Ahora que la nación zanata sacudida en sus entrañas —por el cataclismo electoral, primero, y por el desenlace del pacto, después— empieza a recobrar el equilibrio, es la hora de recostar un taburete a la puerta de la calle y empezar a contar algunas cosas de esta reciente conmoción archipielágica, antes de que García Egea se reorganice con otros enchaquetados de negro y escenifique una moción de censura para hacerse con la dirección de la Escuela Municipal de Judo y Mugendo de Barranco Hondo, cualquier cosa antes que se diga de ellos que permanecen al margen de la realidad canaria.
Empezaremos entonces por aclarar que, a pesar de las vergüenzas y sofocos que en las últimas semanas nos han regalado algunos de nuestros políticos, hoy nos alienta un jovial y moderado optimismo por cómo se han producido y se van desarrollando ciertos acontecimientos locales.
A saber, que somos de las pocas comunidades autónomas en donde VOX no sacó nada de nada: ni un parlamentario regional, ni un consejero cabildicio, ni un triste concejal de fiestas, nada de nada.
En segundo lugar, que después de 26 años en el poder Coalición Canaria está en la calle y sin llavín y eso conlleva, por ejemplo, el abandono —para siempre, espero— de la implantación del proyecto de introducir la práctica de videojuegos en las aulas como actividad extraescolar y la marcha del godo vividor y picoloro de José Manuel Baltar —también para siempre, espero—, aunque dicho sea en honor a la verdad esa ida sólo implicará para él un goloso reaparecer en la empresa privada para recoger la cosecha que desvergonzadamente sembró desde la pública. Item más, que la ex alcaldesa de Güímar se haya quedado con el desconsuelo por no poder traer para su pueblo los restos de Franco.
Y en fin, así podríamos seguir un buen rato más —haciéndonos de paso alguna pregunta del tipo ¿no nos habían jurado por lo más sagrado que, después de la venta de EMMASA por parte del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife a una empresa privada, a cada chicharrero le correspondía una bicicleta con luz de posición y unas vacaciones a pensión completa en otra isla, y ahora resulta que no hay dinero ni para pagar la luz?—, pero esa retahíla no mueve molino porque ya se la llevó el viento del día después. Y ahora está el mañana de los próximos cuatro años.
Y a ese Ejecutivo que aún está por venir ya lo están petardeando a diestra y adiestradamente con acusaciones tan sólidas como, por ejemplo, que el nuevo Gobierno de Canarias será producto de un pacto entre cuatro partidos de radicales de izquierda. ¿Cuántos partidos apoyaron en 1993 en aquella tan noble y elegante moción de censura que convirtió al vicepresidente Manuel Hermoso en presidente sin mediar un previo aviso al presidente Saavedra? Cuatro, como ahora: AIC, CCI, ICAN y Asamblea Majorera, más Dimas inhabilitado y el parlamentario del ojo morado, pero entonces había detrás “un clamor popular” y hoy solamente hay “matemática electoral” y “desmedidas ansias de poder”.
En fin, sin ánimo de comparar recordaré que aquel ICAN de los 90 era de izquierda que levantaba las patas del suelo, mientras que las AIC y CCI eran un incipiente nacionalismo ágrafo de derechas y AM era la versión en blanco y negro de la actual Agrupación Socialista Gomera, que se convirtió en color y cinemascope durante los últimos cuatro años en el Gobierno de Fernando Clavijo.
Así es que seamos prudentes con memoria: lo que viene no es ni nuevo en cuanto a la amalgama de partidos, ni tampoco será malo ni bueno por lo mismo. Será lo que puedan y quieran los pactistas del pacto, quienes han contraído una grandísima responsabilidad ante la ciudadanía y, espero que también, ante ellos mismos.
A mí me deja perplejo que los ex gobernantes vean un peligro tremendo en una minucia tan justa y necesaria como la Ecotasa (cada turista habrá de pagar una tasa aún por fijar su precio que variará en función del lugar, de la categoría del establecimiento y la temporada turística), ya implantada en Cataluña, Baleares, Sicilia, París y Lisboa, pero sin embargo me convence y gusta muchísimo que los conceptos asociados al cambio climático y a la sostenibilidad ambiental hayan sido los más repetidos en el documento suscrito entre las fuerzas políticas del próximo gobierno de Canarias.
Y, además, que la lucha contra el cambio climático será “una preocupación trasversal” para el PSOE, Nueva Canarias, Sí Podemos y la Agrupación Socialista Gomera a lo largo de la legislatura 2019-2023.
Frente a las paparruchadas medioambientales del gobierno de Clavijo, un blablablá sin presupuesto ni planificación, el Gobierno que presidirá Ángel Víctor Torres anuncia que tendrá entre sus prioridades la “elaboración de un plan integral de lucha contra el cambio climático en el que se incluirá como primer objetivo la expansión de las energías renovables, la movilidad sostenible (con facilidades para los vehículos eléctricos), un plan de tratamiento de residuos sólidos que incluya la drástica reducción del uso de los plásticos y una nueva política de aguas que permita recuperar los mermados acuíferos de Canarias mediante el ahorro, la desalinización y la reutilización de este recurso”.
Sin duda, aquí hay un programa y la intención que lo sostiene es plausible al cien por cien. Otra cosa es que lo consigan. Ganas dicen que no les faltan y yo, de momento, los creo. Más difícil será abordar la reforma de la Ley del Suelo, pero por complicado que sea tienen la obligación de intentarlo.
Por último, hay una herencia que dejaron los sucesivos gobiernos nacionalistas de los últimos 26 años —ejecutivos apoyados, bien es verdad, en sucesivos pactos con PP y PSOE, alianzas que los convierten a los dos también en responsables del legado—, un tristísimo patrimonio del que solamente voy a destacar dos asuntos.
Primero, Canarias es la región española con mayor tasa de pobreza y los ingresos medios anuales más bajos del país. Segundo, seguimos ocupando un bajísimo nivel en el ranking de excelencia educativa. De eso, de educación pública, no habla CC. De eso, que es la base de cualquier sociedad democrática que quiera acabar con las desigualdades.
Sin embargo, en este pacto hay partidos nuevos en las tareas de gobierno y personas que, por su muchísima práctica y su demostrada y honesta capacidad, podrían realizar un auténtico cambio al frente de la Consejería de Educación.
Y esa es una posibilidad que me mantiene —con mucha prudencia— optimista y esperanzado en un futuro relativamente cercano más igualitario y justo que el de hoy.
Yo, desde luego, les concedo un tiempo razonable, un par de meses, por ejemplo, para que peguen a principiar.