‘Teoría y práctica’ es el título de la obra que se alzó con el primer premio del Concurso de Relato Hiperbreve Ruiz de Padrón, que cada año organiza el Cabildo insular en el marco de la Feria del Libro.
El certamen de literatura, que ya alcanza su sexta edición, otorgó el máximo galardón a Patricia Collazo, que presentó un obra en la que aborda el desamor y el desencuentro de una forma delicada y sutil, bajo una redacción muy cuidada y esmerada en los detalles.
Por su parte, Ana López, obtuvo el segundo premio con un relato, que bajo el título ‘Para la ocasión, Kabul’, aborda el terrorismo bajo otra óptica, que es la del propio autor del atentado. Con frases cortas que aportan al texto mucha agilidad y viveza.
La consejera de Cultura de la Institución insular, Rosa Elena García, reconoció el arduo trabajo al que se enfrentan los miembros del jurado cada año, pues asegura que con cada edición aumenta de forma considerable el nivel de redacción y la calidad de los textos. “La innovación es fundamental en este tipo de concursos y los participantes nos han sorprendido muchísimo con unos trabajos bien elaborados, con un argumento potente que no deja indiferente a nadie”, destacó.
Todos los relatos debían comenzar con la frase “Pensando en ti, transcurren presurosas las horas de mi vida de misterio” y tal y como establecen las bases, no debían superar las 25 líneas en Times New Roman, cuerpo 12. El relato ganador cuenta con una dotación de 300 euros, mientras que el segundo es de 200 euros.
Primer Premio: ‘Teoría y Práctica’
Pensando en ti, transcurren presurosas las horas de mi vida de misterio, se me resfrían las mandíbulas y se me ahueca la retórica. Pensando en ti, desfallecen mis milímetros y saltan charcos mis asimetrías, pensando en ti…
-Cariño, ¿en qué estás pensando?
-Trabajo
-Jo…nunca piensas en mi
El escritor levanta la vista perdida en el horizonte de palabras que se van desplazando en la pantalla como pequeñas hormigas a medida que va tecleando. Cuando parece alcanzar la meta, un margen derecho las rebota y caen a la siguiente línea para volver a empezar. Mira a la mujer que se ha asomado a la puerta del cuarto en penumbras como si no la reconociera y vuelve a centrar su atención en la pantalla. Ella frunce la boca en un mohín de disgusto que él no llega a percibir y se va murmurando por lo bajo.
Pensando en ti, resbalan por mi pecho pronósticos de primaveras. Pensando en ti se onomatopeyan mis círculos concéntricos, se evaden mis ángulos y vértices…
El sonido de una maleta de ruedas desplazándose sobre la tarima del pasillo en dirección a la puerta de entrada es como el zumbido insoportable de una mosca junto a su oreja.
El escritor bufa y se pone en pie para cerrar la puerta del cuarto. Así no puede trabajar.
-Hoy no cenaré. Tengo que centrarme en esto -grita asomándose al pasillo saliente de su piso vacío antes de encerrarse en el cuarto.
Del otro lado, ya nadie lo escucha.
Segundo premio: ‘Para la ocasión, Kabul’
“Pensando en ti, transcurren presurosas las horas de mi vida de misterio”
Dirijo los pasos hacia el cajero. Extraigo con inteligencia la mitad de mis ahorros. Camino de vuelta, plácido y sereno. Son las cinco de la tarde. Llego a casa. Telefoneo a los amigos más allegados. Les invito a una cena íntima en el jardín de mi hogar, sobre las diez. Echo una siesta en la hamaca del porche. Encargo la cena al bufete más prestigioso de la capital afgana. Pido el encargo para las nueve y media. Tomo una ducha de agua fría. Saco del armario el claustrofóbico calzado sin estrenar. Cojo el coche. Lleno el depósito de gasoil. Visito los almacenes comerciales más afamados de la ciudad. Compro para la ocasión un traje de chaqueta de novecientos dólares. Vuelvo a casa. Selecciono la música que amenizará la velada. Cambio de ropa.
Recibo a los invitados. Disfrutamos el encuentro, Sucede ameno el transcurrir de las horas. Los amigos van marchando. Hacia las cinco de la mañana los últimos. Siento mi ser pletórico, pleno, satisfecho de haber elegido aquel nuevo modo de vida. No tengo sueño. Quiero ver amanecer en la presa Bandi Qargha. Conduzco cien kilómetros. Recuesto su cuerpo vestido sobre la orilla empedrada. Los primeros rayos de sol e acarician la cara. Sonrío. Abro brazos y piernas. Baño el cuerpo de vida. Siento placer. Bajo la cremallera del pantalón. Acaricio mi sexo. Lo elevo. Disfruto como cuando era niño. Me derramo tibio entre las piedras. Respiro profundamente.
Llego a casa. Suena el teléfono. Cesa antes de poder alcanzarlo. Salta un mensaje de voz. Mamá me felicita por mi treinta y tres cumpleaños. Descuelgo y marco con urgencia. Seis tonos y de nuevo el contestador también al otro lado. No dejo mensaje. Son las nueve y treinta y cinco minutos de la mañana. Tras el aseo subo al coche. Pongo rumbo a la embajada con el traje comprado para la ocasión y el maletín en la mano. A las diez menos dos minutos entro en el edificio. A las diez en punto, detono.