La celebración del Día de Canarias ha llegado casi sin darnos cuenta. Hace escasos meses que cerramos la novena legislatura, apresurados por aprobar leyes de importante calado para el devenir de las Islas como la Ley de Servicios Sociales, el nuevo Estatuto de Autonomía y el REF. Hace pocos días que concluyeron unas agitadas elecciones en las que hemos estado inmersos más de dos meses al coincidir las generales con las autonómicas y ahora, con la resaca electoral y los pactos aún en el aire, toca festejar que hace 36 años se celebró la primera sesión del Parlamento de Canarias y por supuesto, que hace ya 37 años que estas Islas cuentan con un Estatuto de Autonomía que vela por sus derechos, un texto que hemos adaptado a la realidad actual del Archipiélago y a su condición de insularidad.
Pero ante todo, este día 30 de mayo, es una fecha que nos recuerda la importancia de mantener nuestra identidad, tradiciones, cultura y nuestras singularidades. Todos los canarios la tenemos marcada en nuestra agenda como una cita ineludible para resarcir la identidad e historia de nuestro pueblo, así como nuestras manifestaciones culturales.
Cada Isla tiene sus peculiaridades y en La Gomera somos muy conscientes de lo que nos diferencia y singulariza, por lo que tratamos de mimarlo y protegerlo con especial ahínco. Los seis municipios celebran esta cita de una forma intensa, ya que las actividades en torno a esta efeméride comienzan semanas antes. En concreto, el pueblo de Arure vive estos días con especial alegría y nerviosismo pues su popular Ramo recibirá la Medalla de Oro de Canarias en el acto institucional que se celebra este 30 de mayo en la capital Gran Canaria.
Sus vecinos están de enhorabuena pues han logrado la más alta distinción de la comunidad autónoma, un reconocimiento a incontables años de esmero por conservar esta manifestación cultural, que ya es todo un símbolo para la Isla. Un premio que estoy seguro que dedicarán a sus padres, abuelos y bisabuelos, que son los que les han inculcado la importancia de salvaguardar esta tradición, con el claro objetivo de que las nuevas generaciones recojan el testigo y velen para que no caiga en el olvido.
Cada año, al acercarse el 15 de julio, las fiestas en honor a la Virgen de La Salud, así como el 16 de agosto, día de San Salvador, la Asociación Ramo de Arure dedica interminables horas de trabajo que hacen que el ramo sea mucho más que fruta engalanada para convertirse en toda una obra de arte sagrada que dedican a modo de ofrenda a estos santos. Una expresión cultural que ha inspirado numerosos romances que le dedican en su peregrinación hasta llegar a la Iglesia y que les ha valido para lograr tal distinción.
Por eso, aprovecho para resaltar la importancia que tiene para La Gomera recibir este premio, ya que contribuye a enaltecer nuestras tradiciones y a garantizar su supervivencia. Una medalla que se suma a la que lograron hace dos años los guaraperos por su encomiable dedicación a conservar una tradición que tiene un indudable valor histórico y etnográfico y que también obtuvieron el pasado año las loceras por su labor incansable que ha ido pasando de abuelas a madres e hijas para mantener un oficio cargado de sabiduría y que ha logrado mantener su esencia de forma intacta a lo largo de los años.
Es tiempo de ponerse el traje típico para celebrar nuestras tradiciones y costumbres. Es tiempo de alegría y jolgorio, de brindar con vino de nuestra uva forastera por una Isla que ha sabido mantener nuestras singularidades, en las que sin duda, nuestro Silbo Gomero ocupará siempre un lugar destacado.