En la vida pública, vivir de la agitación, instalados en el conflicto permanente y en el “no” a todo, es un disolvente democrático. Tristemente es una manera de hacer las cosas que parece que está de moda. Y aunque uno no quiera escucharlo, siempre le acaban llegando los ecos de esas voces crispadas que descalifican, que insultan y que consideraban que todo está mal y que todo el mundo está equivocado, excepto ellos.
Creo que el mayor valor de la política en democracia es el respeto a las opiniones de los demás. Un respeto que no merma ni un ápice las convicciones propias ni el debate sosegado y con razones que en su caso hay que tener para defender las cosas en las que creemos. La transición española, que fue un ejemplo para el mundo, no fue otra cosa que el ‘milagro’ de que personas de muy distinta y enfrentada ideología, que arrastraban recuerdos y heridas de una dictadura insoportable, fueran capaces de entenderse y establecer los cimientos de una democracia que nos ha dado cuarenta años de paz, prosperidad y libertad. Lo hemos visto una y otra vez: la cólera y el enfrentamiento sólo genera desconcierto y atasco. Lo que nos permite avanzar es la colaboración.
Hemos visto esta misma semana como el Gobierno de Canarias ha lanzado un grito de advertencia sobre el maltrato a Canarias en los Presupuestos Generales del Estado. Y lo primero que he pensado es que me parece precipitado. Nadie en estas islas, que yo sepa, ni siquiera el PSOE canario, tiene datos sobre las partidas que le corresponden a las islas. Y si alguien tiene datos, no los ha hecho públicos. Como ocurre en el mundo de la Justicia, la presunción de inocencia hay que mantenerla hasta que se tengan evidencias incontestables de lo contrario.
Una de las peores situaciones que vivió Canarias fue el enfrentamiento con la Administración central hace ya algunos años. El desencuentro político entre los gobernantes de aquí y de Madrid nos llevó a una situación de discusión permanente en todos los ámbitos de las relaciones con el Estado. Fue un escenario ‘bélico’ que desembocó en una durísima confrontación en torno a la explotación de yacimientos petrolíferos en aguas cercanas a Canarias. Un enfrentamiento absolutamente inútil porque los yacimientos nunca existieron.
El cambio de relaciones entre Madrid y Canarias nos permitió impulsar acuerdos que han sido buenos para todas las personas que viven en las islas. Es el diálogo el que nos ha dado un incremento en el descuento de los billetes aéreos. Es el entendimiento el que nos ha permitido tramitar y aprobar dos leyes fundamentales para el Archipiélago, como el Estatuto de Autonomía y la nueva Ley del REF. ¿Vamos a dinamitar otra vez los puentes institucionales? Creo que sería un grave error.
Lo que aconseja la prudencia es esperar a conocer en su integridad el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado para el este año que aprobó este pasado viernes el Gobierno. Y una vez sepamos cómo quedan las islas será el momento de hacer un juicio de valor y tomar las medidas que correspondan. Como dice nuestra gente, la carreta no se puede poner por delante de los bueyes.
Tengo esperanzas de que los próximos presupuestos van a ser mucho más sociales y tendrán una vocación más solidaria. Si así fuera, Canarias, que es una comunidad donde perviven graves problemas de paro y de familias en riesgo de exclusión social, no puede ser maltratada. Sería incoherente y una muy mala noticia. Pero no adelantemos acontecimientos.