Hace unos años, Casimiro Curbelo fue sacado sin contemplaciones del PSOE no por haber cometido un delito, ni por -como se publicó- su supuesta relación con un asunto de prostitución, sino por la escandalera montada por su comportamiento en una comisaría de policía -donde fue agredido- tras denunciar su hijo haber sido maltratado en un bar de alterne de Madrid. Para acabar con la carrera de Curbelo -hoy héroe de la izquierda canaria, tras apoyar la formación del pacto de las flores- bastó que la prensa nacional relacionara el nombre de Curbelo con un antro de copas llamado La Sauna. No fue necesario que se produjera ni una investigación, ni una sentencia: Curbelo fue inmediatamente lapidado en los medios, se forzó su dimisión como senador y se le barrió del mapa. No contaron sus verdugos con su tesón y el afecto de miles de gomeros (más de la mitad de la Isla, sin duda históricamente secuestrados por el caciquismo clientelar), que continuaron votándole a pesar de la historia del bar, y le auparon en la creación de un nuevo partido. Un partido que hoy sostiene al Gobierno regional y sienta a la consejera Yaiza Castilla en el Consejo de Gobierno, al lado de Noemí Santana, sin que en el Consejo se hable de cosas tan vulgares como la costumbre de Curbelo de llevar a su hijo a celebrar la licenciatura a bares poco decentes.
En fin, este Curbelo de ahora, al que Noemí Santana y Román Rodríguez y Ángel Víctor Torres estrechan la mano en la foto del pacto de las flores, es el mismo que fue ajusticiado hace años en la plaza pública, sin una sola prueba. Y ahora le toca otra: un asunto circulado en redes desde hace ya algún tiempo, que saltó desde las páginas de un digital canario a los medios locales y nacionales. La noticia es que la hija de Curbelo, además de una amiga suya (de la hija) y el marido de esta, aprobaron las oposiciones de enfermería, convocada por el Gobierno de Canarias y celebrada el pasado mes de mayo -cuando el partido de Curbelo no estaba en el Gobierno-, sin ningún fallo en sus respuestas. No hay ninguna denuncia presentada por nadie, los sindicatos aseguran que es muy difícil romper la cadena de custodia de los exámenes, y lo único que parece justificar la noticia es que la hija de Curbelo (y una supuesta amiga y el marido de la amiga) y no otras personas hicieran bien el examen.
Con la escandalera nacional organizada, ya es ineludible investigar el asunto, lo que dará para más titulares, aunque a ver qué se podrá investigar después de pasado medio año. No servirá de mucho para devolver la confianza: a quien esté dispuesto a creer que es factible darle las preguntas a un opositor y hacerlo con suficiente antelación para que pueda prepararse y memorizar todas las respuestas, no le resultará difícil creer también que se compre a quienes hagan la investigación, para que digan lo que Curbelo quiera. Esto es así y no tiene remedio: la difusión de sospechas sin acusación ni pruebas es una práctica tóxica. Si eres hija o hijo de alguien, procura suspender en todo. Y lo peor no es lo que tenga que arrastrar la hija de Curbelo o a quien se define como su (mejor) amiga. Lo peor es jugar con las ilusiones y expectativas de miles de jóvenes opositores a los que -también sin denuncia ni prueba alguna- se hace ver que absolutamente todo es amañable a favor de poderosos y ricos.