Este lunes, todas las familias de La Gomera y de Canarias tendrán la ocasión de sentarse a la mesa del encuentro con los seres queridos. Y cuando se hable de todas las cosas que han ocurrido a lo largo de estos últimos meses, saldrán las noticias que más nos han emocionado o dolido, como esa última muerte horrible de una joven asesinada por la brutalidad de un hombre –otra víctima más de esa lacra de la violencia machista– o de la situación tan difícil que vive ahora mismo España sacudida por el separatismo catalán. Y escucharemos a la gente que queremos sus opiniones de cómo se arreglaría esto o aquello, sabiendo como sabemos que no hay soluciones sencillas para los problemas complicados.
A la gente joven que ha dado un paso para trabajar por esta tierra siempre le digo que la única forma en que las cosas funcionan es trabajando muy duro por ellas. Y gracias al trabajo de muchos, este año también tendremos cosas buenas que comentar en nuestras conversaciones de estas fiestas. Canarias tiene ya un nuevo Estatuto de Autonomía, que viene a sustituir al de 1982. Y una nueva Ley de REF en la que se recogen los derechos históricos que tiene el archipiélago en materia fiscal. Estas dos cosas juntas son fundamentales para que la vida de nuestros hijos sea mejor. Gracias a estas dos leyes, los impuestos al consumo que se recaudan en Canarias (que ya están cerca de los dos mil millones) son de propiedad de los propios canarios y se tienen que gastar en darles servicios a ellos. La recaudación de los impuestos indirectos –los que pagamos cuando compramos comida o ponemos gasolina– se destina a la hacienda autonómica, a los cabildos y a los ayuntamientos. Eso, que ha sido así históricamente, está destinado a compensar el hecho estructural de que Canarias sea una tierra lejana del continente y territorialmente fragmentada.
Salvar esos impuestos, para que no se nos descuenten a la hora de recibir dinero del fondo de financiación de las autonomías, ha sido un logro fundamental para nuestras islas que nos ofrece más recursos para destinar a servicios esenciales.
Cuando uno hace cuentas suele estar más pendiente de lo que queda por hacer que de lo que se ha conseguido. En Canarias, este año, se han logrado cosas buenas, pero también seguimos arrastrando asuntos que no se acaban de resolver. Algunos sostienen que hemos salido de la crisis pero seguimos teniendo doscientas mil personas que no pueden encontrar trabajo. Y lo que es peor: hay muchas de ellas que jamás podrán conseguirlo. Tenemos cincuenta mil pensiones de menos de cuatrocientos euros que no permiten vivir dignamente a esas personas, muchas de ellas mayores y muchas de ellas mujeres. Tenemos unos salarios que se encuentran a la cola de los más bajos del Estado, lo que está creando un precariado laboral que constituye una nueva clase de pobreza. Hay familias que no llegan a fin de mes, pese a que alguno de sus miembros está trabajando. Y aunque el PIB de Canarias ha llegado a los 44.000 millones, tocando el techo histórico, la renta media disponible de las familias de las islas se sigue separando de la media estatal. Dicho en cristiano, Canarias se vuelve más rica y la gran mayoría de las familias canarias son más pobres.
Para transformar esta realidad es necesario, como se dice ahora, «cambiar el chip». Si seguimos haciendo lo mismo, las cosas seguirán igual. Es una verdad de Perogrullo. Hay que apostar por cosas nuevas. Hay que diversificar la riqueza para que no esté concentrada solamente en las grandes islas y en las zonas turísticas. Hay que apostar por el desarrollo de las Islas Verdes, para que crezcan sus mercados, para que haya nuevos trabajos cualificados y para que la gente joven tenga la oportunidad de vivir y envejecer en la tierra en que nacieron en vez de tener que emigrar.
Durante este año hemos trabajado sin descanso y sin rendirnos en la defensa de Canarias. Traemos un nuevo discurso que molesta: ya está bien de que los grandes se lo repartan todo y nos dejen a los demás los restos. Queremos una Canarias de iguales. De ciudadanos que tengan los mismos servicios y la misma calidad de vida vivan donde vivan. Estamos en esa lucha. Y un día conseguiremos que la gran familia de Canarias se pueda sentar a la mesa de la Navidad siendo de verdad una sobre el mismo mar.