El hecho de ser mujer y de depender de actividades como el campo o el mar se convierten en La Gomera en dos términos estrechamente unidos y casi inseparables. Y es que, hasta hace poco tiempo, este colectivo lo tuvo muy complicado para acceder a otras profesiones que no fueran las relacionadas con estos dos mundos. Por ello, año tras año, la celebración del Día de la Mujer Rural en la Isla adquiere una connotación especial.
El presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo, considera que es necesario visibilizar y valorar en mayor medida el trabajo que desempeñan las mujeres en el entorno rural, ya que destaca que son una pieza clave para el sostenimiento del sector y garantizar su futuro.
“Debemos reconocer y dignificar la ardua labor que realizan que, sin duda, es necesaria para fortalecer el sector primario y nuestra actividad económica”, indica. Además, subraya la necesidad de avanzar hacia la igualdad de oportunidades para lograr que las mujeres tengan los mismos derechos, ya sea en el entorno rural o en el urbano.
María Juliana Hernández Mesa es de Chipude. De hecho toda su vida ha transcurrido en este pueblo y se siente muy orgullosa de que así haya sido.
Amar el campo
Ama el campo y todo lo que existe a su alrededor desde que se levanta hasta que se acuesta. Por obligaciones inevitables durante unos años ejerció labores de limpieza de unos apartamentos en Valle Gran Rey y, precisamente, de esa parte de su vida no se siente tan orgullosa.
“Es que no sólo trabajas más sino que encima estás a las órdenes de otras personas, madrugando y cumpliendo un horario, mientras que en el campo ganas menos pero, la verdad, es que soy muy feliz aquí”.
Aprender de los antepasados
Todo lo que sabe del mundo rural lo aprendió de su abuela. Y tal vez por ello se ha convertido en una auténtica especialista en cuanto a cuidar animales, plantar papas, cebollas, millo o verduras.
Su marido, Francisco Mora, también tuvo que dedicarse durante unos años a trabajar en la construcción y de esta manera pudieron sacar adelante a sus cinco hijos.
Ninguno de los cuales, por cierto, ha optado por vivir del campo.
Hubo incluso épocas en las que podían casi autoabastecerse con lo que plantaban y todavía les sobraba para hacerle regalos a los vecinos. “Me considero una mujer del campo, que aprendió de sus ancestros y que ha trabajado muchísimo y en condiciones muy duras”, apunta satisfecha.
Labores en el campo y en las casas
Cree que efectivamente a ellas les corresponde el papel más pesado en el mundo rural, “aunque la verdad es que al hombre también le toca lo suyo. Pero ellos hacen su trabajo por duro que sea y luego se mandan a mudar, mientras que nosotras nos tenemos que quedar en la casa cuidando a los niños y haciendo la comida”.
Por todo ello, cree que los homenajes a la mujer rural son más que merecidos, “porque hemos sufrido y trabajado muchísimo. Yo, por ejemplo, tengo la espalda totalmente destrozada de tanto cargar leña para poder tener luz
cuando antes no teníamos ni electricidad. Me acuerdo que dormíamos con una vela encendida porque me daba miedo estar a oscuras y cuando nos levantábamos teníamos las narices negras del humo”.
En el mismo bando pero en distinto sector se encuentra Coromoto Ramos, presidenta de la Cofradía de Pescadores de Valle Gran Rey. Su opinión es que en este caso las circunstancias que rodean a las mujeres están peor que antes.
Ella, personalmente, nunca ha llevado un barco pero es dueña de una embarcación a cuyo frente está su propio hijo.
“En el campo puedes dejar la cosecha un tiempo pero en el mar tienes que salir todos los días. Esto es más fastidiado porque encima te puede tocar el mal tiempo y ese día no ganas nada y por si fuera poco tu vida corre peligro”, apunta.
En realidad en La Gomera no hay mujeres marineras. Excepto el caso muy puntual de una esposa de Playa de Santiago que acompañaba a su marido hasta que éste murió.
A ellas les toca el papel de esperar en la casa, lo que podía alargarse durante meses cuando sus compañeros faenaban en África. “En aquellos tiempos ni sabíamos cómo estaban, ni si volverían. Nosotros teníamos que hacer de padre y de madre. Aquella era una vida muy triste y solitaria”, explica.
Pero al menos eran tiempos en los que se obtenía dinero. Mientras que en la actualidad apenas se consigue beneficio alguno.
“Antes salían a las siete de la mañana y al mediodía los pescadores llegaban cargados. Ahora salen a la misma hora y no vienen hasta por la noche y casi siempre con las manos vacías”. A todo ello se unen multitud de gastos e impuestos que han convertido a esta actividad en prácticamente simbólica.
Las peticiones de la Cofradía es que se ponga en marcha lo antes posible la Reserva de Marina y de esta manera sea posible controlar la pesca furtiva que está esquilmando las aguas de la Isla. “La verdad es que ya no nos queda más remedio que pedir ayuda”, apunta.
María Juliana y Coromoto Ramos son sólo dos ejemplos de las numerosas mujeres que se dedican, día a día, a desempeñar labores en La Gomera como la artesanía, agricultura, la ganadería, pesca.
Un trabajo que conlleva una dedicación plena, con horarios que nunca terminan y una remuneración que no hace justicia a las interminables horas de trabajo, que conjugan con esmero con la atención a su familia. Una labor que ya ejercían sus abuelas, bisabuelas y tatarabuelas y que continúan desempeñando con orgullo a día de hoy.
A ellas les debemos su enorme contribución al mantenimiento del patrimonio rural de La Gomera y al fortalecimiento del sector primario.