Carmen Moraga .- «Descarto apoyar al señor Rajoy o a Pedro Sánchez». «No vamos a entrar en un gobierno que no presidamos». «No vamos a firmar un pacto de legislatura». «No queremos que sigan los mismos». «Nunca lo van a hacer con nuestro apoyo».
Son algunas de las frases repetidas en campaña hasta la saciedad por Albert Rivera en 2015 y 2016. Entonces, el líder de Ciudadanos aseguraba una y otra vez en todos sus actos y entrevistas que apoyaría ni la investidura de Mariano Rajoy ni la de Pedro Sánchez.
Su negativa quedó bien reflejada en una entrevista en 20 minutos. «Una abstención no es un apoyo a nada. Nosotros no apoyaremos ni a Rajoy ni a Sánchez. Ni investidura, ni pacto, ni Gobierno, ni ministros, ni vicepresidente… Más claro, el agua. He contestado más que nadie a esta pregunta y los otros no han contestado nunca», replicó cuando le preguntaron si al menos iba a facilitar con la abstención de su grupo un gobierno de alguno de los dos signos. Poco le duró su contundente compromiso.
Rivera cerró a los pocos meses dos pactos de investidura: primero, con Sánchez, que no llegó a buen puerto. Y después un acuerdo con Rajoy, que terminó facilitando que el PP pudiera gobernar hasta que la moción de censura le obligó a abandonar la Moncloa. Pese a que solo fructificó el segundo, los dos acuerdos fueron escenificados solemnemente en el Congreso por Rivera con los dos presidenciables, y sobre ambos dijo que llevaban «el sello naranja», como ha hecho en todos los demás pactos que anteriormente ha firmado. Y han sido varios: en Madrid con Cristina Cifuentes (PP); en Murcia con Pedro Antonio Sánchez (PP), y en Andalucía con Susana Díaz (PSOE). Los tres han terminado abruptamente. Ciudadanos tan pronto hace presidente a uno de esos candidatos con los que había jurado no pactar, como le retira el apoyo si ve que cambian las expectativas electorales.
Ha pasado también en Andalucía. En la campaña de las anteriores autonómicas de 2015, la dirección de Ciudadanos también afirmó que no iba a dar apoyo al PSOE para que siguieran gobernando la Junta. Juan Marín, que se estrenaba como candidato, renegó de la corrupción de los socialistas. Meses después Marín rubricaba en Sal Telmo un pacto de investidura con la líder del PSOE andaluza olvidando lo dicho.
Todos estos cambios de criterio han sido siempre justificados por Rivera y los dirigentes de su partido con el argumento de que Ciudadanos apuesta por la «política útil» y es la única formación que está dispuesta a «dar estabilidad a los gobiernos y a España». «Creo que estamos demostrando que si das estabilidad al país puedes pelear por hacer cambios y si quieres cambios debes dar estabilidad», afirmó en una de sus comparecencias públicas.
Las piruetas del discurso en Andalucía
Ahora Rivera y los suyos han vuelto a demostrar en Andalucía lo voluble que es su discurso político. Ciudadanos ha quedado en tercer lugar con 21 diputados, una notable subida respecto a los nueve de 2015, pero no ha alcanzado el anhelado sorpasso al PP. Pese a su posición, Rivera y Marín han sostenido hasta el ultimo minuto que Ciudadanos solo aspiraba a gobernar y a ser el protagonista del «cambio».
Durante la campaña autonómica tanto Rivera como su número dos, José Manuel Villegas, y el propio Marín sostenían el mismo discurso: «Ciudadanos va a liderar el cambio porque es el único partido sin mochilas de corrupción y limpio». «La fuerza que más gana debería ser la que se presente y no las que más pierden», repetían.
La misma noche electoral el líder de Ciudadanos insistía en que Marín iba a ser el candidato a la investidura porque era la única fuerza que crecía y que podía dar estabilidad a la legislatura encabezando un Gobierno «estable, serio y limpio». Incluso apeló a «la responsabilidad» de las dos fuerzas constitucionalistas –PSOE y PP– en un intento de aplicar la estrategia Borgen, como ocurrió en Dinamarca, para facilitar un pacto transversal entre la derecha y la izquierda que les evitara tener que apoyarse en Vox.