Luc André Diouf habla seis idiomas. Solo eso ya le convertirá en un diputado diferente si es elegido, pero seguro que nadie más en el Congreso comparte su trayectoria vital: la de un inmigrante que pasó de dormir al raso a convertirse en referencia del movimiento sindical en Canarias.
Nacido en Joal (Senegal) en 1965, el secretario federal de Política de Refugiados del PSOE vive desde hace 27 años en Gran Canaria, donde un día fue inmigrante irregular. Diouf no llegó a las islas en los cayucos que una década después facilitaron la diáspora de miles de senegaleses hacia Canarias, sino en avión y con visado temporal de turista para formalizar en el Registro Civil el libro de familia de su hija, nacida en 1991 en Las Palmas de Gran Canaria.
Pero no por ello los comienzos del número dos de la candidatura del PSOE al Congreso por Las Palmas fueron más fáciles. «Después de agotarse el visado, no disponía de dinero y tuve que dormir en la playa de Las Canteras durante 45 días. Comía una sola vez al día. Solo almorzaba, no desayunaba ni cenaba. Y enfermé», relata.
Eran los tiempos del ministro José Luis Corcuera, promotor de una Ley de Seguridad Ciudadana que pasó a la historia con el apodo de «la de la patada en la puerta», pero que para los miles de simpapeles que entonces ya vivían en España era la norma que habilitaba a la Policía a pedirles la documentación casi en cualquier circunstancia y a detenerlos si no la tenían en regla.
Por eso Diouf y los otros once inmigrantes que vivían con él en un piso del barrio del Puerto de Las Palmas donde le acogieron tras recuperarse de una neumoníaapenas pisaban la calle. Hasta el punto de que el pan lo «pescaban» en una bolsa con dinero que descolgaban con una cuerda para que les surtieran de barras en el bar de abajo.
«Una mañana apareció la Policía y tocó nuestra puerta. Yo me salvé de ser devuelto a Senegal por el libro de familia de mi hija y por estar siguiendo el tratamiento desde casa», recuerda.
En ese momento, Diouf comienza una trayectoria que conduce a que, en 2016, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, lo reclute para su proyecto de gobierno en la sombra, junto a personas como Josep Borrell, Rafael Bengoa o Sami Naïr.
Todo empezó con los idiomas. El entonces inmigrante irregular hablaba en 1992 francés, inglés, serer y wólof, aprendía español a marchas forzadas y se había matriculado en alemán en la escuela de adultos, cuando le propusieron trabajar en un hotel de Fuerteventura, de donde se fue al mes, porque no le regularizaban.
Cuando una puerta se cierra, a veces otra se abre y aquella experiencia laboral fallida hizo que Diouf entrara en contacto con CCOO, la que sería su casa durante 17 años (1996-2013), primero como técnico asesor, luego como coordinador de los centros de información a trabajadores extranjeros y, finalmente, como secretario de Inmigraciones. Y siempre como una referencia imprescindible para la comunidad de africanos en Canarias.
El ahora aspirante a diputado vivió en esa posición la crisis de los cayucos, que en un solo año, 2006, trajo a Canarias a más de 32.000 africanos. Y lo hizo en primera persona por doble motivo, por su posición protagonista en el Foro Canario de la Inmigración y porque la mayoría de los jóvenes que arriesgan la vida en Atlántico en la ruta de los cayucos provenían de su país, Senegal.
«El 2006 fue un año horrible para las migraciones, pero se supo atender», recuerda Diouf, que subraya que si aquella crisis (que en varias ocasiones se ha citado en Europa como ejemplo de buena respuesta) terminó bien, fue en buena medida por la actitud del pueblo canario, que tenía muy presente que pocas décadas antes miles de personas habían emigrado desde las islas hacia Venezuela.
«Yo he denunciado y seguiré denunciando la dejadez de ciertos gobiernos africanos. No puede ser que simplemente se queden mirando cómo se marchan, con riesgo para sus vidas, las personas mejor preparadas, las que físicamente pueden contribuir al desarrollo del continente africano. Es inadmisible. Y no es una generación solo, son varias generaciones las que se están perdiendo«, defiende.
Luc André Diouf tiene su situación regularizada hace mucho tiempo (es español desde 2001), pero no se ha desentendido de la comunidad inmigrante en Canarias. Recibe minutos antes de reunirse con un grupo de africanos en el salón de actos de CCOO, algunos de ellos hijos de sus compañeros de los años noventa.
Temor a las políticas contra los migrantes
En reuniones como esa salen a relucir los temores de trabajadores que observan cómo surgen candidatos que hablan de construir muros, de deportaciones rápidas. Diouf piensa que quien propone levantar muros «no vive en el siglo XXI» ni entiende los movimientos que está generando la globalización y, sobre todo, se olvida de hay dos millones de emigrantes españoles en otros países.
Pero tampoco comulga con quienes propugnan «papeles para todos». «El espacio intermedio que hay entre esas dos posturas es el ser sensato. Ni muro ni tampoco puede ser papeles para todos. Eso es jugar con los sentimientos de las personas que están en la necesidad. Yo soy de Senegal y allí hay una política migratoria, en Senegal no tienen fronteras abiertas para todo el mundo», señala.
Diouf aspira a promover desde el Congreso consensos sobre la inmigración, que conduzcan a un pacto de Estado en la materia o, como mínimo, a una actualización de la Ley de Extranjería.
Pero su pasado sindical le puede y dice que, primero, hay que poner solución a la situación de las kellys -las camareras de piso de los hoteles- y conseguir que las empleadas del hogar tengan acceso al paro y a la pensión de jubilación, «porque la aportación que hacen a la sociedad es inmensa».