Este 2019 estamos celebrando el centenario de ese artista integral –e íntegro- que fue César Manrique. Un auténtico defensor del paisaje, de la ecología. Pintor, escultor, visionario, son numerosas las obras que ejecutó a lo largo y ancho de su isla natal, Lanzarote, y también de otros puntos de la geografía canaria y peninsular: Mirador de la Peña en El Hierro o los jardines de la estación de Atocha en Madrid, por poner dos ejemplos.
Sin embargo, ha pasado más desapercibido el treinta aniversario del proyecto del mirador del Palmarejo, en Valle Gran Rey. Junto al mirador herreño y el mirador del Río en Lanzarote, forman la tríada de cristaleras suspendidas ante la inmensidad.
Corría el año 1989 cuando Manrique inaugura su mirador de la Peña en El Hierro, quizá una de las vista más tremendas del Golfo. Ese mismo año proyectó otro monumento al marco paisajístico: el Palmarejo, que permite contemplar una de las mejores vistas sobre Valle Gran Rey. Al igual que en sus otras dos obras, diseña unos paramentos acristalados enmarcados en piedra que se mimetizan en el entorno, en esa simbiosis extraordinaria que sólo él sabía advertir. A este mirador le sumó uno de sus móviles, que en conjunto suelen llamársele Juguetes del viento, y que viene a ser un trasunto de otros experimentos que había realizado a partir de finales de los años ochenta en la isla conejera. La obra, finalmente, fue concluida en 1995.
De ahí hasta ahora la vida de este extraordinario mirador ha sido la de la frustración. Con un restaurante instalado, parece que la suerte no se ha aliado con su valor arquitectónico. Cerrado durante demasiado tiempo, probablemente esté sufriendo lo que tantos otros edificios en La Gomera: el silencio que amenaza la ruina. Esperemos que, en honor a la memoria de Manrique, vuelva a abrir sus puertas y se convierta en un punto de obligatoria parada en el camino hacia Valle Gran Rey.
- Seguimos esperando su declaración como BIC. Como tantas otras cosas.
Pablo Jerez Sabater