP utilizando a ETA contra otra.

La integración
En sus últimas declaraciones públicas, tanto Santamaría como Casado aseguraban tener buenas vibraciones y, a pesar de prometer integración, se lanzaban dardos cada vez más envenenados. «Espero que esta noche todos, especialmente Pablo, hagamos análisis de las clases de grandeza que hemos visto hoy de quienes nos han precedido en el uso de la palabra», aseguraba Santamaría, que piensa «trabajar por la unidad» hasta el final.

«Espero que Soraya y su equipo se integren, por eso quiero dejar huecos en el organigrama, quiero contar con los mejores y ellos son de los mejores», sostenía el vicesecretario.

El procedimiento -además de la batalla sin cuartel de la última semana- complica las fórmulas para la integración. A primera hora de este sábado, los candidatos deben presentar sendas listas cerradas para el Comité Ejecutivo Nacional –con 35 nombres, entre ellos el del secretario o secretaria general, aunque no es obligatorio precisar quién será– y para la Junta Directiva Nacional –con 30 nombres–. Desde el equipo de Casado insisten en que, después, se podrá integrar a miembros de la candidatura de Sáenz de Santamaría en «el organigrama». Por parte del entorno de la exvicepresidenta, también se muestran dispuestos a hacerlo, aunque creen que lo más adecuado sería pactarlo antes, para que, por ejemplo, Casado pueda ser el secretario general de Santamaría.

Si los delegados del congreso esperaban algún tipo de directriz de Rajoy, la figura que ha unido a prácticamente todo el partido los últimos 14 años hasta su salida, este viernes habrán salido defraudados de la primera jornada del cónclave. Porque el expresidente ha mantenido una absoluta neutralidad durante los 51 minutos de su discurso y hasta el último punto. «Queridos amigos, me aparto, pero no me voy. No podría, he dejado más de media vida en este partido. Estaré lejos de los focos y de la primera línea. Y, desde luego, seré leal», decía ya el exlíder, marcando toda la distancia posible con su predecesor, José María Aznar, habitual azote de sus políticas, tras su desvinculación de los populares.

Rajoy como nexo de unión
Rajoy no hizo ninguna mención expresa ni a Casado ni a Santamaría, aunque su firme defensa de la gestión que hizo su Ejecutivo de la crisis catalana se podía interpretar como un apoyo al trabajo de la exvicepresidenta, encargada de la política territorial en sus ejecutivos. «No era fácil, pero supimos arbitrar fórmulas para hacerlo, y se hizo. Y se hizo bien como reflejan los hechos», decía el expresidente.

Este viernes, él ha sido el único nexo de unión entre los dos candidatos, que solo han coincidido en alabar su discurso. «Se va como siempre ha estado, como un caballero, sin interferir, sin dar ninguna indicación y dejando muy alto ese legado que tanto tiempo he defendido como portavoz y que espero que a partir de mañana pueda seguir defendiendo como presidente», decía Casado. «Era una despedida pero espero que sea un punto y seguido y que tengamos siempre su referencia en el horizonte, su buen carácter, su amabilidad, el estar siempre en su sitio, saber aguantar muchas cosas y poner por delante siempre a España», añadía Santamaría.

Uno de los dos se convertirá este sábado en sucesor de Rajoy para abrir una nueva etapa en el PP. Una era en la que todo está por escribir.

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