El sector de la construcción no deja a nadie indiferente, hay quien lo aprecia, porque sabe valorar lo que aporta a las personas o a la sociedad y también, quien lo denigra, desde posiciones manifiestamente ideológicas, unido a un desconocimiento de su intrínseca realidad. Es básico en cualquier sistema económico, fundamental para vertebrar y desarrollar el territorio, imprescindible para la generación de actividad económica y clave en la creación de empleo. Aporta mucho, generando sinergias en los otros sectores económicos, con una dinámica de buenos momentos, crisis coyunturales y periodos de estabilidad. Se debate entre lo mejor y lo peor, el esplendor y el declive, pero siempre sale al final reforzado, porque sencillamente es necesario. El argentino Leopoldo Marechal lo dice poéticamente: “cuando sueñas, la construcción del mundo es una risa de albañiles”.
Es esencial en la economía y en la sociedad canaria. Forma parte de nuestra vida, nos acoge, nos lleva, nos protege, nos asegura y el resultado es mayor calidad de vida, poniendo a las personas en primer lugar, para lograr el bienestar y la habitabilidad segura y confortable. Para eso, la construcción se moderniza, actualizando procedimientos, aportando nuevos productos, generando transformaciones, incorporando alto valor añadido. Afianzando un compromiso de estabilidad salarial y también en el empleo, apostando por la cualificación profesional de los trabajadores del sector y el compromiso irrenunciable con la seguridad y salud laboral, porque no sólo el futuro, sino ya el presente pasa por una construcción sostenible.
El fortalecimiento viene dado por una mayor competitividad, incorporando técnica e innovación, asumiendo responsablemente la eficiencia energética, para participar en la economía circular. Es una realidad que contribuye al crecimiento, modernización, progreso y bienestar social. Estamos en una etapa donde hay que construir sobre lo construido, a saber, poner en valor la rehabilitación, la reforma, el mantenimiento y la conservación, unido a la regeneración de los espacios públicos. Es el sector capacitado para dar respuestas a las demandas ciudadanas, tanto desde el ámbito de las infraestructuras de ingeniería civil, como de la edificación. El mexicano Álvaro Ancona lo detalla: “No se trata nada más de resguardarse, se trata de manifestar la civilización a través de sorprendentes y prácticas construcciones”.
La industria de la construcción gira en dos variables que la definen, por un lado, la licitación y obra pública, que plasman en el territorio proyectos de infraestructuras de diverso tipo, eminentemente necesarios, que después tienen que seguir con su mantenimiento y conservación. Las distintas administraciones tienen el deber de mantener la inversión pública, como una forma de redistribuir la riqueza social. Por otro lado, tenemos la edificación, que es mucho más que un bien económico o un continente en el que vivimos, trabajamos o disfrutamos, es donde pasamos la mayoría de nuestro tiempo, conviviendo y socializando.
La eficiencia energética, accesibilidad, digitalización, junto a la industrialización de los procesos productivos y la transformación de los modelos de negocio, como consecuencia de la incorporación de las nuevas tecnologías, están propiciando un cambio generacional y fructífero, que genera optimismo e ilusión, para emprender desde la construcción, un desarrollo sostenible para beneficio de todos, porque es lo más adecuado, lo mejor para Canarias.