La gran noticia de ahora es que España mira hacia unas elecciones generales que se celebrarán el 28 de abril. Casi todo el mundo tiene puestas sus esperanzas en que las urnas den una respuesta que sea capaz de devolver a este país a una situación de estabilidad. En mi opinión es una esperanza infundada. No se puede poner la responsabilidad sobre quien no la tiene. Vote lo que vote el pueblo soberano, los partidos políticos tienen la obligación de entenderse y lo que está fracasando en nuestro país es precisamente el entendimiento.
En la prensa nacional se citaba días pasados unas palabras del discurso de investidura de Felipe González, pronunciado en 1982, el año en que el PSOE ganó sus primeras elecciones y formó un Gobierno que produjo el mayor cambio, desarrollo y prosperidad en la historia de España. “¿Gobernar para qué? –se preguntaba González– Porque gobernar no significa solamente estar atento a las curvas del camino; gobernar es guiarse al mismo tiempo por el perfil del horizonte, tener bien claro un rumbo a largo plazo, una perspectiva que otorgue pleno sentido a los afanes cotidianos. Nosotros nos proponemos gobernar sobre la base de tres principios que quiero proclamar categóricamente: la paz social, la unidad nacional y el progreso”.
Los políticos de la transición, los compañeros socialistas que hicieron el cambio en España, los que modernizaron este país y pusieron las bases de una sanidad pública ejemplar, una educación universal y unos servicios públicos europeos, no eran mejores ni tenían mayores capacidades que los que hoy están en activo. La oposición a los gobiernos era extremadamente dura y la crítica de los medios de comunicación era feroz. La única gran diferencia con los tiempos que vivimos es que en aquellos años existía aún un terreno donde las diferentes opciones eran capaces de encontrar un entendimiento. Existían asuntos de Estado en donde todos los políticos de casi todos los partidos eran capaces de anteponer a sus intereses electorales el bien común. Eso hoy ya es un recuerdo, porque no existe.
Hay gente que se ha alegrado porque ha caído un Gobierno de izquierdas y porque su proyecto de presupuestos había sido rechazado. No es mi caso. Ya he dicho que tenía con esas cuentas públicas un sentimiento agridulce. El presupuesto que había presentado el PSOE era bueno para todos los españoles porque contemplaba un importante aumento del gasto social y aumentaba impuestos a las rentas más altas. Pero al mismo tiempo, el presupuesto incumplía con Canarias las obligaciones del Estado derivadas de nuestra Ley de REF y nuestro Estatuto de Autonomía.
Canarias sigue sin recibir más de trescientos millones del presupuesto del año 2018. Y sigue sin tener firmados convenios que son fundamentales para sectores como las obras hidráulicas, la agricultura, las infraestructuras turísticas, la creación de empleo o la lucha contra la pobreza. Ese dinero no es para el bolsillo del Gobierno canario, es para todos los ciudadanos que viven en las islas. Cuando nos lo quitan nos lo quitan a todos, no a unos políticos a los que hoy les ha tocado estar en el poder en las islas de la misma manera que mañana pueden estar otros.
Las explicaciones que se han dado sobre el incumplimiento de las obligaciones con Canarias son lamentables. Demuestran la profunda ignorancia de los fueros de estas islas y confunden las ayudas de Estado (destinadas a igualar a los ciudadanos de las islas con los de la Península) con la inversión y el gasto público que corresponde a Canarias por su peso en el Estado.
Las próximas elecciones elegirán un nuevo Parlamento, pero los problemas seguirán ahí. Consumiremos medio año sin cuentas. Canarias seguirá colgada de la brocha sin que se le entienda ni se le atienda por la Administración central del Estado. Y Cataluña seguirá siendo ese gran problema sin solución que heredará el próximo Gobierno. Y para afrontar todo eso seguiremos teniendo a partidos y políticos cuyo único interés no será servir a la gente sino atender a sus propias estrategias e intereses. Partidos que, en palabras de Felipe González, no miran el horizonte sino la punta de sus propios zapatos.
Quien espere que las urnas se pronuncien haciendo un milagro están completamente equivocados. Los milagros no existen. Lo único que nos hace progresar es el trabajo duro, el compromiso con la gente y la moderación en el debate. Exactamente lo que no tenemos hoy por casi ninguna parte.