Créanme que no fue fácil hacer una Constitución para todos los españoles. No fue fácil entenderse con los hedereros del franquismo. Ni fue sencillo olvidar a quienes, desde el bando de la izquierda, habían sido irresponsables o desleales con la vieja república. Los españoles de 1978 no sufrieron amnesia política, como hoy se dice por algunos. Lo que ocurre es que tuvieron la enorme grandeza e inteligencia de pensar que el futuro era más importante que el pasado. Porque mientras podía existir un futuro común para todos, el pasado ya estaba escrito con el sufrimiento irreparable de muchos.
La democracia en España la trajo la Constitución que esta semana cumple cuarenta años. Pero la democracia es solo una palabra. Los que hacen la democracia son las personas y su voluntad de hacer juntos una sociedad mejor. Toda aquella gente que conocí en aquellos años hoy me parecen gigantes. Este país no sería el mismo sin aquellos políticos de todas las tendencias que fueron capaces de tender puentes sobre sus muchísimas diferencias.
El ejemplo de aquellos años se vuelve hoy mucho más importante. Cuando alguien me pregunta qué es hacer política siempre le respondo lo mismo: trabajar por la gente. Y no es una frase hecha. En los años en que empecé, en la izquierda, queríamos transformar la sociedad en algo más justo. Los socialistas en este país luchamos por la libertad de poder leer lo que quisiéramos, de poder ver el cine que quisiéramos, por poder reunirnos en la calle con quien quisiéramos. Son libertades básicas que hoy no se valoran porque, afortunadamente, forman parte de lo cotidiano para la gente joven. Luchamos porque la riqueza se repartiera en forma de servicios públicos. Porque a nadie le faltaran los medios mínimos de subsistencia. Felipe González, desde 1982 en adelante, transformó y modernizó la economía y la sociedad española de una manera profunda y revolucionaria. Y lo hizo con prudencia, con habilidad y con muchísimo sentido común. Le sobraba precisamente lo que hoy nos falta.
En una democracia como la nuestra, el ejercicio de la política ya no es una lucha por las libertades. Es el trabajo cotidiano por resolver los problemas de las personas. Agrupación Socialista Gomera nació desde la humildad de saber que los partidos políticos existen para representar los intereses de la gente y para exigir soluciones para la gente. El gran fracaso de la política española contemporánea es que los grandes partidos políticos se han olvidado de ese principio elemental. El enfrentamiento de los aparatos dirigentes ha convertido la vida pública en un circo y ha producido el descrédito y la caída de la reputación de la política.
Nosotros en ASG existimos solamente por la gente de La Gomera y de Canarias. Cada día que estoy en la vida pública lo dedico a escuchar, atender y resolver, si puedo, los problemas que me plantean los ciudadanos que nos dieron su confianza para que estuviéramos en las instituciones que les representan. ¿Para qué si no estamos aquí? Los discursos, los actos, los plenos, todo lo que rodea y llena la democracia institucional, no es nada más que la hojarasca formal necesaria de un sistema que debe estar dedicado a allanar el camino para que la gente pueda seguir caminando hacia el futuro.
Las amenazas que hoy viven nuestra democracia vienen desde dentro. Desde posiciones radicales, virulentas y extremas. Pero estoy seguro de que podremos superarlas. Como atravesamos la crisis económica terrible que aún estamos dejando atrás. Ya no tenemos los grandes políticos, hombres y mujeres de la transición. Pero seguimos teniendo una sociedad sensata. Esto solo se arregla trabajando todos los días y arrimando el hombro con el vecino cuando hace falta. Desde abajo hacia arriba, cada uno en el espacio que le corresponda.
Tuve el honor de vivir los años en que se construyó la democracia en España. Y el honor de compartir y conocer a muchas de las personas que la hicieron posible. Hoy, cuarenta años después, muchas de ellas ya no están con nosotros. Pero estoy seguro de que sabremos construir otros cuarenta años de convivencia y prosperidad. Estoy tan cansado de los pesimistas y los malos agoreros como de la mala política que no se ocupa de la gente. Sólo nos hace falta recuperar un poco de la tolerancia y del respeto mutuo que teníamos en la transición porque la política tiene que ser útil.