El pasado viernes las mujeres protagonizaron un día de huelga para hacer visible su ausencia de una sociedad en la que tienen un papel protagonista fundamental. La lucha de las mujeres por la igualdad es también la lucha por un mundo más justo, más equitativo y más humano. No es una lucha por ellas, sino por todos.
Ciertamente es el tiempo de las mujeres. Es un momento de la historia en que se están produciendo cambios profundos en la sociedad. Pero para que estén ocurriendo hoy esas transformaciones fue necesario que hace muchos años, en un contexto social mucho más difícil y hostil, algunas mujeres dieran el primer paso decisivo. Cosas que hoy resultan absolutamente normales, que se aceptan de forma natural por nuestra sociedad, eran impensables hace sólo unas décadas, cuando hasta la legislación consideraba a las mujeres subordinadas a los hombres y les negaba los derechos inherentes a su libertad. Esos derechos se han conquistado, pero no sin esfuerzo.
Cuando echamos la vista atrás, a los tiempos de nuestros abuelos, la vida para todos era muy difícil. Pero fue más difícil para las mujeres. En los momentos de dificultad o de hambruna, los hombres emigraban de islas como La Gomera buscando el futuro en otros lugares. Las mujeres se quedaban a cargo de una familia que tenían que sacar adelante, a veces con su propio esfuerzo.
Esta semana, sumándonos al día de la mujer, el Cabildo de nuestra isla quiso hacer un homenaje a las artesanas. Y lo hicimos no sólo porque son agentes fundamentales de la conservación del patrimonio cultural de la isla y un sector económico que aporta valor añadido a nuestra sociedad, sino porque en su figura representan a otras mujeres, a sus antecesoras, a aquellas que vivieron ese otro mundo donde las mujeres tenían todas las obligaciones y ningún derecho.
Aquellas mujeres fueron las que ayudaron a sacar adelante a sus familias en los tiempos de penuria. Fueron las que recorrían kilómetros a pie, llevando sus piezas de alfarería que elaboraban para cambiarlas por productos con los que alimentar a sus familias. Fueron ellas las que se levantaban con las primeras luces para ir cargadas con su trabajo y volver cargadas con aceite, millo o pescado. Fueron esas mujeres las que sostuvieron la vida de sus hijos. Sin esas mujeres, abuelas, madres, hermanas e hijas, que apenas tenían un par de alpargatas, no se puede entender la historia de nuestra isla.
Ellas sufrieron, las primeras, la pobreza y el abandono. Ellas fueron la fuerza y el coraje que mantuvo en pie a sus familias. Ellas fueron el sostén y el apoyo de sus hijos cuando más lo necesitaron. Y sobre su esfuerzo y su sacrificio se cimentó la vida tan distinta de sus descendientes de hoy. Las jóvenes de La Gomera en el siglo XXI son abogadas, arquitectas, médicas o ingenieras. Son las mejores profesionales de la hostelería, de la restauración o del comercio. Y son también las mujeres que han decidido seguir con la tradición de la artesanía elevándola a una nueva categoría de actividad económica de éxito.
Aquellos años de cocinas de leña en las que había muy poco que comer no están tan lejos, aunque lo parezcan. Y recordándolos podemos comprender cuánto hemos cambiado y cómo hemos cambiado. Hemos conseguido la libertad y el desarrollo económico. Hemos luchado contra la pobreza y hemos creado un mundo un poquito más justo. Pero sobre todo hemos visto como las mujeres se han puesto en pie para asumir sus vidas de forma plena e independiente.
Con el homenaje a las artesanas de hoy hicimos también un reconocimiento a las de ayer. A aquellas mujeres fuertes y valientes de las que nunca habló nadie. A las que padecieron el peor machismo de una sociedad que les privó de derechos tan básicos como el acceso a la educación o a la libertad de decidir sobre sus propias vidas. La fuerza de esas mujeres está más presente que nunca en una batalla por la igualdad en la que ya no están solas.